ANDAR: UNA FILOSOFÍA
Ene 04 2017

POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

9788430616763

El mejor regalo que me han traído los Reyes en este nuevo 2017 ha sido el libro “ANDAR una filosofía”, del catedrático parisino Frédéric Gros. No le falta ni le sobra una palabra para describir –y criticar- este mundo de prisas y aglomeraciones que vivimos hoy. Está tan maravillosamente bien escrito, traducido y presentado, que dan ganas de que se acabe pronto y de que no se acabe nunca. Al final, uno no tiene más remedio que “echarse a andar, pensando con los pies”, como dicen que decía y hacía Nietzsche, el creador del superhombre.

Me lo ha regalado mi hijo Apu, profesor de Filosofía en el Colegio del Rey (Pozuelo, Madrid) y no ha podido estar más acertado. Para algo, para mucho sirven el estudio y la enseñanza de las Humanidades clásicas, tan en desuso ahora que hasta la Facultad de la Complutense ha tenido que ser suspendida o aniquilada y asimilada a no sé qué otra titulación. ¿Por falta de alumnado? No. Habría sido una broma demasiado pesada.

“ANDAR una filosofía” es un testimonio alimenticio, nutritivo cien por cien, con la dosis exacta del buen juicio que caracteriza a la literatura francesa desde las “Confesiones” de Jean Jacques Rousseau, los pensamientos de Pascal o el método de Descartes… a “La búsqueda del tiempo perdido”, de Marcel Proust, o “el cementerio marino” de Paul Valéry.

Andando, no solo se ve el paisaje, sino que “se es el paisaje” con todo lo que contiene y enseña.

Soy un andante o andariego consuetudinario, no de la rúa ciudadana, sino de los senderos boscosos y las aberturas montaraces contraincendios que para poco más valen. Como caminante casi continuo, se me hace camino al andar, paso a paso, un pie delante de otro, que es la más adecuada forma y manera de fortalecerse y respirar a pleno pulmón oxigenado.

Y hay que pararse de cuando en cuando. Yo me paro para admirar con mayor detenimiento el entorno de piedra mineral estática o la majestuosa corpulencia de los árboles en pie movidos por el ventalle.

Toda mi obra ha nacido por el viaje, los viajes, los andares, sol aquí, sombra allá, aunque bien sé que luego hay que enclaustrarse en el reposo de una habitación, como hizo Joseph de Maistre alrededor de su cuarto, para repasar y acicalar los apuntes tomados en el camino. Eso es pagar el peaje, y yo siempre lo pago a gusto también.

Corran a las librerías para que no les falte “ANDAR una filosofía”, que es que se agota y ya va, en solo un año, por su tercera edición en Taurus.

No se trata de un deporte, ni de una competición, ni de un espectáculo. No se necesitan calzas especiales y caras ni ropas abundantes. Bastan disciplina, dos piernas y una simple cayada (si se precisa por la edad). Todo lo demás sobra, es superfluo, pesa y embaraza. Y vayan despacio. Las prisas matan, y no se llega antes por ellas. Las ventajas de la lentitud son incuestionables en esta época de precipitaciones, tumultos, algaradas, mezclas, ansiedades, estrés.

Anden solos, mejor que acompañados. La compañía distrae, enturbia, superficializa. Manténganse en silencio o hablando consigo mismo como el poeta Antonio Machado por la Alameda del Parral, que sólo esperaba hablar a Dios un día, azul celeste, por supuesto. O como Rimbaud, Thoreau, Rousseau, Nietzsche o Kant. Antes de hablar un hombre, debe ver. Sean una pupila transparente que lo vea todo. Y olvídense de los periódicos, las radios, las televisiones, los móviles… que transmiten la actualidad sin dejar rastro de la realidad, porque la actualidad es cambiadiza a cada instante, y más ahora que nos amenaza y acosa y dispara y ensangrienta el terrorismo.

“Soy un peatón, nada más”, gritaba solitario el relampagueante meteoro poético que fue Artur Rimbaud, que atravesaba desiertos africanos y murió joven como los elegidos por los dioses.

Nosotros, todos, somos peregrinos en la tierra y debemos acomodarnos a ella, en la que yaceremos antes de resucitar “con los mismos cuerpos y almas que tenemos”, según el Evangelio del Cristo, para vivir eternamente.

Venga. Adelante. En marcha. A pasear.

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