POR BIZÉN D’O RÍO MARTÍNEZ, CRONISTA COMARCA HOYA DE HUESCA
A través de los tiempos la forma de llevar a cabo la labor de siembra que se perpetuó como procedimiento tradicional, se reduce a sembrar el trigo “a puño”, sin duda alguna porque a la práctica, era el sistema o forma mas apropiado al derramar el grano sobre los sembrados con bastante igualdad, cubriéndose después en las tierras suaves pasando una tabla o rastra ordinaria, logrando por este método llevar a cabo la sementera en poquísimo tiempo; pero en campos con terrones y piedras era necesario mayor laboreo, lo cual se consiguió con el paso de rodillos o rastras armadas de fuertes púas de hierro que, dando así vueltas por los barbechos sembrados rompían los terrones con los clavos que, a su vez removían la superficie de la tierra cubriendo o envolviendo la simiente. Para las tierras que se rodaban, aplanaban, o hundían, era necesario recurrir al arado para cubrir la semilla, con lo cual se invertía mucho mas tiempo, además de tener que prestar sumo cuidado de que esta labor resultara ligerísima, es decir, de una forma muy superficial, al objeto de no enterrar muy profundo el grano, ya que se quedaría sin nacer. Hubo otra forma de sembrar las tierras que se araban con “labor de yunta o llana”, es decir, por igual su superficie, no dejando los surcos abiertos, a fin de que fuera menor la evaporación de la humedad, y que la tierra retuviera esta con mayor aprovechamiento, claro que esta operación para llevarla a cabo con los viejos “aladros” romanos, requería echar poca “orejeta”, y la reja tenía que “picar de punta”, para ello, el ángulo que formaba la reja con el timón debía de ser mas abierto, y precisamente, ya los romanos consideraron esta labor como de mayor esfuerzo por el trabajo que representaba, pero sí, la mas útil al labrador. No obstante, en esta preparación de la tierra, la experiencia además de la sabiduría popular se apoyaba en el viejo consejo de que: “la calidad de la tierra y las cosechas que se piensa cultivar, indican al labrador, mejor que los documentos, las labores que hay que dar” Porque es bien claro que en las tierras gruesas y fuertes ha sido necesario siempre dar mas vueltas de arado que en las flojas y ligeras. En el siglo XVI ya aconsejaba Herrera que las labores de arado serían lo más perfectas, en tanto y cuanto, más se acercaran a la cava con azadón.
Preparado el campo, toma el sembrador una cantidad de grano en una especie de costal, atado al cuello con una cuerda, o bien en una alforja, para tomándolo a puñados, ir arrojándolo a su alrededor a la vez que camina llevando una perfecta coordinación entre el movimiento del paso con el brazo, de forma que se esparciera sobre el suelo igualadamente, esto ha requerido mucha práctica y maña, consistiendo en que se debía al movimiento circular dado al brazo para arrojar la simiente con fuerza, y el puño que debía de abrirse poco a poco, para que no cayera todo en un montón, sino todo lo contrario, que se desparramara cayendo como si de una lluvia se tratara. Esta fue una labor que en cierta forma obligaba a que en cada familia hubiera una o os personas que habiendo adquirido una práctica, llevaran a cabo esta labor con perfección, y esta se veía cuando al germinar no se vieran muchos claros, que hicieran necesario un resembrado de ellos.
En cuanto a la simiente a esparcir para la siembra, tanto los autores antiguos, otros medievales, incluso los modernos, observaron que podrían lograrse abundantes cosechas en las feroces tierras de España, sembrado menor cantidad de semillas, pero sobre todo, teniendo en consideración antes de esparcir la simiente, la calidad del terreno, el clima y la situación del campo. A este respecto, a partir del segundo cuarto del siglo XVII se llevaron a cabo pruebas, ensayos y experimentos, en un intento de encontrar utilidad y economía en estas labores del campo.
En cuanto a la cantidad de simiente que debería sembrarse, fue Columela tajante, cuando en el siglo I fijaba que la “Yugada” de tierra gruesa necesitaba ordinariamente cuatro “modios” de trigo, y la tierra mediana cinco “modios”; para la siembra de escaña o espelta (trigo de terrenos pobres, de paja dura y corta, también llamado “escaña mayor” o escanda de Navarra), nueve “modios” si el terreno era fértil, y en tierra mediana serían diez. Diciendo igualmente, que si bien algunos autores no estaban de acuerdo con esta medida, y algunos de los agricultores optaban por siembra en tierra fértil de cinco “modios “ de trigo y ocho de escaña por “yugada”, y a los de tierra mediana se les echaba en la misma proporción, es decir, seis de trigo y nueve de escaña. A este tenor, Columela aconsejó que se emplearan los “modios” de simiente que hicieran realmente falta, variando la condición del lugar (llanuras o colinas) y tierra (gruesa o floja), de la estación (otoño o entrada de invierno), o de la atmósfera (lluviosa o seca).
Para hablar de “modios” deberemos retrotraernos al sistema usado en la Antigua Roma, que pesaban, contaban y medían en ”libras”, “ases” y “Pies”, respectivamente todos divididos en doce unidades, si bien los romanos para cuento, adoptaron el sistema decimal, que les permitía contar con los dedos de las dos manos ( el uno era un dedo, el cinco la mano abierta y el diez las manos cruzadas). En el foro de las ciudades romanas se mantenía custodiada la “Mensa Ponderaria” con los patrones para contrastar las medidas y pesos usados en las transacciones comerciales.
Usadas en agricultura, como medida de superficie se encontraba el “Actus” o acta geodésica, que equivalía al trabajo de medio día y el “Jugerum o Jugum”, “Yunta o Yugo”, que equivalía al trabajo de un día completo, medida que será usada en agricultura hasta épocas recientes. Así mismo en medidas de capacidad romanas, el “Modius” o “Modio” equivalente a 8,754 litros, dividido en 64 “Quartarii” o “Quartal” equivalente a 0,137 litros. A estas medidas se sumaría el salario o “Jornal”, que nos lleva a las unidades de tiempo, dando como resultado el que se describieran las faenas agrícolas en base a “Modios, Jornales y Yugadas” necesarias para cultivar distintos granos: Para cuatro o cinco “Modios” de trigo hasta poder llevar el grano obtenido a la era para trillarlo requería: cuatro obradas de arar; una obrada de gradar; dos jornales de la primera escarda; un jornal de la segunda escarda; un jornal en la escarda hecha a mano; un jornal y medio para la siega, arrojando todo un total de cinco obradas y cinco jornales y medio cada “Yugada”.
El grano mas común después del trigo fue la cebada, que era llamada “hexástica”, esto es, de seis órdenes y que en algunas regiones se denomina “caballuna”, por cultivarse para alimento de las bestias de labor y resto de ganados, que se necesitaban para cinco “Modios”: tres obradas de arada; una obrada de gradar; un peón y medio de escardar con almocafre; mas un peón de siega, dando toda esta labor un total de cuatro obradas y dos jornales de peón y medio. Otro cultivo muy usual fueron las legumbres, entre ellas la “Judía”, que para cuatro modios de sembradura, necesitaba dos obradas de arada; una obrada de grada y un peón para la siega. En cuanto a la “Lenteja” con modio y medio de semillas, eran precisos tres obradas de arada; un peón de grada; 2 peones para escarda, uno de almocafre y otro a mano; mas un peón de siega.