AÑO IGNACIANO 2021-22. SAN IGNACIO DE LOYOLA EN ARÉVALO 7 -ARÉVALO SE LEVANTA CONTRA EL REY CARLOS V
Jul 27 2022

POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA).

Escena de la guerra de las Comunidades, fragmento. Óleo de Manuel Picolo López, 1887, palacio del Marqués de Salamanca.

En 1516 Juan Velázquez, el más fiel súbdito de su Majestad Cesárea y Católica, Carlos I, se enfrentó inesperadamente al designio imperial de entregar el señorío de Arévalo a su abuelastra la Reina Germana. La lealtad a la Corona y el mejor servicio del Rey le llevaron a rebelarse contra el propio rey, como quedaba establecido en los antiguos privilegios de la villa, como hemos visto en el capítulo anterior.

Entre tanto, nuestro joven Íñigo, que ya era un pupilo muy cercano y de la confianza de Juan Velázquez, asistía a todos estos acontecimientos desde un punto de vista muy cercano y cómplice con el círculo arevalense, ya que él mismo luchó a favor de la villa. Él se sentía ciudadano de esta villa que le había acogido con los brazos abiertos y fue partícipe de todos los sucesos que vivió muy de cerca.

 

Una visión rocambolesca

Creo que por enrevesada que sea, debo recoger aquí una visión del levantamiento de la villa que nos ofrece Telesforo Gómez Rodríguez, que fue Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, y escribió en el boletín de la Academia de 1891, en el cuarto centenario del nacimiento de Íñigo, un artículo sobre el levantamiento de Arévalo. Ya había publicado ese mismo año el diploma inédito del emperador Carlos justificando ante la historia el levantamiento. Un hombre culto que fue Presidente de la Diputación de Ávila y diputado nacional por Arévalo en 1876 cargo al que pronto renunció por incompatibilidad, ya que era Registrador de la Propiedad de Arévalo. 

Recoge este autor que de la excesiva amistad e intimidad de María de Velasco con la reina Germana surgieron murmuraciones de que el potaje que ambas habían preparado para Fernando en Carrioncillo, intentando descendencia para que la corona de Aragón no pasase a la Casa de Austria, y que a la postre había sido una de las causas de su muerte. Se criticaba de poco patriótico a Juan Velázquez esposo de María de Velasco esa entrega, y que daba lugar a que desmereciese el concepto público de ellos y la maledicencia se cebó en sus personas. Eso le indujo a Velázquez de Cuéllar «a tomar medidas de fuerza» contra Germana aún a riesgo de perder su amistad, como así fue, y no dudó en hacer respetar los privilegios de la villa que acababa de ratificar Isabel unos años antes. Aunque era ferviente realista decidió ejercer los derechos de la villa contra la decisión de la Corona de enajenar la villa. Y así fue como fuera de sus intereses personales, pues sabía que por la amistad, Germana le ratificaría conservar la alcaidía de la fortaleza, para desvincularse de esos comentarios, ejerció la fuerza organizando el levantamiento y así distanciarse de aquella amistad nociva de Germana.

Una versión rocambolesca que se aparte ostensiblemente de lo que dicen la generalidad de los cronistas e historiadores. 

 

El levantamiento

Fray Prudencio de Sandoval, uno de los primeros testimonios sobre el levantamiento dice que «…a 20 de Mayo, en Madrid notificaron a Juan Velázquez las provisiones, requiriéndole a que dejase las fuerzas. Él no solo suplicó de lo que el rey enviaba a mandar, más salió de Madrid, y fuese para Arévalo, e hízose fuerte en la villa con gente, armas y artillería. Para guardar los arrabales hizo un palenque de río a río, fortísimo; de manera que no solo podía defenderse, más ofender».

La predicción de Cisneros se cumplió, ni Arévalo ni Olmedo quisieron recibir a Germana, motivo por lo que Arévalo se levanta contra el rey Carlos. 

Por todo ello, con Velázquez de Cuéllar a la cabeza, y con aprobación del Concejo, la villa se levantó contra el rey Carlos, a pesar de la mediación del Regente, el Cardenal Cisneros, que a pesar de comprender las razones y derechos que se defendían por la Villa, no podía admitir tal situación. También gentes notables apoyaron la postura de Arévalo, y al Contador, que estaba emparentado con alta nobleza castellana y que en principio recibió el apoyo de los grandes, como el Duque de Alba, el Almirante de Castilla Íñigo de Velasco, que era pariente de su mujer. Pero según se fueron desarrollando los acontecimientos, se fue quedando solo y perdiendo los apoyos iniciales. 

 Lo refiere Prudencio de Sandoval que nos lo describe así: «…ni bastaron cartas de los gobernadores, ni del rey; hasta que el cardenal envió al doctor Cornejo, alcalde de corte, con gente que procediese contra él…  hízose fuerte en la villa con gente, armas y artillería. Y para guardar los arrabales hizo un palenque de río a río fortísimo; de manera que no sólo podía defenderse, más ofender…». 

Durante unos meses, de noviembre de 1516 a marzo de 1517 la villa fue asediada por las tropas realistas. Así nos lo describe Galíndez de Carvajal: «El fin suyo era defender aquella villa y fortaleza de la reina doña Germana… la cual pretendía que era suya…. Lo cual desplugo mucho a Juan Velázquez, y mucho más pessó a doña María de Velasco, que desamaba ya a la reina…. se pusieron en resistencia contra los mandamientos del rey… Hizo en Arévalo bastidas y otros aparejos para se defender que no se le tomasen; y metió allí mucha gente de a pie y a caballo, anssí suya como de algunos grandes, sus amigos y deudos de su mujer y armas y artillería y se puso en levantamiento. En la cual rebelión duró muchos meses…»

Algunos historiadores han visto en este levantamiento de la villa un precedente del movimiento comunero, pero muy acertadamente Carmelo Luis López, me comentaba tratando este tema, que había diferencias significativas entre uno y otro, aunque también había algunas coincidencias generales en motivos del descontento, como la influencia excesiva de los flamencos acaparando cargos, también locales, o la presión económica para gastos ajenos a Catilla, pero que no podía ser considerado como tal precedente.

 

Un gran palenque, de río a río

Para le defensa, Juan Velázquez mandó construir un gran muro y palenque como ampliación al recinto amurallado, con bastidas y cosas de guerra, que acogiera los arrabales, los conventos y el hospital del sur de la población, desde los barrancos del río Adaja, a la altura del hospital de San Lázaro, lasta los barrancos del río Arevalillo, a la altura del convento de la Santísima Trinidad. Un fuerte vallado de maderas estacadas y relleno de tierra, con algunos refuerzos en la entrada nueva, que cerró por el sur de la villa, que era el flanco más vulnerable.

En esta resistencia, Íñigo tuvo su primera experiencia militar, luchó junto a su mentor Juan Velázquez y a favor de la villa en esa reivindicación justa, él ya se consideraba muy de Arévalo, la villa que le acogió con los brazos abiertos y le estaba ofreciendo un futuro prometedor. 

Se dice que él mismo fue el encargado de organizar las defensas en torno a la iglesia fortaleza de San Pedro, en la «Villa Vieja», tan cercana al castillo que él mismo había visto reformar bajo la dirección de Juan Velázquez de Cuéllar, y que fue también el lugar donde realizaba con los otros jóvenes sus ejercicios de armas durante formación caballeresca. 

Este tema de la antigua iglesia parroquial arevalense de San pedro, nos recuerda que Íñigo en su juventud, su época de Arévalo, compuso un «poema de San Pedro». Quizás fuera entonces también cuando le escogió como su protector, escudo y amparo en su vida militar, porque la comenzó junto a un templo dedicado a este apóstol.

El Cardenal Cisneros, regente durante el levantamiento de Arévalo. Juan de Borgoña, sacristía de la catedral de Toledo.

La antigua iglesia-fortaleza de San Pedro Apóstol

También el castillo pertenecía a la feligresía de esa antigua parroquia, con la que dicen estaba comunicada por un túnel. Nos dice Telesforo Gómez que en el libro de esta iglesia de 1571-1609, figura que «los Alcaides del Castillo y los Señores a quien Su Magestad pone en el Castillo y sus criados son parroquianos de esta iglesia… de tiempo inmemorial… Que San Ignacio estuvo en el levantamiento, no cabe duda, porque él no se separó de Velázquez desde que de niño se lo enviaron sus padres, ni salió de Arévalo sino en su compañía».

Bien es cierto que este autor suele rodear los acontecimientos con anécdotas, como mencionar a “sus padres” cuando su madre murió antes de que Íñigo viniera a Arévalo, sin duda un lapsus. Pero en el fondo de la cuestión sí que consultó documentación de primera mano.

El padre Ospina nos ofrece la descripción del edificio de esta parroquia de esta manera: «En sitio prominente de la villa de Arévalo se levanta una vetusta iglesia, edificio de extraña arquitectura, mitad templo, mitad fortaleza, con sus tres reductos y su castillo convertido en torre que fue dedicado en tiempos cristianos al Príncipe de los Apóstoles». 

En el plano de Francisco Coello de 1864, que publicó la Fundación Cultural Santa Teresa, se recoge un esquemático plano de este templo. Otra elocuente descripción se la debemos a Madoz, en su diccionario (1845-1850), que dice «…San Pedro Apóstol, de rara arquitectura, fortaleza muy regular en su época con sus tres reductos y su castillo, que después fue torre; es toda de canto, ladrillo y cal…». Pero aún tenemos otra descripción, la de Quadrado que la describe así «…alzábase pocos años há (1884) la parroquia de San Pedro, de fuerte y rara arquitectura según los que alcanzaron a verla, que por sus tres cubos y torre a modo de fortaleza conjeturamos debió ser bizantina. Dícese era la mayor de todas…». Podemos observar la similitud entre estas descripciones.

También se dice por diversos autores que durante esos enfrentamientos y escaramuzas, en febrero de 1517 murió Gutiérre, el primogénito del Contador, unos dicen que en el fragor de los enfrentamientos, y otros que coincidiendo con ellos, lo cual apenó muchísimo a Juan Velázquez.

Dice Iturrioz que “…se agotaron los recursos… y hubo de capitular, allanándose, en marzo de 1517, a deponer la resistencia, pero conservando la Villa en la Corona hasta que el Rey viniese a España”.

Prudencio de Sandoval nos refiere sobre el mismo tema: «El cual procedió y después de muchos autos Juan Velázquez se allanó; desarmó la gente; entregó la fortaleza y la villa de Arévalo; y se vino a Madrid junto al cardenal por junio del año 1517.»

 

La muerte de Juan Velázquez de Cuellar

Para esas capitulaciones Juan Velázquez fua a Madrid, a entrevistarse con el Cardenal Cisneros que le recibió como al amigo que era, pero un poco tozudo, que otros dirían muy leal. Por esas fechas estaba con el regente Cardenal Cisneros el infante Fernando, viejo amigo también de Velázquez de Cuéllar, que desde la muerte de Fernando el Católico quedó a su cargo, no quería dejar que cierta nobleza le instrumentalizara y convirtiera en «una guarida de conspiradores», en palabras del historiador José García Oro. Como diría el propio Cardenal, «porque los que agora lo tienen no convienen en ninguna manera», refiriéndose a algunos servidores de la casa del Infante.

El 12 de agosto de 1517 muere Juan Velázquez de Cuéllar, en Madrid, quien sabe si de pena, cansado y abatido al ver su causa perdida, arruinado por los cuantiosos gastos de la lucha y sus preparativos, y agobiado por la pérdida de su hijo mayor, y también por los desengaños sufridos. 

Fue enterrado en el convento de La Encarnación, de Clarisas, fundación de la familia Velázquez-Velasco a finales del s. XV y hoy desaparecido. Estuvo en el «campo santo», en el arrabal del sur de la villa, junto a la parroquia de El Salvador.

Pero antes que la muerte física, ya había conocido otro género de muerte, la del fracaso de sus ideales, que indudablemente afectó a todo su entorno.

 La familia Velázquez de Cuéllar había caído en desgracia a los ojos del Emperador. Los pupilos de la Casa, Iñigo de Loyola entre ellos, vieron sesgadas sus aspiraciones en la Corte. Este episodio de la historia local es de los más tristes y además que influyó mucho más de los que pueda parecer en el futuro de esta villa que, a raíz del levantamiento, comenzó su declive histórico, social, económico y de población, hasta llegar a niveles insospechados.

 

Todo lo perdió, menos el honor

Dice el Padre Fita, que cansado, abatido y arruinado… «todo lo perdió menos el honor…».

A la muerte de Juan Velázquez, Cisneros envió una misiva a Carlos con una postura más firme que nunca; «Direys a Su Alteza de mi parte… que le suplico que en ninguna manera de ni enagene sus villas. Asy la de Arevalo como la de Olmedo, ni darlas a nadie sino guardarlas para sí, porque esto conviene a su real servicio». 

El Rey Carlos reconoció las razones de Arévalo y del Contador, pero ya era tarde para él. En septiembre de 1520 firmó el documento, ya citado anteriormente, dado en Bruselas en que reconocía «…que lo solicitado por la Villa de Arévalo era justo, y que la donación e merced que de la dicha villa e Arévalo e su tierra ovimos fecho e fizimos a la dicha serenísima Señora Reina de Aragón doña Germana no se había podido fazer y que era contra las Leyes de los dichos nuestros Reinos, e contra los privilegios que la dicha villa tiene…  por tanto Declaramos haber sido y ser ninguna e de ningund efecto e valor la merced que de la villa avíamos fecho e feísmos…». Don Carlos justificaba a los regidores de Arévalo por la resistencia puesta a su merced.

Todos los textos conocidos sobre este asunto arevalense fueron publicados principalmente por el Padre Fita y por Telesforo Gómez Rodriguez.

En el testamento de Juan Velázquez de Cuéllar y María de Velasco, que habían dictado en Valladolid el 22 de diciembre de 1514, lo recoge Pellicer, y en él se inserta una carta real, una declaración de Fernando el Católico donde le reconoce sus grandes servicios a la corona: «…una carta real que es declaración del Señor Rey Católico, en que confiesa que todas las Mercedes, Oficios, Tenencias de Castillos, Encomiendas, Ayudas de Casamientos, que los Señores Reyes Do. Fernando i Doña Isabel i Doña Juana habían dado a los hijos de Juan Velázquez i Doña María de Velasco i a sus Parientes, todo había sido por sus Grandes Servicios, i solo a Contemplación suya…».

Desde esas fechas comienzan a encabezar las actas del Concejo de esta forma «En la Noble e muy Leal Villa de Arévalo…». El acta primero de acuerdos en el que aparece esta denominación es de diciembre de 1520, llegando a la redundancia en el acta de 9 de agosto de 1521 en que dice «En la Noble y muy más Leal Villa de Arévalo…».    

¿Y después de estos acontecimientos que fue de nuestro joven Íñigo?

Lo veremos en el próximo capítulo. 

FUENTE: CRONISTA

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