POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Más de 100 años de existencia han contemplado la trayectoria del” café-bar, que, a la vez sirvió de fonda”, regentado por la “familia Pérez. Sí, digo bien,” El Centenario local que la familia Pérez ha tenido abierto al público, durante ese tiempo, ha sido regentado por tres generaciones de la misma familia”.
Los tiempos han ido cambiando y, a pesar de sus remodelaciones, el local siempre ha conservado ese tipismo especial, al que han contribuido sus dueños; con su entrega y amabilidad. Por eso ha causado gran contrariedad y nostalgia, entre los amantes de las viejas tradiciones locales y de cuantos forasteros “hacían escala” en dicho café-fonda.
A todas las personas mayores, de Ulea, nos trae inolvidables recuerdos ya que, desde la niñez, hemos estado familiarizados con dicho establecimiento. La noticia ha sido encajada con gran tristeza.
El periódico La Verdad de Murcia del día 26 de Enero de 1979 recoge una entrevista de su corresponsal en Ulea, al recabar información de quien ha sido su último dueño, y nieto de su fundador, D. Domingo Pérez Poveda, quien, amablemente, contesta como sigue:
Hace 58 años que nací aquí, “en este mismo cobijo”. Aquí vinimos al mundo los nueve hermanos. Todos los demás están dispersados por distintos puntos de la geografía española. Al morir mi padre, en el año 1935, quedé con mi madre, “La Sofía de Pérez”, como se le conocía en el pueblo y su contorno. Con ella seguí el negocio que inició mi abuelo y continuó mi padre. Por eso, durante bastantes años se le llamó “Café-Fonda de la Sofía de Pérez”, aunque oficialmente no se le había cambiado de nombre. Al fallecer mi madre asumí las riendas del negocio, con la inestimable ayuda de mi mujer. Por eso, al morir mi padre, tan joven, he estado trabajando, junto a mi madre, hasta su muerte y después hasta hoy. En una palabra: “Toda la vida”.
A las preguntas del reportero, sobre los recuerdos de tantos años, responde que son innumerables ya que esta casa ha sido “parada y fonda” para el viajero. Aquí se alojaban, al irrisorio precio de un duro, tanto el Maestro Nacional soltero, que tomaba posesión en el pueblo de Ulea, como “El malabarista” que daba sesiones de magia, en esta casa, a los clientes, así como actores de Teatro, cuya compañía se alojaba al completo. Aquí, en Ulea, existían dos teatros: “El Reina Victoria” y “El González” que hacían funciones con asiduidad; hasta que desaparecieron
Mi madre recordaba cuanto le había contado mi padre y, este, lo que había oído de su fundador; mi abuelo. Por aquí pasó varias veces, el actor cómico Aparicio, padre de la actriz de cine y teatro, Rafaela Aparicio. Cuando este actor vino a Ulea, por primera vez, era un joven de 20 años, pero a la segunda o tercera vez “le echó el ojo a una uleana”, y con ella se casó. De ese matrimonio nació la inolvidable Rafaela Aparicio. Esta actriz, de gran talento interpretativo, siempre estaba muy ocupada, tanto en cine como en teatro, pero en sus tertulias se ufanaba diciendo que era oriunda de Ulea, ya que su madre nació aquí. También actuó en Ulea la “artista de variedades” Finita Rufete que al poco tiempo se convirtió en una famosa vedette. Renombrados actores dramáticos, como Jaime Olmos y su hija Carmina; cómicos como “Germigildo y Garci”,”Ramper”, etc.
Mención especial merece la Maestra Nacional de Párvulos, Doña Anita Caicedo. Aquí vivió casi 30 años—hasta que se jubiló. Con mi madre se llevaban como si fueran madre e hija. Fue toda una institución.
A lo largo de su dilatada vida, en el mundo de la hostelería, ha recibido varias distinciones que le honran y, Domingo Pérez Poveda, responde:
La vida ha evolucionado mucho y, por supuesto, los servicios han sido distintos y los precios han ido variando. A título personal diré que comencé “despachando” copas de anís a tres perras, 15 céntimos; “a seis las de coñac de marca”; “a cinco las de vermut, horchata y café helado”. Para que tengáis una idea de aquella fracción monetaria, os diré que con una peseta se tomaban siete copas de anís. Ah, “el café era de olla”. La maestra fue mi madre, Sofía, y le daba un punto tan especial que le hizo famosa en todo Ulea y su comarca: ¡Vamos a tomar una taza de café de olla, de la Sofía de Pérez! ¿Cómo voy a olvidar todos estos recuerdos? Imposible.
Al evocarle estos recuerdos, a Domingo Pérez, se le entrecorta la voz y se le nubla la vista: la entereza que había mostrado durante toda la entrevista, fue vencida por la emoción. Sin embargo se recuperó enseguida y prosiguió explicando los motivos que le han llevado a cerrar el centenario café-fonda:
A mis cuatro hijos no les gusta seguir en el negocio, “que fue mi vida y la de mis antepasados”. Dicen que “es un trabajo muy esclavo”.Yo les digo que es verdad; que tienen razón, pero ¿Qué trabajo no es esclavo? Ellos buscan otras ocupaciones que le den más libertad, acordes con los tiempos en que vivimos. No les he podido convencer y yo me siento cada vez más incapacitado, por un problema reumático progresivo que me produce grandes dolores. Por eso, con todo el dolor de mi corazón, digo adiós a mi clientela, y al pueblo en general, por el que siempre me he volcado en atenciones. He procurado atenderles como mejor he sabido y podido.
Como último representante del “Café-Fonda Pérez”, les estaré siempre agradecido.