POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
El viejo cenobio situado en el concejo de Cangas de Onís -hoy Parador nacional de Turismo- acogió a muchos peregrinos desde su supuesta fundación por el rey don Alfonso I el Católico y su esposa doña Ermesinda, una tradición que arranca en el año 746, siempre envuelta en dudas y nebulosas históricas de variado tipo.
Detengámonos hoy en los personajes y peregrinos que hacían un alto en Villanueva de camino hacia Covadonga. El 23 de mayo de 1616 (justo un mes después del fallecimiento de Miguel de Cervantes y de Shakespeare) el Nuncio y legado del Papa Paulo V concedió una canonjía en Covadonga a un sacerdote de Valladolid, pero como tardó en presentarse para tomar posesión del beneficio otorgado, cuando llegó ya había ocupado el cargo el cura de Villanueva, Paulo González de la Cuesta; mientras, los fieles de Villanueva eran atendidos por el prior de Covadonga, don Gonzalo de Villarroel.
La concordia entre ambos curas está documentada en el archivo de Villanueva, pero extrañamente el documento no se registró en el de Covadonga. Así se puede leer: “Paulo González, canónigo de Covadonga, paga 36 ducados por la mitad del beneficio que lleva desta Cassa en Santa María de Villanueva que se entiende la mitad de todos los diezmos de pan y recilla y compango, excepto las bollas y oficios”. En el mismo libro de 1616 se anota: “Gonzalo de Villarroel, Prior de Covadonga, paga 96 reales por la mitad de las bollas y oficios de Santa María de Villanueva”. Se habla de Santa María de Villanueva como parroquia, no de San Pedro como titular del monasterio.
La pobreza de Covadonga era tal vez mayor que la de Villanueva y, así, en 1591 se anota que se entregaban dos celemines de escanda al abad de Covadonga, como limosna. Muchos eran -por otra parte- los gastos que originaban los huéspedes que pasaban por el monasterio y después visitaban Covadonga. En 1684 el General de la Orden Benedictina estuvo en el lugar y -entre él, los criados y demás que le acompañaron- figuran gastos de trece reales en comida y vino, más otros dos reales para las mujeres que llevaron la comida a Covadonga.
Al año siguiente, el monasterio abonó treinta y tres reales por diez libras de diferentes dulces para agasajar a don Gregorio Cisneros, el gobernador, con su familia y otros caballeros. Además se abonaron diez reales por una caja de hoja de azahar confitada; veintiún reales por dos cajas de conservas; seis libras de chocolate supusieron cuarenta y ocho reales, otros cincuenta y tres por una arroba de azúcar. Por el “cortexo” (agasajo) que se le hizo en Cangas al citado gobernador gastaron cuatro reales más. En cuanto al libro de registros de bodega quedó anotado que -entre las misas y el gobernador Cisneros que estuvo en el monasterio con otra mucha gente- se gastaron catorce cántaras y media.
A las criadas del prior de Covadonga les pagaron los monjes -en 1686- cinco reales por dar de comer en su casa al abad de Celorio y al prior de Nava, además de seis “quartos” a diferentes pobres en la iglesia de Covadonga; más otros dos reales al criado del cura de San Martín que dejó dos caballerías para subir a Covadonga. Así van pasando años y anotaciones de gastos ocasionados por el abad de Oviedo y el definidor de Cornellana; para pagar a testigos de los varios pleitos que mantenían con vecinos, linderos y otros curas; a los mozos que iban a Oviedo a llevar y traer cartas; a los músicos de Covadonga para celebrar San Benito en el monasterio o a los mozos de cocina que debían desplazarse con algunos invitados.
A veces las comitivas eran amplias como en el caso del Fiscal de la Audiencia de Oviedo que -entre el 14 y el 20 de septiembre de 1777- junto con su “madama, hija, doncella, señor lectoral, señor capellán, un agente fiscal, cuatro mozos, siete caballerías y ponerles comida en la venta de Sotiello y cena y comida en Covadonga, se gastaron novecientos setenta y seis reales”. Ya la semana anterior los monjes le habían pagado veinte reales al que les avisó de que venía el fiscal. Ese mes fue movido en Villanueva porque, seguidamente, -entre los días 21 al 28- se hospedó el Regente de la Audiencia de Oviedo que llegó con una comitiva similar al fiscal, a saber: “Madama, doncella, capellán, un dominico, un paje, un lacayo, cuatro mozos y nueve caballerías. Ponerles cena en Zereceda (sic), en Covadonga y cuando salió de aquí…todo seiscientos treinta y dos reales”.
Gastos que, a veces, se veían obligados a abonar en especie, como cuando -en 1712- lo tuvieron que hacer con terrenos que tenían en La Riera de Covadonga. Todo indica que esta coincidencia de visitas fue con motivo del fallo del pleito del río a favor del monasterio. Tanto el fiscal como el regente fueron de los últimos visitantes del santuario antes del incendio que destruyó todo lo que había en la cueva apenas un mes más tarde, el 17 de octubre de aquel año 1777.
¿Qué compraban los monjes para los agasajos o “cortexos”? Veamos algunos ejemplos tal y como quedaron anotados en los libros de cuentas: Hojas de azahar confitada, dulces secos, anises, bizcochos, chocolate, salmones, truchas, lampreas, anguilas, congrios, pollos, terneros, manteca fresca, peradas y otros.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez