POR FRANCISCO PUCH, CRONISTA OFICIAL DE VALDESIMONTE (SEGOVIA)
Agoniza el mes de agosto; las sombras se alargan de día en día, la playa se va quedando vacía antes cada día, toda el ansia que a lo largo de un año hemos tenido de iniciar las vacaciones se va transformando en nostalgia por volver a casa, nuestra casa, la casa de siempre, en frecuentar de nuevo los lugares de siempre, en ver de nuevo a las personas de siempre, a las que con tan sólo un mes de ausencia comenzamos a echar de menos; ¿qué nos puede pasar?, ¿qué nos puede deparar la vida en los próximos días, en los próximos meses, antes de que de nuevo podamos sentir la nostalgia de unas nuevas vacaciones?
La vida, nuestra vida no es más que una sucesión de situaciones siempre las mismas, una repetición de hechos cotidianos que repetimos y repetimos cada día, sujetos al tiempo inexorable al que nos condicionan las manecillas imparables del reloj, ese tiempo que a todos nos va acercando al mismo sitio.
¿Qué voy yo a hacer mañana? ¿Qué vamos a hacer mañana, ese mañana que para muchos no existe?
Si analizamos nuestros hechos cotidianos, llegamos a la conclusión de que todos los humanos hacemos lo mismo. ¿Es que, acaso, todos somos iguales?
Nos levantamos del lecho apenas empieza a clarear el día; pasamos al cuarto de baño, hacemos nuestro aseo personal, tomamos un pequeño refrigerio o desayuno y nos lanzamos a la calle para acudir a enfrentarnos con nuestro quehacer diario. El almuerzo a mediodía y a seguir con nuestras tareas o con nuestra holganza si ya las hemos terminado; la cena, un pequeño reposo mientras vemos o escuchamos las últimas noticias del día, y de nuevo al lecho a disfrutar del merecido descanso.
Al día siguiente más de lo mismo, nos repetimos y nos repetimos un día tras otro; y no vengo a comentar nuestras actividades después de haber llegado el ascenso feliz de la jubilación.
¿Y qué hacemos entonces?
Pues más de lo mismo, pero sin acudir a la llamada diaria del trabajo. Los hay que lloran porque se creían imprescindibles, y deja de sonarles el teléfono; los hay que se aburren y salen a deambular por la calle sin rumbo fijo; los más pesados acuden a su antiguo lugar de trabajo a dar la paliza verbal a sus compañeros y así un día y otro día hasta que la escabrosa senda de la vida nos lleva al huerto.
¿Y en qué ha consistido nuestra vida?, en nacer, crecer y morir, después de haber estado haciendo lo mismo durante años. Adiós agosto aguileño, adiós amigos de la tertulia diaria en La Glorieta, dentro de unos días volveré a sentir la nostalgia de estos lares.