POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Antes de las elecciones algunos políticos pretenden diferenciarse de otras ideologías, buscan disensos, cambian el punto de vista, las prioridades y la praxis para distinguirse entre los electores; crean un partido de nuevas, se desgajan de la madre y emprenden un recorrido de aparente nuevo cuño para mejorar o salvar a su patria, la calidad de vida de sus paisanos y también realizarse ellos de aquella manera. Al final, son tan sutiles los matices y tan similares sus fundamentos que los ciudadanos elegimos o descartamos a nuestros gobernantes según las caras, un eslogan, una parida, una moneda al aire. Y cuando se forma el parlamento comienza el proceso contrario: prescindir de lo peculiar y buscar las afinidades, que permitan un rumbo común para una singladura sin sobresaltos. El gran problema siempre es ése, las afinidades; ahí se revelan las mayores antipatías.
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