POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Ricardo Labra, Manuel García Rubio, Antonio Gamoneda y un servidor, hace unos cuantos años. Dos poetas y dos narradores, cuatro gafudos; dos con gafas leves, otro las lleva de escapulario, yo las presumo.
Lo mío es miopía, veo mal de lejos porque soy asturiano, nací entre montañas y niebla, y no soy marinero, es decir, tuve siempre el horizonte muy cerca; porque soy escritor, y mi paisaje es una cuartilla a dos palmos de mis gafas; porque no me interesan tanto las estrellas como las tripas y porque, más que las constelaciones, escudriño en mis vicios.
No uso prismáticos sino microscopio; mi bolígrafo no es lanza, es bisturí. Soy cronista de poca monta, o, mejor dicho, de asuntos menores, como Tarrou, personaje de Camus en «La peste», que observaba las cosas con los prismáticos al revés, historiador de lo que carece de historia, narrador de lo insignificante.