POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Más que “Dolor y gloria” yo diría “Gloria y dolor” por lo que cuenta, amén de que pase con más pena que gloria. El comienzo es insólito: Pedro presenta la película, alaba la actuación de Banderas y la propia obra que, según él, conmocionó a los pocos que la vieron antes de su estreno; ¡qué poco elegante! En la cinta da pistas acerca de su vida, sobre lo que él hubiera querido que fuera su vida, pues más que un relato autobiográfico parece una catarsis. La historia da tumbos y sale adelante por su arte como director y esa estética, siempre a la verita suya, que roza el kitsch, sin serlo; pero escribe regular, lo demuestra, entre otras parrafadas, en un monólogo supuestamente emotivo. En off repite un par de veces: “Mi infancia huele a pis y a jazmín y a la brisa del verano”; pero, ya digo, no es Machado. Aunque Almodóvar es término árabe que significa redondo, la obra no es redonda, tampoco cuadrada.
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