ANTE EL SOLSTICIO DE INVIERNO Y LA NAVIDAD
Dic 27 2024

POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)

(Este artículo de opinión lo publiqué en el diario “La Nueva España” el lunes, 23 de diciembre) –

Navidad y felicidad parece que forman un dúo indisociable. La felicidad invade el espíritu de estas semanas y vuelve a llenarnos de expectativas. Es el tiempo de la esperanza de un eterno retorno. Fechas entrañables, cadena de repetición, bucles del tiempo insertados en el solsticio invernal.

Desconocemos el día y el mes del nacimiento de Jesús. Incluso la Iglesia ha aceptado años atrás -por boca del anterior pontífice Benedicto XVI y, ahora, por ratificación del actual-, que hay un desfase en el año en el que se creía que había nacido, puesto que realmente este hecho ocurrió entre cuatro y seis años antes. El error viene desde el año 533, cuando el monje romano Dionisio “el pequeño” (más que por su estatura puede que el mote le viniese por su humildad), se propuso calcular los años -no desde la fundación de Roma como era costumbre- sino desde el presunto nacimiento de Cristo. La época determinable con precisión es, ciertamente, el décimo quinto año del imperio de Tiberio César.

Además, Herodes -rey de los judíos- mandó matar a todos los niños menores de dos años, y la muerte de este monarca se sabe ahora con certeza que ocurrió cuatro años antes de la fecha considerada como la del nacimiento de Jesús, cuando éste tendría algo menos de dos años y se salvó porque sus padres huyeron a Egipto con él.

Como los romanos eran conscientes de que en estas fechas finales de diciembre los días comenzaban a crecer, celebraban la fiesta del Deus Sol Invictus (Invencible Dios Sol); era como si el sol volviese a nacer y -entre el 22 y el 25 de diciembre- tenían lugar las fiestas del “Natalis Solis” o Nacimiento del Sol. De modo que los cristianos decidieron también instaurar la festividad del nacimiento de Cristo en esos días y, al inicio del siglo IV -aproximadamente-, se fijó la fecha en el 25 de diciembre.

En el cuento “Canción de Navidad”, de Charles Dickens, el personaje central es un comerciante avaro y carente de todo sentimiento humanitario.

Uno de los espectros que le visita en estas fechas es el “Espíritu de las navidades pasadas”, quien transportándolo hacia atrás en el tiempo le hace ver todas las navidades que ha desperdiciado, ocasiones de poner en práctica aquellos sentimientos de bondad y caridad que son desconocidos para él.

Porque Navidad es como una nostalgia que viene a repetir cada año aquel acontecimiento trascendental que sigue acompañándonos, en la guerra y en la paz, en el dolor y en la alegría, en la pobreza y en la prosperidad.

Nuevamente la Navidad llama a nuestras puertas. En la calle oscurece pronto y las luces navideñas vienen a poner el contrapunto a estos días de tanto significado. Luces y sombras, como las corrientes que atraviesan el corazón humano, como los ríos caudalosos del bien y del mal que cruzan la humanidad desde que existe.

Desde hace poco más de dos mil años ensayamos un mismo libreto cuya letra y espíritu sabemos de memoria.

Los 366 días del año que concluye darán paso a un 2025 que se divisará en el horizonte días después que el solsticio de invierno se instale en nuestro hemisferio.

Un nuevo año que necesitará audacia, prudencia, valor y cordura a partes iguales, porque todos nos jugamos mucho en la vida social y política del convulso mundo que nos ha tocado vivir.

Con sus pausas emocionales el tiempo nos indica nuestra condición y nos obliga a mirar hacia delante, a la permanencia irrenunciable que tanto nos cuesta interiorizar.

Por los tiempos pasados, por los presentes y por los que han de venir evoquemos -una vez más- las palabras mágicas de estas fechas: Felicidad, nostalgia, salud, paz…FUENTE:https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez

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