AÑO IGNACIANO 2021-2022 SAN IGNACIO DE LOYOLA EN ARÉVALO
Ago 26 2022

POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)

El Colegio de Santiago de la Compañía de Jesús en Arévalo, una fundación para la cultura

Los nobles mecenas Hernán Tello de Guzmán y María Tello de Deza lo fundaron en recuerdo del paso de San Ignacio de Loyola por la ciudad

Al paso de sus reliquias en 1956, se puso su nombre a la calle del Colegio de Santiago de la Compañía e Jesús.

En el capítulo anterior hemos visto cómo Alonso de Montalvo contó muchas cosas de la estancia de Íñigo en Arévalo al Padre Láriz, «como testigo de vista», y en persona, como ya hemos visto. Casualmente ambos coincidieron en Arévalo en el año 1577, en unas circunstancias especiales.

La cercanía y el conocimiento personal de calidad de Alonso y su estrecha amistad con Íñigo, fueron las razones por las que el Padre Láriz pronto compartiera esa información, que reprodujo en una «Relación», que hizo llegar a los jesuitas que se estaban ocupando en hacer la biografía del santo.

Dice Luis Fernández que la «célebre misión» de los jesuitas Antonio Lárez y Agustín de Santesteban dieron en Arévalo el año 1577, durante un mes, fue la ocasión de conocer a Alonso de Montalvo y sus importantes vivencias arevalenses con Íñigo. Alonso, cuando refirió los años juveniles al Padre Lárez, también recibió consuelo a su estado de ánimo, porque tenía reciente la muerte de su esposa y porque aún no se había repuesto del traumático episodio de Toledo que le acarreó la cárcel.

Primeros contactos de jesuitas con Arévalo.

En el diario del Colegio de Arévalo, escrito por el Padre Lález, se recogen algunos datos muy interesantes: «A principios del año 1577, el P. Antonio Láriz y su compañero el P. Agustín de Santisteban dieron ó predicaron un mes de misión en Arévalo. Concluída la misión, regresaron á la ciudad de Ávila para predicar allí la Cuaresma (20 Febrero-6 Abril). Después «entre Pascua (7 Abril) y Pascua (26 Mayo) volvió á salir (de Ávila) el P. Láriz á otra misión á Martín Muñoz de las Posadas, y estando (él) en aquel lugar sucedió en Arévalo una gran desgracia, y fué que un sobrino del Sr. Hernando Tello mató á un caballero de esta villa; y sabido esto por el P. Láriz, vino y estuvo con otro hermano más de tres meses procurando aplacar el negocio con unos y otros, y predicando y confesando, con lo cual se iba aficionando cada día más el dicho Hernando Tello, y se determinó á hacer testamento y dejar heredero á la Compañía». Así dio inicio el Colegio de Santiago de la Compañía de Jesús en Arévalo.

Hernán Tello de Guzmán y Quiñones era un noble caballero arevalense, Comendador de Villoria, Capitán General de Orán y perteneciente a la Orden de Santiago, por eso dio el nombre de Santiago al Colegio, altos cargos en la corona española. Casado con María Tello de Deza, un matrimonio con grandes recursos económicos que no tenían hijos, por lo que su heredero era un sobrino, Baltasar Tello, Comendador de Villoria, que en un lance dio muerte a un caballero de la villa, por lo que tuvo graves causas con la justicia, un gran trance para aquel matrimonio, que le desheredó.

En esos momentos de tribulación familiar, por aquí aparecieron aquellos dos jesuitas de Ávila, Antonio Lárez y Agustín de Santesteban, haciendo misión y confesando, que era su especialidad, digámoslo así. Pronto entraron en contacto con estos nobles señores, porque esos acontecimientos y tribulaciones fueron muy sonados en aquella sociedad arevalense, sirviéndoles de gran consuelo y ayuda.

Por ello, al desheredar a su sobrino, pensaron dejar su hacienda para alguna causa noble. En aquella época, las fundaciones pías eran un recurso, las hospitalarias eran muy frecuentes, pero la villa de Arévalo tenía ese aspecto social bastante atendido con numerosas instituciones hospitalarias y de beneficencia, que, aunque eran de tamaño pequeño, servían para su cometido. Muy poco después estos hospitales arevalenses se refundieron según los planes de Felipe II, como se realizó en todos sus reinos.

Por ello pensaron en la educación de los jóvenes, como una causa importante. Este caballero tenía una formación humanista y daba mucha importancia a la educación como el mejor medio de renovación positiva de la sociedad. Y porque los consejos venían de jesuitas y especialmente en recuerdo del paso de San Ignacio en su juventud por la villa de Arévalo, quisieron perpetuar esa memoria fundando un colegio. Además, entonces, en la corta vida de la Compañía, ésta ya era especialista en la educación de los jóvenes, enseñanza de calidad, por lo que los jesuitas eran muy demandados para estas fundaciones.

«Viendo la necesidad que ay de enseñanza y doctrina e costumbres cristianas en especial en la juventud, en reconocimiento y agradecimiento de las muchas mercedes que Dios Nuestro Señor ha recibido y por el amor y obligación en que está a su patria donde es vecino y natural, aviendo considerado lo primero a Dios, acordó de fundar y dotar para este efecto una Casa de Probación o Colegio, qual de estas dos cosas mexor pareciere al dicho Reverendisimo Padre General [Everardo Mercuriano] o al que en su lugar sucediere, en la dicha villa de Arévalo y para el dicho efecto nos hizo donación de ciertos juros y de los demás bienes que tuviere y dejare al tiempo de su fallecimiento con cierta reservación y condiciones».

Colegios de la Compañía en esta zona de Castila.

Bien entrado ya el s XVI había en Castilla varios colegios de la Compañía de Jesús, que se había extendido con rapidez, una nueva orden que era muy especial en la educación y la enseñanza.

La Compañía de Jesús, que se inició en la Universidad de París, donde se fraguó su fundación en aquel primer grupo de compañeros de Íñigo, su influencia pronto se centrará en la enseñanza. Las fundaciones de colegios se extendieron rápidamente, tanto como lo hizo la propia expansión de la Compañía, que vio incrementado enormemente el número de sus miembros y la fundación de casas de estudios.

Así fue como en pocos años, se fundan los colegios de Valladolid (1543), Salamanca (1547), Medina del Campo (1551), Ávila (1553) y Segovia (1559), aunque la mayoría de estas fundaciones pronto también aumentaron y ampliaron sus fundaciones primitivas, incluso cambiando de ubicación. Pero lo que a nosotros nos interesa sobre este tema, es que cuando se funda el Colegio de la Compañía de Arévalo, promovida en 1577, y las clases se inician en un edificio secundario, el año 1595, ya estaba rodeado por cinco fundaciones jesuitas, todas ellas de mayor importancia y empaque.

Y con ello recalcar que esta fundación arevalense responde a dos cuestiones principales. Por un lado, el fundador y su esposa con esta fundación querían proporcionar a los jóvenes de Arévalo y de su Tierra una educación de calidad, «…ansi en rogar a Dios por mi ánima… como ayudar a la salvación de las ánimas de la dicha villa de Arévalo e su tierra, especialmente en la instrucción de la juventud en doctrina e costumbres cristianas…».

Y por otro, recordar y destacar la estancia durante once años de la juventud de San Ignacio en la entonces villa de Arévalo. Ese recuerdo ha permanecido en la memoria y tradición arevalense.

La fundación del colegio de Arévalo.

La fundación del colegio de Santiago se iniciará el año 1577 por el Padre Lárez y aceptada por el que entonces era el General de la Compañía P. Everardo Mercuriano, con las clausulas de aceptación y las condiciones, concluida en 1580. El patronazgo también estaba reflejado en el testamento de Hernán Tello, que hizo en mayo de 1588.

Hernán Tello de Guzmán dejará unos importantes recursos económicos para la fundación. Un juro de 206.000 maravedís sobra alcabalas de Arévalo y su Tierra; dos censos sobre la ciudad de Toledo de 204.250 maravedís y todos sus bienes. María Tello de Deza muere en 1583, y en 1591 fallece Hernán Tello. En ese momento la Compañía toma posesión de la herencia de los fundadores. Una de las cláusulas de la fundación es que deberían ser enterrados en la iglesia del colegio cuando sus obras finalizaran. Pero en esas fechas aún no estaba terminada, por lo que son enterrados en su parroquia, Santo Domingo de Silos, al lado de su casa, hasta que en el año 1602 fueron trasladados sus restos definitivamente a la iglesia de Santiago, la del colegio.

Nos lo comenta el Padre Fita, y él mismo refiere la relación del Padre Sacchini en una carta que dirige al General de la Compañía, el P. Claudio Acquaviva, un relato que no me resisto a incluir por lo detallado y esclarecedor:

Refiere el padre Sacchini cómo en el año 1588, a 22 de febrero fiesta de la Cátedra de San Pedro en Antioquía, se inauguró el templo de la residencia, que en Arévalo tenía la Compañía. Hízose procesión solemne, siendo llevado el Santísimo al nuevo templo desde la iglesia de Santo Domingo. Hubo repique general de campanas en todas las parroquias; y tanto el Clero como los Magistrados y todo el pueblo, acudieron a celebrar con sumo regocijo, durante tres días, la instauración del templo, e instalación de los siete padres, que comenzaron el colegio, regido a la sazón por el P. Antonio Láriz y así fue cómo se recabó, no sin ejemplo de rara modestia, la fundación del colegio, que en beneficio de la villa quisieron erigir y dotar D. Hernando Tello de Guzmán y su esposa María el cual [San Ignacio] no podía olvidar desde el cielo los méritos que con él contrajo la noble Arévalo, su segunda patria en la tierra».

La relación del P. Sacchini debió fundarse en la carta ánua de la provincia jesuítica de Castilla la Vieja, dirigida en 1588 al P. Claudio Acquaviva. Escrita igualmente en la carta ánua de 1580, que dice así: «Missiones del Collegio de Ávila. Entre una docena, o más, de missiones breves que se han hecho con grande servicio de Nuestro Señor, una, algo más larga, a Arévalo; en la cual dos Padres, fuera de otros servicios, que a Nuestro Señor hicieron, concluyeron la fundación que Vuestra Paternidad a Aceptado para su tiempo.»

Dice el P. Sancchini: “Y así se creía que el Santo desde el cielo había promovido la fundación del Colegio en Arévalo, como quien quería pagar su antiguo hospedaje allí y entre otras por la buena educación de la juventud en aquel lugar”.

El entorno urbano del colegio.

Con los primeros dineros de la fundación, lo que hicieron fue comprar un gran número de edificios, casas y solares para reunir en una gran manzana el proyecto, situada al este de la villa, entre la puerta de San Martín, pegada a las murallas en las cuestas del río Adaja, y la iglesia de igual nombre. Para ello también recibieron del Concejo arevalense en 1595 la cesión de algunas calles, callejas y rondas de la muralla, además del remanente de agua de la fuente de los Cuatro Caños, para su huerta. El historiador Montalvo lo recogió en un plano esquemático y que publicó en su libro.

Los solares comprados fueron más de los necesarios o utilizados, que llegaban hasta la Calle del Horno, la Alhóndiga y la propia parroquia de San Martín, y hacia el río, un extenso espacio que después sería su huerta, porque el proyecto inicial era de más envergadura de lo que finalmente se realizó. Incluso hubo momentos en que el proyecto se puso en tela de duda porque se alargaban los tiempos excesivamente.

También en él se incluyó lo que quedaba del antiguo Estudio de la Gramática, institución medieval que Isabel I de Castilla cedió al Concejo arevalense, y que este traspasa al nuevo colegio con una dotación anual de 50.000 maravedís durante diez años. Ver mi trabajo sobre «El Estudio de la Gramática» en el 42 de Cuadernos Abulenses de 2013.

Las clases comenzaron en 1595 en las casas de Cristóbal Sedeño, primero alquiladas y luego compradas, hasta que sus nuevos edificios estuvieron finalizados. Llegó a tener entre 150 y 200 alumnos.

Su arquitectura.

El conjunto de edificaciones, los estudios, los claustros y la iglesia formaron el conjunto del colegio. La obra de Jesús Gascón y Raimundo Moreno sobre el Colegio de Santiago de los Jesuitas en Arévalo, es el mejor estudio al respecto, al que remito para quienes quieran una información más amplia, y en la que me baso para este bosquejo.

Pero quizás la más valiosa información es la relativa a su iglesia, que como bien han definido estos autores, tiene cuatro fases constructivas, desde la primera iglesia «que ha de ser como mínimo, del tamaño de la de Santa María» y que debía tener tres retablos, el mayor y dos laterales. Esta primera iglesia se finalizó en 1602 en el espacio del antiguo palacio de Pedro Zúñiga.

Mediado el s. XVII se realiza una segunda fase a cargo Francisco Cillero, de claustro y cuartos, y la traza de la nueva iglesia realizada por Pedro Mato entre 1641-1651. A ella corresponde la hermosa portada de carácter clasicista con arco almohadillado entre columnas en su cuerpo bajo, y en las enjutas medallones con las imágenes e S. Pedro y S. Palo. En el cuerpo superior, entre pilastras una hornacina avenerada que debió de ostentar una imagen del titular Santiago. Rematado por un frontón y cornisa pétrea con el escudo en piedra arenisca de Carlos V, cuando lo cedió, tras la expulsión de los Jesuitas, para trasladar el templo la antigua parroquia de San Nicolás.

La siguiente fase, entorno a 1740 será fundamentalmente añadir una nueva cabecera con crucero y cúpula, añadir las capillas laterales y las yeserías barrocas que cubrieron sus bóvedas tabicadas, y la cúpula con decoración radial. También son de esas fechas los retablos barrocos que adornaron la nueva iglesia, algunos de ellos se conservan en otros templos.

Tras la expulsión de la Compañía de Jesús, por Real Decreto de Carlos III, en 1767, a la iglesia del colegio fue trasladada en 1771 la iglesia parroquia de San Nicolás El Real, cuya antigua parroquia que estaba situada en el norte de la población, entre la fortaleza y el puente de Valladolid.

La cuarta fase son arreglos para acondicionarla a parroquia cuando a esta iglesia se trasladó la antigua parroquia de San Nicolás.

El resto fueron incautadas. Una parte pasó a manos privadas y otra parte se convirtió en Colegio del Concejo hasta mediados del siglo XX.

Los restos del Colegio de Santiago.

El resto de edificaciones del antiguo colegio de Santiago, hoy muy menguadas, son un gran pabellón hacia las cuestas del río, con una bodega de arcos y bóvedas enormes, y la iglesia.

Tanto los restos de edificaciones del colegio de la Compañía de Jesús en Arévalo, como la iglesia, como también diversas propiedades privadas del entorno, han sido adquiridas por la Fundación Adrastus, formando un gran espacio, desde el Mirador del Adaja, hasta la Bajada de San Martín. Se está a la espera de iniciarse el ambicioso proyecto cultural «Collegium», que albergará un centro de arte contemporáneo con museo y centros de formación y experimentación. La iglesia, sus muros, han sido consolidados y restauradas las cubiertas de la cúpula y crucero, por la Junta de Castilla y León, fin cultural.

Quiero finalizar esta serie de artículos manifestando la satisfacción personal por la oportunidad de adentrarme en la vida de San Ignacio y en sus años arevalenses, y especialmente por poderlo compartir con ustedes, lectores del Diario de Ávila, al que agradezco sus deferencias.

FUENTE: RICARDO GUERRA SANCHO

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