POR HERMINIO RAMOS, CRONISATA OFICIAL DE ZAMORA
Alfonso Bartolomé expone en la galería Espacio 36, síntesis de ese largo recorrido que desde su primera juventud fue marcando con la luz y el color de los primeros sueños hasta alcanzar esas cotas que solo se alcanzan cuando consiguen salir del alma atormentada del artista y fijarse sobre el lienzo.
Recuerdos de Alfonso me llegan en estos momentos desde la Reina a Víctor Gallego o la Rúa hasta Claudio Moyano. Una auténtica marca que nos fijaba en aquellas etapas duras de querer llegar y no poder. Y todo arropado en esta túnica del tiempo, que nos envuelve al tiempo que nos anima. De aquellos días y aquellas aventuras, de las clases del arte y de la historia, me llega el recuerdo de Villanueva de las Peras, paisaje que te despierta una atención y una sinceridad muy definida. Todo son recuerdos, pero hoy lo que nos trae y nos arrastra tras ellos es este conjunto de cuadros que constituyen el esquema de una síntesis artística de quien ha llevado dentro de su espíritu esa lucha permanente por conjugar el espacio, la luz y el color y todo ello de tal forma y con tal equilibrio de conseguir dar vida y mensajes permanentes de belleza y recuerdos. Y eso es lo que Alfonso nos ha presentado con la sabiduría del tiempo como compañera inseparable. Pero además, y en un gesto que desborda todas las posibilidades y cubre las más exigentes, Alfonso comienza entregándonos un catálogo que constituye un verdadero alarde de generosidad. Desde el punto de vista de la referencia al motivo, un verdadero alarde de rigor en cuanto al artista y su obra.
El conjunto que Alfonso nos presenta es una auténtica exposición antológica desde la variedad de medidas a las técnicas empleadas, encontrándonos con esas fachadas y vistas de esa Sanabria única y universal, que nos permite matizar detalles que constituyen auténticos símbolos históricos. Con ese marcado realismo nos hace vivir el paisaje, en los que la piedra y la propia pizarra nos están invitando a seguirlas. Dos rostros de mujer y hombre en los que el artista deja muy claro cómo el tiempo escribe y pinta con una belleza y precisión dignas de un gran maestro. Como nos lo dice con toda claridad el viejo refrán: «Para verdades del tiempo…». Todo lo demás lo ponemos o lo quitamos los humanos, y en este caso concreto Alfonso los ha dejado a punto. Varios grandes formatos de gran atractivo y temática. Y en el bodegón llama la atención su sensibilidad y su larga experiencia, como así mismo en varias series de dibujos que sin duda le hacen recordar el aula que le llenó tantas y tantas veces de esa sincera alegría que el alumno nos proporciona cuando se adelanta a la vez que nos despierta del cansancio de repetir constantemente. El aula nos impregna de tal manera que hasta en estos casos de auténticos artistas su huella creadora está marcada por esa fidelidad a la verdad de la luz y del color en cada hora y momento, que en este caso, Alfonso nos entrega con gran acierto y generosidad ese atardecer de un gran artista con estilo propio.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/