POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA. CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Hay constancia de qué en Ulea a finales del siglo XVIII los arrieros hacían su venta ambulante pregonando la bondad de sus mercancías por las calles angostas y empinadas del pueblo, con el beneplácito de Joseph Piñero López, Regidor del Ayuntamiento.
A principios del siglo XIX, se ubicó un mercadillo estable, mayoritariamente de frutas y hortalizas, en la plaza mayor del pueblo.
Dicho mercadillo se efectuaba con una periodicidad semanal- todos los domingos por la mañana-. A su vez, algún miembro de los mercaderes que portaban frutas y hortalizas seguían vendiendo de casa en casa, como lo hacían antaño, hasta que en fechas recientes quedó prohibida la venta ambulante de cualquier mercancía.
Al celebrarse el mercadillo en domingo por la mañana, coincidía con el horario de la celebración de la Santa Misa y, como consecuencia, se originó una gran colisión entre el clero y las autoridades uleanas ya que los curas se quejaban de que los mercaderes proferían fuertes voces, a veces blasfemias que interferían el recogimiento de los fieles que asistían a la misa dominical.
A tal encono llegó la situación que, el cura propio asignado de la parroquia de San Bartolomé, Joaquín López Yepes, durante una homilía exhortó a los vendedores ambulantes a que no chillaran y, menos, que profirieran blasfemias rogando que, por favor, se cumpliera esta advertencia durante el tiempo que durara la celebración de la Santa Misa.
Por si fuera poco el bullicio que se armaba los domingos por la mañana, por las calles, muchos de los vendedores venían de otros pueblos y llegaban durante la madrugada con el fin de que, al amanecer, tuvieran montados sus puestos. Sin lugar a dudas, las continuas voces y el ruido de las caballerías, perturbaban el plácido sueño de los ciudadanos.
De todas estas costumbres se desprendían desacatos a la autoridad y ofensas a Su Majestad Divina, por lo qué, ante la dificultad de poner orden, el cura Joaquín López Yepes, se entrevistó con el Alcalde de Ulea, D. Joaquín Miñano Pay, el día 21 de abril de 1851, con el fin de poner remedio a tales desmanes. A la vista de la constatación de dichos problemas, convinieron trasladar el mercadillo público a los lunes por la mañana.
El mercadillo público se siguió celebrando los lunes pero, siguió ubicado en la plaza mayor del pueblo hasta qué, en la década de 196o-1970, se trasladó a otros lugares del pueblo, dejando la plaza expedita ya que, con el advenimiento de coches y camiones, la amplitud de la plaza debía estar libre para que los vehículos rodados pudieran efectuar las maniobras pertinentes para poder regresar ya que, por el oeste del pueblo no había salida.
De allí, el mercadillo siempre los lunes, se trasladó a la calle O’Donnell- junto a las cuatro esquinas, pero duró poco tiempo ya que se formaban grandes aglomeraciones y se perturbaba el tráfico. De allí se trasladó a la bifurcación de la calle Binondo con el camino del Matadero, que afortunadamente, había sido arreglado y acanalado el brazal del algarrobo.
Sin embargo, durante el tiempo que duró la restauración de la antigua fábrica de miel y, con anterioridad, Teatro Reina Victoria, el mercadillo fue trasladado- de forma provisional- a la calle Heredia Spínola. Una vez finalizadas las obras, el mercadillo volvió a ubicarse en su antiguo emplazamiento y allí, «todos los lunes», como es tradición, sigue celebrándose.