POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Dado que el susto morrocotudo que me llevé puede ayudar a alguien, y que también alguien habrá sufrido uno semejante y puede orientarme o hacer causa común, vengo a denunciar aquí, tarde lo conté a la policía, lo que, juro cierto, me ocurrió el miércoles santo. Pues bien, vivo en Oviedo en una casa de dos pisos y sótano, donde el Picayón, trabajaba a las diez de la mañana en mi escritorio, en la planta alta, cuando escuché al lado ruidos muy leves e inusuales; lo achaqué a las tortugas de mi hijo, que estudia fuera, y no hice caso; segundos después el mismo ruido. “¿Habré dejado abierta la ventana del baño y una corriente de aire…?”. Me levanté de la silla con la intención de comprobarlo y cuando entré en mi dormitorio, cual aparición, me di de bruces con una desconocida cincuentona que revolvía en los cajones del xifonier… (¡Dios!, se me acabó el espacio, mañana sigo).
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