«ES MI SITIO DE SIEMPRE. VEÍA QUE IBA A PEOR, PERO NO QUE IBAN A CERRAR. CUÁNTO LO SIENTO. ÍBAMOS ALLÍ A CELEBRARLO TODO Y A VECES SIN NINGÚN MOTIVO. QUEDAMOS SIN NADA, ERA UN SITIO ABSOLUTAMENTE CLÁSICO DE LA CIUDAD», DESPIDIÓ LA CRONISTA DE OVIEDO, CARMEN RUIZ-TILVE
Casa Conrado y La Goleta, dos símbolos de la hostelería ovetense, hogar de tertulias, fonda obligada de intelectuales, músicos y famosos de paso por la ciudad, cierran sus puertas. La coqueta marisquería, abierta en 1980 en la calle Covadonga y decorada por Chus Quirós, lo hizo ayer. La casa madre, vale decir padre, por el ascendente de Marcelo Conrado Antón, propietario, anfitrión y compango de todos los guisos que se cocían en las largas sobremesas de su casa, lo hará este domingo, tras las comidas del Día del Padre. Para Marcelo Conrado y sus hijos, Javier y Laura, en quienes había delegado tras sufrir un accidente cerebrovascular en 2011, será un día extraño, uno que pone punto y aparte a más de un siglo y cuatro generaciones de tradición hostelera.
Las dos casas no han podido superar la crisis y se encuentran en concurso de acreedores, un hecho ya comunicado por la familia a sus veinte trabajadores. Los únicos que lo sabían, porque, pese a los rumores de los últimos meses, la noticia pilló a muchos por sorpresa. «Es lo que pasa, los empresarios arriesgamos y la crisis, la ordenanza de las terrazas… nos afecta. No se salva nadie, también los grandes han caído. Se marcha dos estupendos negocios, es un día negro», valoró el presidente de OTEA, José Luis Álvarez Almeida. Él, como muchos ovetenses, creció con Casa Conrado como ejemplo a seguir: «Mis padres empezaron en el Bar Rosal en 1975 e intentaban ir allí a aprender los grandes platos y a veces me llevaban con ellos».
Nacho Manzano, chef con dos estrellas Michelín, que en sus inicios celebraba allí, como muchos otros, comidas de empresa, los elevó a «lugares de culto»: «Son dos restaurantes que forman parte la historia de la gastronomía de Oviedo sin lugar a duda». «Destacaría lo que han hecho por la comida asturiana, un gran trabajo, muy honrado. Lo decía todo el mundo», añadió el propietario de Casa Fermín, Luis Alberto Martín. Para Juan Ramón Sánchez, de La Taberna del Zurdo, «es una lástima, son unos referentes en Oviedo de hace muchos años, tanto Marcelo como ahora sus hijos».
Tomar un caldo de marisco en La Goleta o uno de los platos de cuchara de Casa Conrado, siempre con compango de Tineo, de donde es originaria la centenaria saga de hosteleros, ya es el pasado. Uno al que viajó Manzano para defender «desde sus merluzas a la cazuela a la carne asturiana, bacalaos al pilpil… eran platos de la cocina asturiana y nacional que ejecutaban como nadie».
Todo partiendo de una tradición más que centenaria, la que inauguró en La Habana, el abuelo de Conrado, José Antón, con el restaurante La Alhambra. José se casó en la isla con Florida. Treinta años después, el hijo de ambos, Conrado, volvió a los fogones y a los orígenes. Casó con Jesusa Pertierra y, de vuelta en Tineo, abrieron El Recreo, casa de comidas y tienda. Y de ahí a Madrid a cocinar pescados en 0´Pexeiro, y, de vuelta a Oviedo, con el Auto-bar. Inquietos, el matrimonio abrió en 1958 en Medina de Rioseco, el Asturias, donde Jesusa amplió a la caza y el asado sus habilidades culinarias. Seis años de lechazos y perdices, trajeron a la familia de vuelta la capital. Diez más en el Cervantes, junto a El Vasco, en los que elevaron la culinaria ovetense, les permitió subir otro peldaño y abrir, en 1975, Casa Conrado, para convertirlo en el corazón culinario de la ciudad. Allí tuvo tertulia Emilio Alarcos, entre muchos. Por allí pasaron los galardonados con el Premio Príncipe de Asturias y quien los otorga, el hoy rey Felipe VI. Por allí disfrutaron artistas y poetas: Úrculo, José Hierro, Ángel González, Woody Allen, Paulino Vicente, Mingote…
Ya con Marcelo retirado, cogieron su testigo sus hijos Conrado y Javier, que luego dejaría los fogones por la abogacía y sería concejal con Gabino de Lorenzo durante ocho años. Las sobremesas se siguieron alargando sobre los manteles de hilo o en las mesas blancas de La Goleta.
«Es mi sitio de siempre. Veía que iba a peor, pero no que iban a cerrar. Cuánto lo siento. Íbamos allí a celebrarlo todo y a veces sin ningún motivo. Quedamos sin nada, era un sitio absolutamente clásico de la ciudad», despidió la cronista de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve.
Fuente: http://www.elcomercio.es/ – G. D.-R / D. L.