POR FERNANDO BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Llegadas las fechas navideñas, el mundo occidental inicia una efímera etapa de solidaridad que se corresponde con muestras caritativas y piadosas, que tratan de aportar sentido cristiano a esta celebración. Tradicionalmente, la llegada de la Navidad se acompañaba de ciertas medidas de gracia que pretendían mostrar la cara amable del sistema para con los más necesitados. Amnistía para algunos presos o reparto de panes a los pobres, era el común denominador durante unos días donde todo parecía ser diferente, un espejismo donde la caridad servía para limpiar conciencias o esquivar responsabilidades sociales durante unos días al año.
En tiempos más inmediatos, serán los poderes públicos los que organicen actos para abastecer a las familias que no tenían para comer durante todo el año, incluida la Navidad. Para ello se crean comisiones, desde los ayuntamientos, para que en unos días tan señalados, de paz y amor, los vecinos más pobres tuviesen algo que llevarse a la boca, aunque fuese pan para hoy y hambre para mañana. El problema de la indigencia, de gran parte de la población, era de carácter estructural y las medidas compasivas y misericordiosas poco aportaban.
Creada la comisión de beneficencia, el ayuntamiento acomete la función de organizar las cenas de navidad para los pobres de la ciudad, cenas para las que el consistorio no ponía ni un céntimo, sino que administraba las aportaciones de particulares para el fin perseguido. Por este sistema se consigna la cantidad de 2.185 Pts para repartir 310 cenas entre familias menesterosas de Cáceres en las navidades de 1935. Este dinero, recaudado entre particulares y empresas locales, servía para que el día de nochebuena, los más necesitados, cenasen un menú a base de patatas con arroz y bacalao y carne de primera, acompañado de pan y figuritas de mazapán. En total se reparten 310 panes y la misma cantidad de botes de tomate, 60 Kg. de arroz, 155 Kg. de bacalao de Escocia, 154 Kg. de carne, 60 Kg. de arroz y 77,5 Kg. de mazapanes.
Lo gastado en los diferentes comercios de la ciudad, en los que se podían canjear los vales entregados a las familias necesitadas, sumaba la cantidad de 1.908 Pts. por lo que se crea un remanente de 277 Pts que es entregado, en metálico, a diferentes instituciones como la Cantina Escolar, los Comedores Escolares, el asilo de las Hermanitas de los Pobres o el asilo de las Concepcionistas. De esta manera se cubría el expediente para con los más necesitados y hasta la próxima Navidad.
La atención a los desvalidos era una quimera que duraba poco, si acaso para cenar un día concreto, el resto del año cada cual tenía que buscar los recursos básicos, al margen de la beneficencia. Siempre quedaba la posibilidad que tocase la lotería o que algún alma caritativa proveyese del tradicional aguinaldo.