POR ANTONIO MANILLA
Yo no sé qué habría sido La Bañeza sin ese ángel memorable que fue Conrado Blanco. Se me antoja injusta hacia la ciudad y sus habitantes una afirmación como la anterior, pues considero que la historia se hace menos con los hitos que con los ritos repetidos de la cotidianidad, pero al mismo tiempo siento profundamente que en ella hay una verdad de un orden que no tiene relación con los hechos corrientes y utilitarios sino con las altas esferas de lo invisible en donde habita el arte. Lo que une al artista con el ángel, nos dejó dicho Ramón Gaya, es que sienten con el alma.
Alma, me parece, es una palabra que se ajusta como anillo al dedo a la descripción de la persona de Conrado Blanco. No tanto en el sentido convencional de rastro de una intervención divina como en el de una conquista, algo a lo que se accede o se alcanza, que no todos somos capaces de adquirir.
Un hálito que anima aquello cuanto se emprende de una determinada forma, en un cierto sentido, con el aliento de la bondad inflando las velas de la nave. Porque así, bajo un espíritu de bonhomía, se rigió siempre la existencia de Conrado Blanco, al que ahora, en su ausencia —que no es una ausencia al uso porque ahí está la Fundación que con su nombre perpetúa su memoria, ejemplo y obra—, le hacen algo que en vida quizá el no hubiera permitido: un homenaje. No puede ser más adecuado que tenga la forma de libro, estando dedicado a quien tanto promovió la poesía y tantas páginas y «capiteles» dejó como legado escrito sobre su tierra chica, engrandeciéndola.
Corazón y mecenazgo se apellida el volumen en que los amigos de Conrado se amontonan para recordarle y que se presenta este viernes en el Centro Cultural de las Tierras Bañezanas. Es apropiado el título: refleja la sostenida pasión durante tantos años hacia la esencia bañezana, la extensión de intensidad que proporciona a la vida el arte y el terrestre amor, que acrecienta el mundo, hacia su esposa, Charo, mucho más allá de la muerte.
Tengo para mí que durante la presentación de este libro, en algún momento, los asistentes se verán sorprendidos por un modesto y algodonoso y plural rumor de alas.
Fuente: http://www.diariodeleon.es/