POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Maestro zapatero que tomó la batuta, el testigo de don Andrés Mena. El maestro Antonio fue un hombre bueno, sencillo y humilde. Vivió en las calles Carreras y Jacinto Benavente. Su apelativo cariñoso del “pito gordo”, era porque tocaba la tuba. Fueron años acuñados por el desinterés de los insignes e ilustres responsables municipales. Preocupado el maestro Antonio, aliviaba aquellos sofoques con el trago espirituoso que le proporcionaba un compás binario. Junto a la templanza y paciencia que sentía a la orilla del Guadiana en el arte de la pesca. Tuvo como compañeros en el deporte de la caña a Sancho Vaca, Antonio Gallardo Cruz y Bartolomé Guisado, entre otros.
Antonio Rico tuvo cuatro hijos: Julián, Leonor, Francisco y Rodrigo. Julián, memoria cierta de unos dedos acariciando los teclados de su saxofón, dio el nombre a la caseta de la Confederación Hidrográfica del Guadiana, en el canal de Lobón, junto a Guadajira, donde trabajó, conocida por los guadajireños por la “Caseta del Músico”; Julián supo cosechar con oficio, maestría y fama, innumerables éxitos en los templos de la música y el baile. Entre sus destacadas composiciones sobresale la portentosa y festiva pieza a la que él puso el nombre de “La Eustaquia”, embeleso de sinfonía popular.
A la zapatería, la música y la pesca, le sumaba el maestro Antonio Rico otra dedicación: darle cuerda al reloj de la torre de la iglesia de San Pedro cada tres días. Cuando su condición física, padecía de hernia intestinal, no le permitió subir la fatigosa escalera de la torre, traspasó tan saludable oficio al popular Juan Méndez, la Juani.
Al aire de aquel fotograma del maestro Antonio Rico y sus veinte músicos, vestidos con aquel uniforme de color gris azulado, camisa blanca y corbata negra; adornadas las chaquetas con botones de latón dorado y gorra de plato con una lira, símbolo de la música. Cuando llegaban los festejos, director y músicos paseaban por las calles desde la Plaza de Abastos hasta aquella portátil instalada en el antiguo campo de fútbol Santa María, hoy colegio Padre Manjón. Imagen y sonido que ahora retengo por la calle de Papas, bajo el revuelo de la chiquillería, al compás de los sones chín-chín; tarara-chín-chín del pasodoble “Clavelín”.
En la plaza, el maestro Antonio ordenaba a los músicos tocar “La Giralda” porque se la sabían de memoria; sin tener que mirar las partituras podían ir viendo el prodigio sobre la arena del arte por naturales del maestro realizando con empaque su faena, mientras soplaban los pitos. Al aire de aquellos músicos: Ángel Acevedo, Luis, Marín, Madruga, Vélez, Juanito el panadero, José el de la Puebla, Amante, Antonio el molletero y Antonio Enrique, entre otros.
Director y músicos, maestro y discípulos tuvieron que entonar en el año 1965 el gori-gori de aquella Banda de Música por el decreto de tan insensibles autoridades municipales que firmaron el certificado de su desaparición.
CONTINUARÁ