POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Se cerró la veda de la pesca de angula (no digo «se abrió» porque significaría dar paso a la prohibición) y ¡hala!, anguleros al río o a la ría para recibir la llegada de ese «anticipo de pez», que es la angula.
¡Y qué recibimiento, Dios mío!
Las primeras pancartas de bienvenida ofertaban precios cercanos a los 6.000 euros que, dicho en términos de la «España Imperial», viene a ser 1.000.000 de pesetas, el kilogramo.
O lo que es lo mismo, unos 600 euros (100.000 pesetas) la ración.
¡Horror, terror y furor!, me dije, ¡vaya premio para un pescadín con «memoria genética»!
¿Y qué demonios es eso de la memoria genética?
Pues cosa muy sencilla.
Las anguilas, moradoras habituales de nuestros ríos, riachuelos y arroyos, cuando les entra el aquel del cortejo y la reproducción (es decir, de la coyunda) se van en viaje de novios colectivo hasta el Mar de los Sargazos, por la zona de Las Azores, y nada, nada, a poner millones de huevos de los que nacerán los nuevos hijitos-pececitos-anguilitas.
¡Y aquí, amigos míos, está el gran misterio de la Naturaleza!
Estos diminutos seres, cuya cabecita apenas sobrepasa unos milímetros, poseen «memoria histórica»: Saben perfectamente donde estaba la morada (el río-vivienda) de sus padres y «sienten» que la naturaleza les obliga a retornar a ella.
Y, así, en «grupo expedicionario», vienen al Nalón, al Sella, al Libardón… y, ya entrados por la puerta grande de la ría, se distribuyen en los riachuelos y arroyos paternos.
¡No me digan que esto no es maravilloso!
Dícese que en tiempos de 1778 un viajero, de nombre Jean Laglancé, enseñó a los vascos cómo preparar las angulas al pil-pil.
Y dícese también que fue una revendedora de Fuenterrabía, apodada Maricuerno, quien abrió mercado a las angulas de Soto del Barco y de San Juan de la Arena para «reexpedirlas» a Bilbao. Esto fue en el primer cuarto del siglo XX.
¡Vaya!.
Que estamos en las puertas del casi centenario del mercado asturiano de la angula.
Una buena disculpa para hacer un grandioso festival.
Alguien afirmó que las cosas y los seres son creados para un destino concreto.
Las angulas nacieron con destino de ser anguilas o para ser preparadas al pil-pil (es decir, acomodadas en una fritura de ajos picaditos justo cuando el aceite borbotee con ese sonido característico de pil-pil-pil…).
Y si las alegran con una guindillina, pues muy bien.
La foto fue publicada en Facebook por el restaurante ovetense LA GOLETA, allí donde la oferta de angulas alcanza honores de majestad.
¡Ah!
Y los precios no son los de la «bienvenida».