POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO, Y OSCAR DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE CASAS DE DON ANTONIO (CÁCERES)
El Pico de San Gregorio es la culminación de la sierra de Santa Cruz, a 844 metros, entre los municipios de Puerto de Santa Cruz y Santa Cruz de la Sierra.
El monte isla de Santa Cruz con sus vertientes abruptas e irregulares, mantiene la incógnita acerca de su origen tectónico, residual o mezcla de ambos. Su posición intermedia entre dos sierras fundamentalmente tectónicas, a la vez que zona de tránsito hacia la depresión del Guadiana, le confiere carácter de eslabón móvil en la confluencia de direcciones de fracturarían importantes. La presencia de este cerro testigo es realmente singular y se hace visible desde cualquier lugar de la comarca.
Llama la atención la existencia de formas caprichosas en los peñascos, concretamente, algunos fueron utilizados entre las edades del Bronce y II Edad del Hierro para la práctica de rituales. Aquí en San Juan el Alto, se localiza un impresionante complejo arqueológico nada fácil de comprender a causa de las sucesivas superposiciones de culturas que ocuparon el lugar. Data de la última etapa del Bronce y pervive durante el Primer Hierro a juzgar por los materiales encontrados. En el Museo Provincial de Cáceres se encuentra un interesante material cerámico depositado procedente del Bronce Final que evidencia que territorio fue ocupado desde esa época.
La meseta existente en el paraje de San Juan el Alto, que puede llegar a ocupar algo menos de 1 ha, se rodeó de una muralla de material granítico aprovechando los afloramientos rocosos, que se convierten en los principales baluartes de la defensa. La muralla exterior se adapta a la orografía del terreno y bordea todo el perímetro de la meseta. La potencia de la fortificación se incrementa en las zonas más desprotegidas situadas al suroeste y al norte y disminuye donde las defensas naturales son más acusadas. La técnica constructiva de la muralla es muy simple y consiste en grandes bloques de granito bastante irregulares puestos en vertical y aparejados en seco que se calzan con piedras de menor tamaño para estabilizar la construcción. En el interior un relleno de cascote y tierra consolidad el muro con el plano inclinado de la montaña. En algunos tramos el paramento presenta una forma ataludada que llega a alcanzar varios metros de altura. Las características del complejo defensivo y sus sistemas constructivos son muy similares a las que se pueden observar en otros poblados datados en esta época, como los de “El Risco” (Sierra de Fuente), “Los Castillones de Araya” (Garrovillas), “La Cabeza del Buey” (Santiago de Alcántara), “Virgen de la Cabeza” (Valencia de Alcántara) o el de “La Muralla” (Valdehúncar).
Gran trascendencia tiene el hecho de que sea precisamente en este poblado donde a mediados del siglo XX se descubriera un conjunto de materiales procedente de un enterramiento de incineración que podría fecharse a finales del siglo VIII o comienzos del VII a. C.
En el cerro de San Juan el Alto damos a conocer la existencia de dos altares de sacrificio, y uno más situado en la ladera sureste fuera del recinto amurallado –considerando que se trate de un altar de la Edad del Bronce Final-, y, en lo alto del cerro otro altar (a 200 metros de los anteriores).
Uno de los altares se sitúa en una de las entradas del poblado con orientación NW-SE, es una estancia parcialmente excavada en la roca, de planta rectangular con dos accesos, por el sureste y el oeste. Las paredes se conservan en algunos puntos hasta una altura de 2 m. El espacio del santuario se cierra con sillares de fábrica tosca que se ven desparramados por los alrededores. Este santuario se asocia a una gran peña en la que se cayó un altar en uno de los lados de la cara que mira al norte se labraron dos escalinatas paralelas que conducen a la superficie plana con dos con cavidades comunicadas entre sí. Una de ellas vertía en una tercera que a través de un canalillo conducía los líquidos al pie del altar. Tiene un amplio ara rectangular que mide 4 x 2 m y dos escaleras amplias (70 x 50 cm y 60 x 10 cm, respectivamente). El altar o “peña sacra” mide 4,50 m x 2,40 m. presentando otras dos escaleras de forma casi circular (24 x 40 cm) y dos cubetas. Correspondiente a la Edad del Hierro.
A 7 metros del altar citado encontramos otro, posiblemente de la Edad del Bronce Final. Mide 3,30 m x 2,10 m. presenta 3 orificios o cubetas en la zona superior (90 x 60 cm, 60 x 37 cm y 50 x 40 cm. el ara que vierte por un canalillo, con orientación NW-SE. En la base del santuario hay una concavidad producida por la erosión del granito, con una angosta entrada, cuyo interior ha sido un importante metamorfismo (metablastos de ortosa) formando hoyos de 10 cm de diámetro. El sacrificio tendría lugar en la zona superior del santuario. Mientras que las entrañas de las víctimas se quemaban en las cubetas citadas y la sangre vertía en otras similares, al tiempo que se rendía culto a las divinidades, alguna de ellas indígenas. El sacrificio comprendía varias fases; se trataría de un ritual de iniciación ofrecía un orden y un itinerario determinado, realizándose en lugares distintos, y que forzosamente hay que realizar con la variada morfología de estos monumentos. Hemos de tener muy en cuenta la coincidencia de la orientación del altar con la cumbre alta, podría no ser casual y estar intencionadamente buscada en asociación con algún fenómeno celeste de conocimiento ya en la Edad del Hierro.