POR MARÍA VICTORIA HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LOS LLANOS DE ARIDANE (CANARIAS)
El olivo de la casa del Alma de Tacande
Cuenta que Ana González, el Alma de Tacande, a petición del fraile Juan Montiel mostró una señal y de repente «botó por la cumbrera una piedra, del tamaño de un cuarterón, dentro de la casa, y abrió la puerta de un golpe con mucho ruido, y el fraile cayó del escabel donde estaba sentado».
En el lugar donde cayó la piedra nació el árbol de la paz, un olivo que -según cuentan- fue el primer ejemplar que floreció por aquel pago. Lo cierto es que un olivo viejo y retorcido por la brisa permaneció erguido hasta principios de los años cincuenta del siglo XX entre la casa y el aljibe. Hoy, otros caminantes buscan su rastro en el sobrecogedor lugar, donde el viento y el umbrío siguen recordando y repitiendo los desconsolados cantares de cuna de Ana González, el Alma de Tacande.
Así relaté hace años ese momento de la leyenda, más tarde descubrí un olivo a unos 100 metros de la casa. Me gusta pensar que se trata de un hijo del de la leyenda. Aquí tienen la foto y otras de la casa antes se ser pasto del incendio de 2012.