POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Este año, por el aquel de «la seca» los «piescos, priscos, pésagos…», vinieron más atrasados y de menor tamaño, si bien es verdad que las últimas lluvias paliaron en cierto modo esas deficiencias.
¡Ya tengo piescos, sí señor! Y dulces, muy dulces y muy sabrosos.
Dicen los estudiosos que los piescos, también llamados albérchigos, tienen su cuna en China y Persia (fíjense que el nombre botánico es Prunus persica L.) y que fueron los romanos quienes introdujeron su cultivo en Europa; aunque, a decir verdad, en nuestra Asturias «les piescales», en cierto modo cuidadas, tiran más a «lo silvestre», lo que da a sus frutos una mayor carga de naturalidad «salvaje».
Una delicia, ¡vaya!
Los piescos asturianos tienen tradición e historia de siglos. Don Bruno Fernández Cepeda en «Riqueza de Asturias» (s. XIX) nos cuenta que en el Principado…
«Hay figos de San Miguel,
de San Xuan exhorbitancia,
albaricoques, marmiellos,
peruyes, pera, manzana…
el melcotón, el duraznu,
el PIESCU en grandura tanta,
que son como la cabeza
d´una neñina tamaña…»
Distinguimos varias clases o tipos de piescos: Los «abrideros», que abren facilmente liberando la pepita interior; los «cerraos», cuya carne no despega de la pepita; los «tempranos», que maduran a principios-mediados de septiembre; los «tardíos» o «invernizos», de maduración más tardía…
Nuestro refranero también tiene al «piescu» como protagonista de conducta («¡Menudu piescu ta fechu esi rapaz»!, se dice de un niño menudo y travieso); de trabajo en el campo («El que a piescos quier andar, en marzo tien que mirar», pues en marzo es cuando florecen las pescales y exigen cuidado y tratamientos antifúngicos); y hasta se le asigna cierto carácter erótico afrodísíaco al comparar la suavidad de su piel aterciopelada con la suavidad del vello púbico.
¡Bueno! No faltan quienes cuentan que la tentación de Adán en el Paraíso no fue una manzana sino «el piesquín» de Eva.
Y es que los hay picardiosos…
Los piescos son para comidos recién recolectados, pues se deterioran con cierta facilidad. Un consejo: NUNCA BEBAN AGUA después de su consumo, pues exponen a una casi inmediata «flojedad de vientre», vulgo «cagalera».
¿Y se pueden emplear para hacer dulce?
¡Claro que sí!
Sigan el mismo procedimiento que recomendamos el otro día para el dulce de moras.