POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE)
La fecha del sábado 24 de febrero de 2024, festividad de San Modesto, natural de Belén y de la Tribu de Leví; pasará a los anales de Orihuela como el día en que se le entregó la Distinción como Hijo Predilecto de la Ciudad al pintor Alfonso Ortuño, y Salar por parte de madre.
Honor que le otorgó el Excmo. Ayuntamiento oriolano por unanimidad, después del preceptivo expediente tramitado con numerosas adhesiones particulares e institucionales en el último Pleno Municipal del pasado año, el 28 de diciembre. Hablando de festividades, ese fecha coincide con el «Día de los Inocentes». Pero, esto no fue una inocentada, sino un acto de justicia para un artista en toda la extensión de la palabra que siempre ha llevado por bandera a su Orihuela.
Al tener noticia de su nombramiento, lo llamé por teléfono a su cuartel general en Torrevieja y me reconoció que estaba contento, muy contento, y le dije: «Alfonso, en Orihuela se te quiere». Y es cierto, siempre ha estado generosamente abierto a todos los que le han pedido ayuda y colaboración.
Conozco a Alfonso de siempre en nuestra tierra; de aquellos años en Madrid de claque en algunos teatros y en el Circo de Price; de otros como compañero de armas en Rabasa y en Lorca; de servicio mutuo a través de sus exposiciones y conferenciante en Alicante; en sus desinteresadas colaboraciones en revistas como Oleza. O a través de su mural dedicado a La Armengola, o el que recibe a los visitantes en lo alto de la escalera principal de la Casa Consistorial oriolana, o en su colección de imágenes de los personajes de la Guerra de las Germanías.
Conozco a Alfonso en sus, algunas veces, arriesgadas caricaturas castrenses con simulación de la rendición de Breda en el Regimiento Mallorca nº 13 de Lorca, trastocando capitanes y tenientes haciendo entrega de las llaves de los retretes cuarteleros clausurados porque se esperaba la visita del general y todo debía de estar como una patena. Así como a través de sus barajas políticas con el marchamo de Heraclio Fournier.
Hemos disfrutado muchas veces con sus tertulias en la radio, con su prosa y verso en pregones como el del Síndico Portador de la Gloriosa Enseña de «El Oriol». Incluso, a veces, haciendo gala de sus latines macarrónicos en el Pregón de los Armaos. Y ahora con sus palabras de agradecimiento en el acto de la entrega de su Distinción en el Teatro Circo «Atanasio Díe». Con su aventurada incursión en el cine, en algunas películas infumables y con su libro «Viaje a los arroces» en el que concluía la dedicatoria que me plasmó con una sentencia lapidaria: «¡No solo de arroz vive el hombre!».
Conozco a Alfonso, en sus minuciosos trabajos velazqueños, en los que si es que existe la reencarnación, el maestro sevillano no hubiera puesto mala cara al verse transformado en Alfonso, como alumno aventajado, dando vida a infantas y monarcas, a seres mitológicos y desnudas espaldas, a borrachos y bufones, a mujeres pecadoras y a un «Buey Mudo» rezando alejándose de la pecaminosa presencia de la carne. Mostrando con ello una técnica y una pericia que dejará de Alfonso una impronta dentro de la Historia de la Pintura española.
Sin embargo, conocía a Alfonso a través de sus retratos, en tertulias decimonónicas, de eclesiásticos reconocibles, del inmortal poeta y de su compañero del alma, Ramón Sijé. Pero, nos era desconocido, en la interpretación de los versos del primero. Difíciles versos que, siempre, y no me avergüenzo de decirlo, me ha resultado hartamente dificultoso llegar a las entrañas de los mismos.
Hoy puedo, y debemos decir que esta barrera se vio superada gracias a que Alfonso ha sabido llegar, y supo acercarnos hasta lo más íntimo de las octavas reales del poeta al que tanto debe Orihuela. Obra que fue expuesta y publicada, poco falta para que se cumpla una década, en octubre de 2014, con el título «Ortuño. Homenaje a Miguel Hernández», con el mecenazgo de Doalco. De la que se me cupo el honor de prologar y presentar su exposición, el día 27 de aquel mes y año.
Casi diez años después rescato algunos párrafos de entonces en los que decía que, dentro del argot del Arte de Talía, existe una serie de términos relacionados con el escenario y la tramoya, que nos son familiares tales como decorado, bambalina, telón de fondo y telón de boca. Este último, es el que nos hace adentrarnos en argumento de la trama que se representa cuando es izado por el tramoyista, o bien por algún otro artilugio mecánico.
Lo cierto es que una vez elevado el terciopelo o la pintura sobre tela o cartón, surgen los personajes que dan vida, entre los citados decorados, al argumento con su introducción, nudo y desenlace. O bien, como en aquellas representaciones musicales, en que el telón de boca permanece estático mientras que la obertura rompe el silencio de la sala. Al final, al concluir la representación si gusta, los aplausos y los bravos rompen el silencio de la sala. El escenario estaba claro, el argumento se conocía y el personaje era Alfonso Ortuño. Pero, en la trama que se vivió aquella mañana del sábado festividad de San Modesto, se vio alterada en su cronología dentro del Arte de Talía, puesto que el reconocimiento que las gentes de Orihuela le tienen a Alfonso Ortuño quedó demostrado al hacer su entrada en el patio de butacas del Teatro Circo, arropado por aquellos que bajo mazas unánimemente acordaron otorgarle la Distinción de Hijo Predilecto de la Ciudad de Orihuela, compartiéndola, aunque a título póstumo, con el poeta al que Alfonso nos ayuda a acercarnos a sus octavas reales de «Perito en lunas», intentando descifrar y hacer comprender los difíciles versos llevándonos de la mano hacia ellos a través de tu arte para descifrarlos.
FUENTE: https://www.informacion.es/opinion/2024/03/02/alfonso-ortuno-hijo-predilecto-orihuela-98906514.html