POR VICENTE SANZ VIÑUELAS, CRONISTA OFICIAL DE LLOMBAI (VALENCIA)
Para memoria de lo que ha sucedido en Llombai y en el Marquesat, así como para darlo a conocer, como cronista oficial voy a dejar escrito mi testimonio de los desastres acaecidos por la brutal Gota Fría o Dana, del martes 29 de octubre de 2024.
El martes 29 de octubre recuerdo que me desperté por el ruido intenso del agua y la piedra. Medio dormido, encendí la luz y vi que eran las 7:30h de la mañana y ambos sonidos se escuchaban cada vez más intensos, pero mientras el granizo daba contra la ventana, el agua se escuchaba dentro de casa. Rápidamente me levanté y con asombro vi que las escaleras se habían convertido en una catarata y que mi madre ya estaba en la planta baja intentando recoger el agua que cada vez caía de forma más ruidosa. El motivo, como ocurrió en muchas casas y edificios del pueblo, fue que la piedra colapsó las canales y desagües de las terrazas, y tejados, embalsándose allí hasta más de 30 cm de agua que, filtrándose por las puertas o rendijas en su camino, como fue nuestro caso, desbordó hasta las escaleras precipitándose hasta el suelo.
Afortunadamente, en nuestra casa solo entró agua, pero algunas edificaciones más antiguas, como por ejemplo una casa en la calle Antonino Delom (o del “Pou”); otra en la calle Baja u otra en la carretera “vella”, a los pies de la ermita de Sant Antoni, debido a la gran cantidad de piedra que cayó, se les hundió el tejado, o parte del mismo, causando graves daños materiales. Por otro lado, el granizo dañó toda la cosecha de kakis y de otros frutales que continuaba en los árboles por los distintos términos municipales; E incluso en la zona del Rabal, en la calle Sant Roc, de tanta piedra acumulada parecía que había nevado.
Volviendo a mi casa, abrimos la puerta y con escobas y la ayuda de mi hermana, empezamos a sacar agua hacia la calle, pero con asombro observamos que las calles Catadau y Músico José Cardona estaban inundadas, así como la avenida Ausias March, que parecía un rio bravo. Claro, paro los que no lo sepan, estas calles están sobre un antiguo barranco conocido como el ALGAMER, y en determinados momentos, cuando este se inundaba, se “salía”provocando algún que otro desastre (inundando también las calles Diputación y Maestro Torres). Debido a que el nivel subía rápidamente, mi hermana trasladó los coches hacía la avenida PaísValencià, que quedaba más elevada y con menos agua. Ahora bien, el primer coche lo sacó con agua por la pantorrilla, mientras que en el segundo el agua ya le llegaba a las rodillas. Y por casualidades de la vida, otro de nuestros coches la noche anterior había quedado aparcado en la avenida Ausias March, vial donde algunos coches ya habían sido arrastrados o donde la fuerza del agua comenzaba a arrastrarlos… de forma brutal. Con cuidado y mucho temple, como el coche estaba en la esquina, logró subirlo a la acera y, muy poco a poco, consiguió pasar el vehículo entre la pared de la casa, la farola y el banco de hierro que se encontraban en dicha esquina, ante la incredulidad de una vecina que la observaba desde la puerta de la finca de enfrente y le daba ánimos.
Como tantos otros vecinos despiertos ya a esas horas por el temporal, empezamos recogiendo agua dentro de casa, pero al observar que en las calles el nivel continuaba subiendo y las lluvias se intensificaban sin parar (en unas dos horas cayeron 220 litros por metro cuadrado), rápidamente y en previsión de que pudiese inundarse la casa, comenzamos a poner en alto todo lo que pudimos, ya fuesen cajas, libros, sillones, enchufes, ordenadores, etc. Y sin darnos tiempo a terminar, a las 8h de la mañana ya teníamos el agua entrando por la puerta delantera y por la del garaje, en nuestro caso, sin poder taponarla ni con mantas, ni toallas, ni sacos, etc. ¡¡¡¡Por primera vez desde que tenemos la casa entraba agua!!!! En el año 2001, cuando se produjo otro gran temporal e inundaciones, faltó poco más de un dedo para que entrase el agua en nuestra vivienda, pero por suerte aquella vez “nos salvamos”. Esta vez no obstante veíamos con asombro y estupor como, sin poder hacer nada, el agua nos iba invadiendo desde tres flancos distintos: por la puerta delantera, por la trasera del garaje… y por la que continuaba chorreando desde la terraza por el hueco de la escalera.
Anecdóticamente, a las 8.20h comunicaron en el bando municipal que se anulaban las clases de ese día cuando nosotros, muchos vecinos de la zona del Algamer, teníamos ya un palmo de agua o más dentro de nuestras casas. Asimismo, el instituto, ubicado en zona inundable, había suspendido un poco antes las clases, ya que era inviable el poder acceder al mismo. Dentro del desastre, pienso que la suerte que tuvimos los habitantes de Llombai, Catadau y Alfarp, principalmente, fue que el temporal comenzase en nuestra zona muy pronto, con mucha intensidad y con granizo, lo que hizo que la gran mayoría decidiésemos permanecer en casa y no forzar el acudir al trabajo o a estudiar. Los que pudieron teletrabajaron, y los que no avisaron en sus trabajos de lo que ocurría. Además, en algunos lugares se comunicó que se suspendían las clases y se cerraron trabajos… aunque ya tarde. No obstante, el no salir la gente del pueblo por la mañana nos evitó que tuviésemos que regresar por la tarde, que eso sí que hubiese sido desastroso tal y como esa tarde-noche ocurriría en la “pista de Silla” (la autovía de salida de València).
Encendimos la televisión para ver si decían alguna cosa sobre el temporal, y nos enteramos de que estábamos saliendo en las noticias en À Punttelevisió debido a las inundaciones sufridas, tanto en Llombai como en Catadau, así como por la presencia de los bomberos en la población (a los cuales habían llamado desde Catadau, ya que se había incendiado un transformador de la luz y tenían miedo de las consecuencias, ya que estaba en una zona inundada). De igual manera, nos enteramos de que los bomberos rescataron a gente que se había quedado atrapada en sus coches, así como a algunas personas mayores de Catadau que vivían en zona inundable, y que tuvieron que sacar de casa. Además, también supimos, por vídeos que nos enviaron al teléfono y también por la televisión, que la cooperativa de Llombai se había inundado y habían caído algunas placas de su falso techo (placas de corcho), mientras las mujeres estaban trabajando en torno a las 7:20-7:30h, como me confirmó Miguel Ángel, el encargado, quien rápidamente optó por mandarlas a casa y cerrar el almacén, pues no se podía trabajar en esas condiciones (y aunque algunas de las trabajadoras se marcharon, la mayoría se refugió en el cercano bar de la cooperativa porque en esos momentos la situación podía calificarse de diluvio). De igual forma, debido a que la cooperativa de Llombai se construyó sobre la zona del REGAIXO, el otro barranco que afecta a Llombai y Catadau, la zona del parquin y la gasolinera contigua estaba toda inundada y el muro que la rodeaba y que linda con la carretera CV-520 había sido derribado, inundando también la mencionada carretera y los campos aledaños. Y Consum sufrió un desprendimiento de parte del techo interno, producido por las goteras, y como se inundó tuvieron que cerrar de forma inmediata.
Además de los bajos, casas y garajes inundados en Llombai y Catadau, muchos coches fueron arrastrados por la fuerza del agua, que los hacía chocar entre sí o contra algunos árboles, los que, en cierto modo, sirvieron como tope para que el agua no se los llevara por delante. Comentar el caso de una mujer, atrapada en su coche, que tuvo la “suerte” de que este se “atascara” contra el tronco de una palmera en la avenida Ausias March, de Llombai, y a la cual tuvieron que salvar dos vecinos, sacándola del coche como pudieron. También cabe señalar que algunos barrancos cercanos al pueblo se desbordaron, como el barranco de Cagarrina y el de la Fadrina, lo que supuso un incremento muy notable de agua que inundó la zona de la carretera CV-50 y la zona de la EFA “La Malvesia”.
La peor parte de esa “riada” se la llevaron en Catadau, ya que toda el agua de Llombai y del “Algamer” iba a parar allí, principalmente las calles Virgen del Carmen, calle Nueva, el inicio de la calle Mayor, calle Alzira y parte de la calle Diputación y Cervantes (lo que conformaba el antiguo Rabal y zona del Calvario de Catadau), además de toda la que estaba lloviendo en esos momentos. Por ello, buena parte del tramo de la carretera CV-520, llamada avenida Alfarp entre Llombai y Catadau, quedó inundada y muchos de los coches estacionados en esa zona fueron arrastrados rápidamente, como fue el caso del de mi amiga Alina, quien desde la ventana vio lo que ocurría con estupor, más sin tiempo para reaccionar; un caso parecido al del amigo Alfonso, en la misma calle. Además, los coches que estaban aparcados en la calle Diputación quedaron totalmente inundados, como le ocurrió al de mi amiga Ana R. y a tantos otros, sumándose al problema que muchos de esos coches son eléctricos o híbridos, y por tanto “murieron” casi en el acto, al inundarse.
Cuando la intensidad de la lluvia amainó y comenzó a bajar el nivel del agua, rápidamente nos pusimos todos los afectados a intentar sacar toda el agua de dentro de nuestras casas, garajes, patios, etc. Un agua mezclada con barro que en algunos puntos llegó a más de un metro veinte o metro cincuenta de altura, causando numerosos destrozos donde entró. Por suerte, en ese momento aún funcionaba la luz y pudimos abrir las puertas del garaje (muchas hoy día se abren y cierran de forma “electrónica”), y comenzamos a desaguar con escobas, con los recogedores o con cubos. Ahora bien, algunos coches que pasaban por la calle creaban “Olas” que hacían que el agua nos entrase de nuevo en las casas afectadas.
Curiosamente, al cabo de un rato recibí una llamada de teléfono de Saray Fajardo, periodista del diario Levante EMV, y puede contarle como iba la situación, a la vez que le enviaba algunas fotos de la situación vivida, material con el que publicó un artículo (cuyo enlace es: https://www.levante-emv.com/ribera/2024/10/29/habiamos-vivido-situacion-llombai-110799834.html).
He de decir que una particularidad muy propia de Llombai y los pueblos vecinos es que, cuando llueve bastante, hay la “tradición” de acercarse hasta el rio, en la zona del Badén, para ver la crecida, y esa mañana algunos vecinos fueron a ver la riada y a hacer algunas fotos y vídeos. A esas horas sabíamos que en Utiel el rio Magro se había desbordado y, por tanto, el rio venía crecido. El problema es que al no estar el cauce limpio y estar lleno de cañas y otras plantas, al arrastrarlas el agua, estas comenzaron a taponar los ojos del puente… haciendo que el agua comenzase a saltar ya por encima del Badén, en torno a las 11h de la mañana.
Volviendo al pueblo, una vez sacada la mayoría del agua de casa, decidí ir a la casa de la calle Mayor para ver si esta había sufrido algún desperfecto o tenía goteras, y al llegar, acompañado por mi hermana, vimos que la casa estaba inundada, consecuencia de que al remodelar la calle Mayor quitaron las aceras y los bordillos, y ahora solo quedan los bancos de las puertas como protección y tope y, al caer tanta agua e inundarse la calle, esta había entrado prácticamente sin obstáculos por debajo de las puertas. Y eso que la noche anterior, en previsión a la lluvia, había puesto unas mantas por si acaso, para que empaparan alguna posible filtración.
En la zona de la andana vimos que había entrado agua por una gotera desde el tejado, y en el corral vimos con estupor la marca del agua en la pared, ya que allí, una de las zonas altas del pueblo, el agua había alcanzado los 30 cm. Y además, habían aún bloques de granizo compactado que aún no se habían fundido. Así que nuevamente nos dedicamos a recoger agua, aunque la diferencia era que esta era solo agua de lluvia y estaba limpia.
Sobre las 14.15h poco más o menos nos dirigimos a casa, a comer, y comenzaba nuevamente la lluvia… pero con fuertes rachas de viento, que molestaban bastante. Y en un momento dado, mientras estábamos comiendo, comenzó a escucharse un fuerte vendabal que se intensificaba por momentos. Al acercarme hacía la puerta se veía un gran resplandor blanco por el cristal y se oía un fuerte aullido del viento y, empujando la puerta, cerré con llave por si acaso. Suerte que no abrí, porque se había formado un pequeño huracán o tornado que arrancó tejas, placas solares, canales de cobre, las puertas de madera del antiguo almacén de la cooperativa, algunos árboles… e incluso se encarnizó con las placas metálicas de la fachada del Economy, causando graves daños. Luego supe que en la zona del Rabal de Llombai, a una vecina, Juani, le arrancó gran parte del tejado; así como que a una prima de mi madre le entró por la ventana un palo de madera, que por suerte no le dio a ella. Lo que no sabríamos hasta pasados unos días, es que se habían formado distintos huracanes y uno de ellos, sino el mismo, desde Carlet al Marquesat había arrasado y doblado todas las torres de la luz, volcando o partiendo a su vez la mayoría de los postes de madera y la línea, lo que provocaría que nos quedásemos sin luz durante tres días.
A las 15:15h llovía torrencialmente y fue cuando comenzaron los cortes de luz, así como a fallar la red y la cobertura en los teléfonos, y al momento vimos con preocupación como el nivel del agua en las calles volvía a subir. A las 15:35h del día 29 ya nos habíamos quedado sin luz ni red, quedando incomunicados y no sabiendo nada del resto de la Provincia, ni de la tragedia que estaba por venir en las poblaciones afectadas por el barranco del Poyo.
A las 16h poco más o menos sufrimos una segunda inundación en casa, algo inaudito, porque por más que intentamos taponar las puertas con mantas, toallas, tablas y sacos no sirvió de nada, y esta segunda inundación fue mucho peor que la primera, entrando más agua, barro y suciedad en toda la casa, tal y como también ocurrió en numerosas viviendas más. Pero, aparte del agua, también molestaba mucho el fuerte viento que soplaba. Cabe mencionar que ese día, en la mayoría de las viviendas tendrían que recoger agua, bien por las goteras, por entrarles por galerías o corrales, por la propia “riada” o inundación, etc. Y en nuestra casa, esta segunda vez también nos entró agua en la zona de la andana (buhardilla), aparte de en la planta baja y el garaje.
La impotencia era brutal, pues veías como subía el nivel del agua sin poder hacer nada, mientras por la ventana observabas como la calle se había transformado en un caudaloso rio que no respetaba las mesas ni las sillas de las terrazas de los bares, que flotaban y “nadaban” con la corriente, e incluso algún coche volvió a verse afectado. Pero en vez de parar, a las 17h se intensificó nuevamente la lluvia y no sería hasta tres cuartos de hora después cuando comenzaría a dejar de llover y descender el nivel en la calle. No obstante, el problema que teníamos ahora era que estábamos sin luz, ni red, y para intentar sacar el agua teníamos que utilizar cubos, pues la puerta del garaje por ejemplo no pudimos abrirla, mientras que por la puerta principal nos servimos de escobas y recogedores de agua.
Ahora bien, el padecimiento de ese día 29 aún no había terminado para nosotros, porque a las 19h comenzó otra vez a llover con fuerza, intensificándose hacía las 21.15h, hora en que la policía local de Llombai nos avisó por los altavoces que continuábamos en riesgo, que no saliéramos de casa, que si podíamos subiésemos a zonas altas durante la noche y que había fallado el sistema eléctrico.
En el caso de una vecina de Llombai que necesitaba oxigeno las 24h por prescripción médica, tuvieron que ir desde el ayuntamiento hasta su casa para prestarle unos generadores para que pudiese estar conectada, ya que era una cuestión vital, y así logro pasar los días que nos vimos afectados e incomunicados sin luz, agua y sin cobertura. Y otro vecino al que los efectos del tornado y la riada sorprendieron fuera del pueblo, tuvo que intentar regresar en coche desde Real, pero debido a que las aguas del rio inundaban la carretera y no era seguro pasar con el coche, tuvo que caminar varios kilómetros a pie, de noche y bajo la lluvia, hasta poder llegar a Llombai.
A la hora de la cena, con el agua y el barro dentro de casa sin poder limpiarlo ni sacarlo adecuadamente, nosotros aún fuimos afortunados ya que teníamos gas y paellero y, por tanto, pudimos cocinar, a excepción de muchos de nuestros vecinos que tenían todo eléctrico y tuvieron que conformarse con fruta o fiambres. No obstante, nuestra preocupación era que en las calles volvía a subir el nivel y podíamos sufrir una tercera inundación, como efectivamente algunos vecinos sufrieron esa noche. En mi casa, por suerte, faltaron “dos dedos” para que volviese entrar el agua, y cuando a las 22:45h fue dejando de llover y comenzó a descender el nivel, pudimos respirar más tranquilos, aunque la oscuridad era tal que parecía “la boca del lobo”.
Otra particularidad a mencionar era que la avenida Ausias March parecía un rio enorme y hacía un ruido atronador. Un sonido que algunos vecinos de Alfarp me comentaron que hizo el rio Magro a su paso por la localidad, la cual al estar situada más alta fue la menos afectada de las tres, pero todos coincidían en que el sonido del rio no les dejó dormir porque “bramaba” y “daba miedo”. Y por primera vez en la historia del puente de Alfarp (construido en 1931), ha de señalarse que el agua “saltó” por encima del puente. Algo inaudito, que jamás se había visto, pues el lecho del rio es muy amplio en esa zona y hay bastante altura desde este hasta el puente (y en parte eso explica el desastre sufrido en L’Alcúdia y en Algemesí, ya que en Llombai y Alfarp el cauce del rio es muy ancho, y aun así se agrandó más el día 29 por la gran cantidad de agua que contenía, pero dicho cauce se estrecha un poco en Carlet, donde aún es amplio pero ya rompió el puente que lo atraviesa, pero al llegar a L’alcúdia y a Algemesí vino un mayor desastre, ya que el cauce se estrecha considerablemente y, claro, toda esa agua de desbordó e inundó a las poblaciones).
Sin luz, con cirios, linternas o lámparas portátiles, lo único que pudimos hacer esa noche mi madre, mi hermana y yo fue recoger toda el agua de la andana, pues esta era agua “limpia” de lluvia. Toda la escalera, hasta la planta baja que aún permanecía semi-inundada, entre mi padre y mi madre la habían limpiado mientras nosotros nos habíamos ido a la otra casa. Y es que ese día, en muchas casas se necesitó ayuda de parientes, vecinos o familiares, para intentar limpiar lo que se pudo, y sacar el agua que se pudo.
Sobre las 23.30h decidimos acostarnos, pues poco más podíamos hacer, “rezando” para que no hubiese otro diluvio ni nuevas sorpresas o inundaciones; solo cabía esperar a que fuese de día para poder hacer alguna cosa y continuar limpiando. Posteriormente, al hablar con algunas personas mayores, alguna mujer me dijo que incluso llegó a rezar las antiguas oraciones que decían sus madres o abuelas y a quemar ramas de olivo para intentar “alejar la tormenta”, como antaño se hacía en momentos de desesperación.
Esa noche, incomunicados y sin saberlo, el rio Magro se llevaría por delante campos, caminos, carreteras, árboles etc., inundando las poblaciones mencionadas de L’Alcúdia y Algemesí, y arrancando uno de nuestros puentes que estaba afectado desde las intensas lluvias del 2022, en la zona del barranco de Ferrando, y dejando aislado el Badén. La razón, aparte de toda el agua que ese día llovió en Llombai (que fueron 424,4 litros por metro cuadrado), era el agua que traía el rio desde Utiel y Requena y todos los lugares situados más arriba, donde había estado lloviendo sin parar. Destacar asimismo que el embalse de Forata (con capacidad para 37 hectómetros cúbicos), el día 29 pasó de tener solo 5,86 hmᶾ a las 12:55h del mediodía, a 36,90 hmᶾ a las 19:10h de la tarde. Por tanto, para evitar que colapsara y se desbordase, lo que hubiese podido ser mucho peor para nuestras poblaciones por estar situadas “por debajo” del pantano, los técnicos tuvieron que abrir las compuertas para desaguar, lo que supuso un aumento considerable de los ríos Magro y Mijares. Y claro, esa agua, sumada a toda la que llevaba el rio, más la de los barrancos que desembocaban en el rio Magro, explica su caudal, la barbaridad que el rio arrastró, arrancó y se llevó por delante a su paso por el Marquesat y los pueblos vecinos.
El miércoles 30 de octubre nos despertamos ya sin lluvias, pero comprobamos que no teníamos agua, luz, ni red, con lo que el problema se prolongaba en las casas afectadas por la “riada” y el temporal, ya que continuábamos sin poder limpiar el agua y barro que aún teníamos dentro de casa. En las zonas altas del pueblo, la ventaja fue que el agua que entró era agua de lluvia, y una vez recogida y limpia, sus casas quedaron bien. No obstante, como no había luz, muchas casas se encontraron que no podían cocinar ni hacerse un simple café. Anecdóticamente, en casa de mi tía Carmen, en el Rabal de Llombai, como ella tiene cocina de gas y saben que por la mañana van algunas vecinas y amigas a tomar café, ese día acudieron algunas personas de más a interesarse por como estaba y de paso, a tomarse un café de cafetera.
Debido a que no podíamos hacer gran cosa, pues lo básico, que era limpiar, no era posible por falta de agua, tanto en la calle como dentro de las casas, garajes y bajos de la zona del Algamer, mi hermana y yo nos fuimos a ver el rio a su paso por Llombai… y cuando llegamos se nos cayó el mundo a los pies, ya que el rio había arrasado campos, algunos caminos de tierra, la carretera, e incluso en principio pensamos que el puente del badén (aunque afortunadamente se salvó, manifestando que las obras bien hechas y con buenos materiales siempre están bien hechas, y este, construido en 1968, había logrado resistir, eso sí, taponado y cubierto completamente de cañas). El cauce del rio, muy amplio ya de por sí, se había ampliado más de 500 metros, y ya nos dijeron que el agua se había llevado por delante más de 200 hanegadas de tierra, con árboles, márgenes de piedra, etc. Además, mientras estábamos contemplando el espectacular paso de las aún crecidas aguas del rio Magro, nos enteramos por algunos vecinos de que el puente de Carlet lo había roto, y que corríamos el riesgo de que el embalse de Forata reventase si continuaban las lluvias abundantes, ya que estaba al límite de su capacidad.
En ese momento yo ya comenté que esta era la mayor riada y temporal sufrido en nuestra zona, el cual venía a sustituir el del año 1919, conocido como “la riada de Sant Miquel”, de la cual nos había llegado memoria a partir de los más mayores, en mi caso por mi abuelo Vicente (y que yo recopilé en mi libro “Crònica del Marquesat. Història i memòriesdelsnostrespobles”).
De ahí nos marchamos hacía Alfarp, ya que nos dijeron que había algo de cobertura en la zona de entrada al pueblo, cerca del puente. Nuestra idea fue, aparte de ver como estaban las cosas por allí, poder comunicarnos con nuestra tía, la cual vive en València, para que supiese que estábamos bien, aunque incomunicados. No obstante, la señal era muy débil y al final, aunque logramos contactar, tuve que enviar un sms por el teléfono porque la comunicación se cortaba.
Respecto a la visión del puente, aparte de comentar que el agua había pasado por encima de este, hecho que había dejado a todos estupefactos, pudimos ver la gran cantidad de agua que llevaba el Magro; que gran parte del puente, sobre todo el puente viejo, estaba cubierto de cañas, que la pista de atletismo y el campo de futbol había desaparecido, un contenedor estaba encima de las escaleras del trinquet, y en dicho edificio se veía la marca que el rio y el barro había dejado en las ventanas.
Un poco más abajo, en la zona de la Estufa, el rio había arrancado el badén que hacía de puente, la carretera, la acequia, el camino de tierra y parte de los campos, como fue el caso de mi tío Manolo, que perdió medio campo de kakis (https://www.levante-emv.com/ribera/2024/11/01/agricultores-trabajar-dano-hecho-alfarb-dana-valencia-111111516.html). Un poco más adelante, hacía el cementerio, se apreciaba como el rio había variado parte de su curso, arrasando distintos campos y caminos y se apreciaba claramente como había ampliado su cauce.
Hacía la zona de la ermita de Sant Antoni, en Llombai, algunos árboles habían caído, así como algunos muros de chalet y algunos márgenes de campos. En la rotonda de los olivos, en la CV-50, parte de los olivos estaban rotos y en el suelo como consecuencia del tornado. Y al pasar por Catadau, supe que la avenida de Santa Bárbara también se había convertido en una especie de rio que desembocaba hacía la plaza de la fuente. Al pasar con el coche se apreciaba la cantidad de barro que quedaba en las calles y en algunas casas de la zona inundada se percibía ya movimiento, sacando enseres y muebles a las puertas de las casas.
En Llombai, en la calle Maestro Torres (conocida como el Rabalet), aparte del barro se apreciaban los efectos del tornado con canaletas dobladas, tejas rotas, ventanales hundidos y arrancados y la falta de la puerta del almacén viejo de la cooperativa, ya que después de que el tornado la arrancase, “la riada” de la tarde se la llevó por delante.
Otro problema añadido era que la mayoría de tiendas y negocios no podían abrir sus puertas, ya que se necesitaba luz para ello… y algunos de ellos “abrieron” por las puertas de sus casas o por las puertas traseras. Asimismo, y como ya he comentado, al no tener luz muchos vecinos seguían sin poder cocinar, por lo que en mi casa, como teníamos paellero y gas, hice una paella “de riada” (aprovechando las verduras que teníamos en la nevera), para mi familia, algunos vecinos y algunos familiares. Y en este punto hay otra anécdota… y es la llegada de una vecina que en cierto modo “nos la trajo la riada”. Resulta que, en un momento dado, mi madre vio en medio de la calle a una chica toda arreglada y maquillada que parecía un poco desubicada. Parecía que buscase algo, o a alguien; mi madre se le acercó y resultó que vivía en Llombai desde hacía apenas un par de meses, sin conocer aún a nadie y ese día era su cumpleaños. Uno de los vecinos le había dejado su garaje para guardar su coche, que tenía abierto para que se secase y ventilara, ya que había quedado bastante afectado del día anterior, y ella esperaba verlo para recoger el vehículo. No obstante, al hablar con mi madre la chica le comentó que tenía idea de marcharse a pasar el día con sus hermanos, y mi madre tuvo que informarla de que estábamos incomunicados y que no se podía salir del pueblo. Ante esta revelación, la chica, cuyo nombre era Vicky, preguntó si podíamos indicarle un bar donde poder ir a comer, y al decirle que debido al desastre y al no haber luz ese día todo estaba cerrado, ella comentó resignada que se marcharía a su casa y se soplaría sola las velas, pues ese día cumplía años. Mi madre primero, y nosotros a continuación, la invitamos a compartir con nosotros la comida y, de paso, celebrar su cumpleaños. Ya dice el dicho que ¡a mal tiempo… buena cara!!
La comida fue un poco surrealista, ya que teníamos barro y agua en el suelo, sillones, bolsos, mochilas, ordenadores, etc. por encima de las sillas y los sofás, no había casi luz… más estábamos todos compartiendo con harmonía la paella y una botella de vino. Y a la hora del café, preparamos una cafetera y, en el paellero, hicimos café para todos.
En este punto me enteré por mi madre que un vecino de Llombai, padre de mi amiga Alina, estaba desaparecido desde el día anterior y no tenían noticias suyas, por lo que tanto su mujer como su hija estaban muy preocupadas. Al saberlo, me acerqué hasta su casa y en ese momento salían ellos, porque él acababa de llegar a casa después de 24h sin poder comunicarse, pero sano y salvo. Ante este feliz hecho nos saludamos, nos despedimos y yo regresé a casa tranquilo, ya que lo principal es la vida, pues todo lo demás tiene solución y remedio.
Como nos habían dicho que había algunos lugares con cobertura, intentamos ir a “cogerla” por la rotonda de la gasolinera de Catadau, pero allí no pudimos “conectarnos”; por la zona de la calle Alfarp-calle Gandía, en Llombai, donde también había gente con el móvil, nosotros tampoco conseguimos cobertura, y finalmente subimos hacía la zona de la ermita de Sant Antoni, donde allí sí que tuvimos señal, muy débil, pero pudimos enviar algún mensaje e indicar nuestra situación en el estado en las redes sociales: estábamos bien. Y eso fue un alivio para muchos familiares, amigos y conocidos, ya que ellos, por salir en todos los noticiarios, sí sabían la desgracia que había pasado en las poblaciones de Paiporta, Catarroja, Benetússer, Sedaví, Alfafar, Aldaia, en la pista de Silla… y ahora por fin sabían que estábamos bien.
Esa noche, aprovechando que un primo de mi madre había podido llegar al pueblo con un 4×4 desde Alginet y nos había traído pan, al igual que unos amigos de Carlet habían venido por la montaña y nos habían traído garrafas de agua en su furgoneta, hicimos sopa de ajo para cenar (pues en mi casa hay costumbre de hacerla cuando llueve, pero el día anterior ni teníamos pan ni habíamos podido), y la nueva vecina también nos acompañó, al igual que una tía nuestra que cenó con nosotros, pues continuábamos sin luz y solo teníamos unas lámparas portátiles o cirios. Y así pasamos el día, con agua y barro en la casa, esperando, sin poder hacer prácticamente nada más.
El jueves 31, sobre las 9:30h de la mañana, volvimos a tener agua corriente y ya nos pusimos a intentar limpiar el barro, que nunca terminaba de desaparecer del todo, así como a tirar lo que ya no servía. Ese día fue aprovechado por muchos de los afectado para intentar ir ya volviendo a la “normalidad”. Y en un momento dado, mientras echábamos el agua a la calle, como seguíamos sin luz, una de nuestras vecinas vino a decir que las gambas y el mero que tenía en el congelador se le estaba descongelando y, como mi madre también tenía gambas, decidimos volver a juntarnos para comer y hacer fideuá, juntando lo que teníamos.
Sobre las 14:30 – 15h volvimos a tener luz por fin, cuando ya estábamos en la mesa dispuestos a comer y, aunque con cortes, la luz volvió a ser una realidad. Luego supimos que habían instalado generadores para solucionar momentáneamente el problema eléctrico, mientras arreglan las torres que el tornado había derribado, dando servicio a los pueblos. Mi zona, la parte baja del pueblo, ya tenía luz y agua, más la parte alta del pueblo no tuvo luz hasta la mañana siguiente. La cobertura tardó un poco más en llegar, pero a lo largo de esa tarde volvimos a tener red.
Después de comer, mis padres mi hermana y yo nos pusimos a limpiar, y abriendo por fin la puerta del garaje, echamos el agua que quedaba y ya con las fregonas comenzamos a quitar todo el barro que nos quedaba, tirando directamente las mantas y toallas que estaban impregnadas y llenas de barro. Y así estuvimos hasta la hora de cenar, limpiando sin parar, seleccionando lo que valía y lo que no valía, intentado salvar lo que podíamos, etc.
Esa noche volvió a llover y todos miramos con preocupación hacia el cielo, pero duraron poco las lluvias y ya respiramos con alivio. Ahora bien, cuando por fin pudimos darnos una ducha con agua limpia y caliente fue como un regalo, apreciando lo afortunado que somos y lo poco que a veces valoramos lo que tenemos, y ahí sí que nos relajamos y pudimos dormir esa noche más reconfortados.
El viernes 1 de enero, día de Todos los Santos, por la mañana estuvimos arreglando y limpiando por casa hasta mediodía, cuando fuimos a hacer la visita a nuestros difuntos al cementerio. En nuestro caso, por primera vez, no pudimos poner la flor natural ni limpiar las lápidas, ya que estábamos con toda la limpieza de casa, que era prioritaria. Por ello, decidimos que en Navidad ya lo compensaremos.
Volvimos a casa y terminamos de apartar las impresoras y el escáner que se habían dañado con el agua y el barro, así como diferentes enseres que teníamos debajo de la escalera. Al poco, aprovechando que aún quedaba algo de luz natural, mi hermana y yo nos acercamos a ver el azud de Llombai, ya que nos habían dicho que si parte de la carretera se la había tragado el rio, pero afortunadamente la CV-50 estaba bastante bien, a excepción de un trozo un poco afectado en un lateral, ya que el rio había descarnado el terreno. Con estupor vimos que muchos campos habían desaparecido totalmente, que había postes de hierro y de madera en el suelo, montones de cañas por los laterales y algunos campos, y que la propia presa del azud, rota en un trozo en el 2022, se había roto completamente ahora.
Con el coche comprobamos que ya se podía ir hasta Real y Montroi, con lo que la carretera por ese lado quedaba abierta y, como comenzaba a chispear, decidimos volver a casa. Por suerte, de camino, nos detuvimos y pude comprobar como el Arquet, un pequeño arco de época romana que sirve para comunicar una acequia a modo de mini “acueducto”, se había salvado y resistido el temporal y el agua que le bajaba por el barranco de Montaña. No obstante, el camino y los campos donde está ubicado estaban destrozados y devastados.
De dicha noticia informé a la concejala de Cultura, así como al diario Levante-EMV que hizo eco de la noticia: https://www.levante-emv.com/ribera/2024/11/06/restos-romanos-llombai-resisten-dana-111427578.html
Esos días también fui testigo de cómo muchos vecinos habían perdido muchos bienes materiales de sus casas, garajes y patíos; como dos grandes camiones proporcionados por el ayuntamiento de Llombai, ya que el Ecoparc estaba lleno con todo lo que los vecinos habían desechado, se encargaban de recoger dichos trastos para tirarlos. También vi a algunos negocios sacar sus muebles llenos de barro para trata de limpiar lo que podían en la calle; Así como a unos vecinos intentando durante varios días desaguar un garaje que estaba lleno de agua. Por otro lado, también supe de algunos vecinos y vecinas de Llombai y de Alfarp, concretamente, que habían sufrido algún accidente o caída durante esos días y tenían muñecas vendadas, costillas, dedos y clavícula rotos, moratones en la cara, etc. Y lo peor es que en el momento que se produjeron las caídas, roturas o contusiones, los consultorios médicos de los pueblos estaban cerrados y estas personas habían tenido que aguantarse el dolor hasta poder ir, al cabo de unos días, a Carlet para recibir algún tratamiento, en los mejores casos, o recomendaciones de reposo en otros.
Además, también supimos que algunos vecinos que no se habían visto afectados personalmente en sus casas, coordinados en los bajos del ayuntamiento, se ofrecieron como voluntarios para preparar bocadillos y enviarlos a otros pueblos más afectados y con mayores necesidades que nosotros, así como para enviar productos de limpieza y de primera necesidad, mostrando su humanidad y generosidad.
En esos días también hay que agradecer a los pequeños comercios de los pueblos su función, ya que fueron los que nos “salvaron” y nos ofrecieron alimentos y agua, pudiendo comprar y abastecernos de lo indispensable, ya que Consum y Economy tardarían más de una semana en abrir sus puertas, mientras reparaban todos sus desperfectos producidos por el temporal.
El domingo 3 de noviembre nos pusieron de nuevo en alerta, pero nosotros no recibimos tampoco las famosas alarmas en los móviles. Aunque tocados por lo que nos había pasado y lo que nos había afectado, al ver las incontables tragedias y desgracias de las que nos informaban en televisión referentes a otros municipios, así como por el gran número de víctimas, aún nos sentimos afortunados ya que aquí en el Marquesat, por suerte, no hubo que lamentar ninguna pérdida humana y con eso nos conformábamos (por mi parte, supe de la desaparición del padre de dos alumnos míos, al cual encontraron sin vida el día 2 de noviembre, y eso sí que fue un golpe duro, pues era un conocido que deja a sus dos hijos, que en ese momento aún tenían 14 años, huérfanos de la noche a la mañana).
En los días posteriores, cuando por fin pude ir a dar una vuelta por el término municipal y los campos, vi la gran devastación que la Dana nos ha causado. Aparte de los campos desaparecidos o arrasados, muchos arboles aparecen arrancados, márgenes de piedra en los lindes de los campos han caído dentro de ellos o de las acequias. En algunos campos aparecen grandes agujeros, algunas acequias se han roto al ser de tierra, y cerca del rio incluso encontré tres fragmentos de lápidas con restos de inscripciones… que no sé cómo han llegado ahí. Y es que, aunque en el pueblo la gota fría fue muy fuerte y ha afectado a muchos vecinos y a sus hogares (al igual que ha ocurrido en parte de Catadau), lo que más ha padecido y donde la Dana ha sido brutal… es en el término municipal.
En definitiva, aquí relato de forma general lo que vivimos en el aciago día del 29 de octubre de 2024, y los efectos que tuvo y de los que fuimos testigos. Confiemos que poco a poco podamos ir subsanándolos, recibiendo ayudas para reconstruir ánimos, casas, caminos y espacios naturales, así como los puentes para acceder a los campos de la zona de Alèdua y la Marquesa, pues a ellos ahora solo se puede acceder cruzando por el puente de Alfarp, y que esto nos sirva como lección para poner medios y prepararnos para el futuro. Habrá cosas que no volverán a ser igual, como la zona del Badén en el rio, por ejemplo, y es que en cuestión de minutos puede cambiarnos la vida, para bien o para mal. Por tanto, hay que intentar disfrutarla y cuidar de las personas que tenemos cerca, porque al final son lo más importante.
Por nuestra parte, creo que nunca olvidaremos este temporal y lo que vivimos durante esos días. Existe un amplio reportaje de fotografías del Cronista Oficial de Llomabia de la DANA a disposición de los interesados.
FUENTE: V.S.V (LLOMBAI. noviembre de 2024)