POR MIGUEL A. FUENTE CALLEJA, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE NOREÑA (ASTURIAS)
Una de las industrias que caracterizaron a Noreña en el siglo pasado fue la del curtido de pieles, las tenerías como así se denominaban, palabra derivada de taninos, producto que se encuentra en la corteza de los árboles, bien sean robles, castaños o cerezos, por citar los que habitualmente se emplean actualmente para los curtidos, aunque en nuestra villa ya existían en el s. XVIII especialistas según el Marqués de la Ensenada.
La historia noreñense más reciente de este oficio hay que localizarla cuando Juan Ramón Ruisánchez, un personaje descendiente de tejeros, nativo de La Pesa de Pría en Llanes, concretamente del barrio de Los Pindales, instauró una fábrica en el barrio de Les Carolines a orillas del Rio Noreña, junto a las cocheras de Justo Arrojo y a quien puso el nombre de “Los Pindales”, en la cual, confeccionaban equipos de seguridad para el trabajo, empleando para curtir el cromo y el tanino para sus tratamientos.
En el pueblo palentino de Villarramiel todos sus habitantes vivían de este oficio: unos en el campo pelando la corteza de los árboles; las mujeres recogiendo los fardos y acercándolos al pueblo; otros vendiendo el cuero ya elaborado del que eran auténticos especialistas, pues los curtidos llevan un largo proceso desde que recogen las pieles hasta que las transforman en material dispuesto para los bolsos, zapatos, suelas u otros utensilios para la monta de caballos, yuntas, etc. Se desplazaban a las provincias cercanas cargando gruesos fardos en sus mulas para la venta de cueros ya curtidos y concretamente en Noreña para suministrar suelas para los zapatos que construían los del gremio de San Crispín, y cuando regresaban, hacían el trueque con calzado para los palentinos.
Así, una familia oriunda de Villarramiel, en plena Tierra de Campos compuesta por el matrimonio y ocho hijos, conocida como “Los Pellejeros”, gentilicio popular del pueblo junto a los villarramielenses- se estableció en nuestra villa tras hacerlo anteriormente en Cangas del Narcea y en Cangas de Onís, siendo Antonio, el último de la saga y que terminó de “ministro” según el apodo que le tocó en suerte en la villa.
Antonio Sánchez, repetimos, alquiló esta fábrica por mil pesetas mensuales, donde figuraba como contable Jesús Cuesta García, que había abandonado sus estudios eclesiásticos en el Seminario Menor de Tapia de Casariego.
Además de los equipos de seguridad para el trabajo, ampliaron sus fabricados a mandiles, guantes, manoplas, polainas, serrajes, badanas, cinturones de seguridad, botas, etc. materiales que suministraban a los mercados de Vizcaya, Galicia, Cataluña y por supuesto Asturias.
Concretamente, el mencionado Antonio Sánchez Fernández con el citado Jesús Cuesta ya como socio, ampliaron la empresa trasladándose a una nave que construyeron en El Truébano ya con tres inmensos bombos donde impregnaban las pieles o las aclaraban, contando además con suficiente espacio para poner los paneles con las pieles a secar al sol cuidadosamente estiradas.
Años después la sociedad se disolvió, quedándose Jesús con las instalaciones poniendo por marca “La Tenería Industrial” que había adquirido en Avilés y teniendo, Antonio Faedo como administrador de la misma, y Antonio construyó a su vez, otra nave frente a la de su ex socio con la marca ”Asfer Noreña”.
Se quejaban en aquella época ambos empresarios, del mal estado en que les llegaban los cueros motivado por el degüello, ya que contaban on demasiados agujeros originados por las cuchilladas que recibían hasta lograr la muerte de la res. De todas formas, los guantes fabricados en Noreña gozaban de gran demanda pues ya contaban con maquinaria apropiada para la costura, así como la garantía de duración prolongada debido a la experiencia de los cosidos en la industria zapatera.