POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Cuando coincide que al atardecer toca marea alta suelo ir a Rodiles porque el mar no baña por completo el arenal, de esta manera extiendo la toalla y me siento a leer, sin molestar a nadie. Desde luego a Paulo Coelho no lo leo, ése me molesta a mí, se me atragantan sus frasecitas de autoayuda. A lo que iba, extiendo la toalla, abro “La espada y la palabra”, una biografía de Valle-Inclán, la parejita de turno se pone enfrente a jugar a las palas, no tarda en caerme una pelota en plena página y enseguida otra pelota perdida bota en las gafas del escritor de Arousa y de rebote en las mías, así que cierro el libro, voy a bañarme pero, al primer chapuzón, me encuentro con las tablas de surf en la frente y el silbato de los vigilantes en la oreja… Solución: compré una tabla de surf y ahora, sin importarme la marea, en lugar de leer encima de la toalla, leo encima de las olas, con Valle-Inclán amarrado al tobillo.
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