POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Al otro lado siempre hay alguien esperándote. Por eso escribo. Por eso vivo. Y me abro en canal. Sólo son náufragos los ágrafos. Y quizá tampoco.
Lanzo botellas de cristal mensajeras al mar de las ondas digitales y de papel, y en ellas encierro S.O.S., vítores de alegría, esperanzas, amores, poemas de entusiasmo, dudas y aseveraciones. Y siempre hay alguien que los recibe, rompe la botella, abre el periódico o le da al ratón del ordenador y obtiene consuelo. Así que me hallo gloriosamente encadenado con mis semejantes. Ellos conmigo y yo con ellos formamos un tapiz y un círculo –verde, morado, rojo, amarillo…- que se muerde la cola, pero no la lengua.
Quinientos millones de hombres y mujeres –adolescentes, maduros, viejos- viajamos en castellano por el ancho mundo, traspasando fronteras nacionales con la virginidad y velocidad de un rayo por el cristal sin mancha.
La escritura y el habla común son nuestro carnet de identidad, nuestro salvoconducto de la distancia geográfica: del uno al otro polo, de la Cruz del Sur a la Estrella del Norte, atravesando trópicos y meridianos.
¡La comunicación, oh, la comunicación, el don divino-humano que ningún otro ser posee y percibe con tanta simpleza y complejidad!
Tú, vosotros, todos los que estáis al otro lado ¿recibísteis ya esta súplica de abrazos? Sé que sí. No necesito contestación, pero si contestáis, más plácida haréis mi pluma, que no es de gallo altanero sino de amigo y compañero. Buen día, buen año, buena vida.