POR JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE, CRONISTA OFICIAL DE LA E.L.M. DE GUADAJIRA (BADAJOZ)
En una reciente ponencia tuve ocasión de analizar y tratar de forma pormenorizada algunos aspectos de las imágenes que hoy componen el patrimonio artístico de la parroquia de San José Obrero en la localidad de Guadajira. Además del mero estudio iconográfico quise enfatizar sobre la parte técnica de las esculturas cuyo tratamiento y acabado bien merecen una atención especial.
En este punto, conviene recordar la pericia de los antiguos escultores griegos y romanos a la hora de trabajar con los bloques de mármol, hasta lograr ensamblar las distintas partes de una escultura. Claro ejemplo de lo expuesto es la estatua que presidía el frente escénico del teatro romano de Mérida, la diosa Ceres, hoy conservada en el Museo Nacional de Arte Romano. La diosa de la agricultura es una obra sedente de gran formato, ideada para ser vista desde la distancia, dimensiones que harán necesario el empleo de varios bloques marmóreos hasta su configuración final. En la primera de estas piezas serán talladas las extremidades inferiores marcadas por la sucesión de pliegues del voluminoso ropaje. El segundo bloque definirá el tronco, cabeza y brazos de la figura velada, a la que finalmente se añadirán antebrazos y manos que serán trabajados aparte y unidos al conjunto mediante pernos o espigas de hierro. Un tercer bloque será finalmente añadido en la parte de la espalda a fin de ofrecer un aspecto homogéneo en el acabado de la escultura (fig. 1).
Las figuras que componen la sagrada familia de Guadajira son un claro exponente del arte sacro de inicio de los años 60. La figura de la Inmaculada Concepción se nos muestra con rasgos juveniles, abundante cabellera ceñida por una diadema (fig. 2) y cubierta por un complejo entramado de pliegues que conforman el manto. Casi salidas de la misma gubia, y del mismo autor, conocemos otra escultura de idénticas características en la iglesia de San Juan Bautista en Valuengo (Jerez de los Caballeros, Badajoz). Con la salvedad de que en esta segunda, el manto posee una tintura azul (fig. 3).
San José y el niño es una talla prolongada y esbelta que refleja facciones igualmente adolescentes (fig. 4). La técnica escultórica se asemeja por el empleo de distintas piezas de madera de pino, convenientemente encoladas y que posteriormente son talladas en conjunto. Cada uno de estos bloques de madera, llamados embones, son ensamblados hasta configurar un bloque homogéneo sobre el que trabajar posteriormente. Cualquiera de las dos figuras que presentamos nos permite distinguir estas uniones, que hemos marcado con líneas, y que muestran el sentido opuesto de las vetas entre unas piezas y otras.
La tercera de las esculturas es un crucificado, es obra del artista José Capuz Mamano, que preside el altar de la iglesia de Guadajira. Es un cristo que posee ciertos detalles inequívocos de la producción de Capuz, seguramente en el período en que trabajó para los Talleres Granda de Madrid. El pie izquierdo clavado sobre el derecho, los mechones de cabello que caen sobre el hombro derecho o el paño de pureza rematado en un rígido extremo surcado con gruesos pliegues, son algunos de esos detalles que lo distinguen. Este mismo tipo de crucificado lo vemos en otras tantas parroquias de poblados de colonización: Alonso de Ojeda, Padrochano o Rosalejo en Cáceres, Vivares y Guadajira en Badajoz, Llanos de Sotillo (Jaén), la Inmaculada Concepción de El Pardo (Madrid) o incluso como titular de la cofradía del Sto. Cristo del Amor y de la Paz en Guadalajara, fechado en 1961 (fig. 5).
Una de las instantáneas que incluimos (fig. 6) nos permite distinguir los embones unidos entre el hombro y antebrazo derecho, e igualmente en parte del torso y hombro del lado izquierdo de este mismo crucificado. Destacar igualmente los nudos de la madera visibles especialmente en la musculatura del torso desnudo, y que curiosamente vienen a coincidir en la casi totalidad de los ejemplares documentados. Sin duda unos aspectos técnicos del buen hacer de muchos de los escultores que, aún sin firmar sus obras, trabajaron para los talleres de Arte Granda en Madrid.