POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
El primer Año Santo o Año Jubilar fue establecido por el papa Paulo III en 1536 para las fiestas de Nuestra Señora de Guadalupe. Cinco siglos después, en 2005, otro sumo pontífice, Juan Pablo II, que visitó el monasterio extremeño en su primer viaje a España (1982), concedió Años Jubilares cada vez que la solemnidad litúrgica de la Virgen de Guadalupe (6 de septiembre) caiga en domingo. Y esto sucede con una cadencia de 6, 5, 6 y 11 años, es decir, 2009, 2015, 2020, 2026, 2037…Llegar a Guadalupe siempre es un júbilo para el alma y el cuerpo.
A la belleza del monasterio, declarado Monumento Nacional en 1879 y Patrimonio Mundial en 1993 (resulta imprescindible visitar la iglesia, los claustros mudéjar y gótico, la sacristía, el camarín y los museos que alberga en su interior), se unen el encanto del pueblo que surgió y creció a su alrededor y los paisajes del Geoparque Villuercas-Ibores-Jara. Para recuperar fuerzas después del camino, nada mejor que la maravillosa gastronomía de la comarca.
Hablar de Guadalupe es hacerlo con don Miguel de Cervantes Saavedra, desde su obra los Trabajos de Persiles y Segismunda: “Apenas hubieron puesto los pies los devotos peregrinos en una de las dos entradas que guían al valle que forman y cierran las altísimas sierras de Guadalupe, cuando, con cada paso que daban, nacían en sus corazones nuevas ocasiones de admirarse; pero allí llegó la admiración a su punto, cuando vieron el grande y suntuoso monasterio, cuyas murallas encierran la santísima imagen de la emperadora de los cielos; la santísima imagen, otra vez, que es libertad de los cautivos, lima de sus hierros y alivio de sus pasiones; la santísima imagen que es salud de las enfermedades, consuelo de los afligidos, madre de los huérfanos…”.