POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Ya me he trazado el plan vacacional de este verano fogueante, sofocante y provocador, a pesar de los maladados pronósticos de un tal francés: recorreré, andaré, veré, cochearé, escribiré y consumiré por el interior de este país antes llamado España según los nostálgicos de antaño, que haberlos haylos. Y Dios, que no yo, les perdone, porque el nombre es sólo el hombre, allí donde esté o por donde dé el pase a nuevos territorios, ya que la rutina consuetudinaria de la rúa (Machado) acaba agobiándonos y enervándonos.
Iré, si Dios lo quiere y mis flaqueadas fuerzas lo soportan, de Madrid a Segovia, la nueva y eterna doncella verde y recompuesta siempre; de Ayllón a Maderuelo y Montejo de la Vega de la Serrezuela, cumbres de una mismidad artística, pecuaria, tradicional y agroalimentaria; de Cáceres a Badajoz, planicie guadianesca superextendida; de Mérida a Almagro, con pósito o parada en Talavera de la Reina, reina de los azulejos cerámicos; de Tuy a Betanzos, para sorberme una queimada fragueña con el ilustre Cronista Oficial de la Villa, José Raimundo Núñez-Varela Lendoiro, que me espera desde hace años, y del Cabo de Gata en Almería al Cabo de Ortigueira en la Costa de la Muerte gallega, y del Cabo de Creus en Gerona a la tumba de Machado en Collioure, ya en la raya con los francos o gabachos, atravesando Port Lligat, por el recuerdo surrealista al bigotudo Salvador Dalí, a quien no pararé de admirar nunca.
Mezclando ciudades, pueblos y despoblados, mostraré a las claras actuales el paisaje y el paisanaje de mi tierra madre en crónicas ardientes y sutiles.
Acompañadme, si os place; no es mal camino el que voy a emprender con entusiasmo, ni malas las posadas hacia la historia por la geografía en las que reposaré, granadas ambas de estelas artísticas y frutos sazonados de la huerta, entre conventos y conveniencias varias.
No iré como un Don Juan Tenorio, conquistador de corazones novicios, que sólo dejó “memoria amarga de sí” allá por donde batalló, subió a los palacios y bajó a los abismos ante un “convidado de piedra”, según los versos inmortales de Zorrilla, si no que regalaré para los restos de los archivos, en papel hoy desusado por la escritura digital, la documentación precisa que vaya acumulando por amor a las bibliotecas y nada más.
Este país me hace reír, pero también llorar. Es el más complejo, acomplejado, maravilloso y misterioso que he visto y seguiré palpando y observando. Es verdaderamente inagotable, insondable, maravillable, y cada día resurge de sus bárcenas cenizas, ave ferrocarrilera que es su semejante volandera águila Iberia. Quedémonos aquí, de momento, con ella. Una, grande, y libre, si se bajan los humos del puro afán independentista los vascos y los catalanes. ¿Adónde van a ir? ¿Y con quién van a matrimoniar mejor que con Hispania por los siglos de los siglos? Amén. ¡Ojú! ¡Jesús!.