Antonio Barrantes Lozano, profesional de la enseñanza, ahora ya jubilado a sus 64 años de edad, es el cronista oficial de Villanueva de la Serena desde abril de 2013. Casado con Antonia Díaz Moraga hace 38 años, tiene dos hijas y un nieto.
–¿Qué recuerdos guarda de su infancia?
–Nací en Villanueva de la Serena, dentro de una familia de trabajadores, en la calle del Pósito, cercano a la Laguna, hoy plaza de los Conquistadores. Cuando era tal, de niño tirábamos piedras a los patos que periódicamente surcaban sus aguas. En Santiaguito aún recuerdo con nostalgia la llegada de los señores de los turrones, los titiriteros, las barcas y los caballitos, todo un acontecimiento que rompía la monotonía, mientras los mayores hablaban de sus cosas y fumaban sentados en la paredilla que limitaba la charca. Dentro de una familia numerosa, yo era el menor de seis hermanos, que cuando llegaron a la edad de trabajar, que por entonces era temprana, ayudaban a la economía familiar, como la mayoría de los mozalbetes.
–¿Sus inicios en la enseñanza?
–Estudié en el Instituto «Pedro de Valdivia; luego me licencié en Filosofía y Ciencias de la Educación. Pronto comencé a ganarme la vida dando clases particulares, luego ejerciendo de interino hasta ingresar en el cuerpo de Maestro de Enseñanza Primaria, y como maestro aprendí de mis alumnos el valor de la amistad, el cariño y el respeto, mientras yo intentaba inculcarlos el gusto por las letras, las ciencias y los secretos de la vida. 21 felices años de profesional en La Haba y Villanueva. Más tarde, pasé al Instituto, en 1992. Y después de 18 años en el Pedro de Valdivia, me tocó pasar a pertenecer a las clases pasivas.
–Tras su jubilación, ¿qué hace Antonio Barrantes ahora?
–Superar la edad en la que todo lo absorbe la profesión, no ha sido para mí nada traumático, a pesar del apego que tenía por la enseñanza. Tiempo libre tengo poco, pues son varias las ocupaciones que uno emprende, además de la lectura y me gusta escribir.
–¿Cómo está siendo esta etapa como cronista?
–Sólo tengo gratitud con la deferencia que el Ayuntamiento, al completo, sin excepciones, tuvo a bien nombrarme Cronista Oficial de la Ciudad, si bien es verdad que con el apoyo explícito de numerosos amigos a los que debo agradecimiento. Ser Cronista es admitir un compromiso con tu ciudad, un trabajo sólo remunerado con la satisfacción del reconocimiento de paisanos.
–¿Cuál ha sido el acontecimiento más importante en su etapa actual de cronista?
–En los pueblos se dice que nunca pasa nada, pero la realidad es que cosas pasan continuamente. La ciudad es orgánica y sufre continua metamorfosis. A veces hay que indagar en la intrahistoria, en la aportación de las gentes sencillas. Los grandes acontecimientos ya vienen en los libros.
–¿Cuál es su rincón y personaje favoritos de Villanueva?
–La nostalgia de la Laguna sigue pegada a mí como reclamo de la niñez. Cuando uno se acerca a ella y ve, a lo lejos, la torre de la Asunción, siente que se encuentra en casa. El convento de las Madres Concepcionistas con la plaza de Santa Ana sea, después de las Iglesias de La Asunción y San Francisco, lo más llamativo. En relación a los acontecimientos, destaco el auge de la Semana Santa, nuestra Carrerita, o el premio Felipe Trigo. Con respecto a las personas, cualquiera de los muchos que trabajan en Cáritas merecen mis respetos.
–¿Cómo ve las relaciones de Villanueva con Don Benito?
–Son dos ciudades condenadas a entenderse, la prosperidad de una ayuda a la prosperidad de la otra. La fama de las malas relaciones quiero pensar que radican más en los dichos y los chascarrillos. De hecho, conocido es el dicho que dice que para matrimonio bonito. Administrativamente es otra cosa. Recuerdo, hace algunos años, que en una de las reuniones que hubo entre los dos ayuntamientos para hablar de ello, ante la petición de cesión por parte de uno se contestó negativamente porque también tienen su corazoncito.
–¿Hacia dónde cree que camina Villanueva de la Serena?
–Villanueva de la Serena, como toda la comarca, es una ciudad dinámica de servicios que combina con el motor económico propio, la agricultura. Como ha ocurrido en toda la zona cercana, las nuevas técnicas agrícolas y el regadío masivo de sus tierras han hecho cambiar las costumbres y los parámetros. Hay potencial en su tierra y en sus gentes. No es muy distinto lo que se vive en Villanueva de lo que se vive en el resto de Extremadura. Habría que emprender muchas más acciones que nos llevaran a una mayor industrialización que facilitara asentar al futuro de nuestra población, que es nuestra juventud.
Fuente: http://www.elperiodicoextremadura.com/ – Raul Haba