«HAY QUE TENER EN CUENTA LA PROFUNDIDAD HUMANA DE LA PRÁCTICA NOTARIAL»
ANTONIO LINAGE, licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, aprobó las oposiciones de Notaría en 1955. Autor de varias publicaciones históricas, su principal objeto de estudio son los benedictinos. A su vez, cuenta con una amplia experiencia como docente universitario en Madrid y Salamanca.
–En 1955, con tan solo 23 años, aprobó las oposiciones a notario, lo que le convirtió en el notario más joven de España. Ahora después de unos años jubilado, ¿cuáles cree que son las principales diferencias que existen en la función notarial con aquel entonces?
–Tengo la impresión de que la notaría era entonces más familiar. Más propicia para dejar en ella su impronta personal cada notario; acaso ahora sea mejor la organización.
–Ha desarrollado su trayectoria no solo en el Notariado, sino también en la historiografía. Si pudiera volver atrás, ¿volvería a ser notario? ¿Por qué?
–No solo volvería, sino que la decisión sería más firme por regentada en la experiencia y más meditada, pues yo me siento más notario ahora, cuando no puedo dar fe. Hay que tener en cuenta la profundidad humana de la práctica notarial. El gran Vallet decía que no la cambiaría por ninguna otra del Derecho. Un notario, José María García Escudero, que fue consejero togado del ejército, político, escritor y cinéfilo, se lamentaba del escaso ejercicio que había hecho del Notariado.
Por otra parte, uno de mis profesores de Segovia –el de filosofía, Teodomiro Lozano– me advirtió del enriquecimiento que la carrera de Derecho daba para investigar en letras. Las letras son otra dimensión de la vida y el Notariado es más que una profesión, imprime carácter, como si le sellara a uno. Mis mejores ratos son los que paso en el colegio notarial, en ocasiones de convivencia y en el Archivo de Protocolos de Segovia buceando en las escrituras autorizadas por los escribanos de mi pueblo. Ahora, salvo algún compromiso muy excepcional como historiador, solo me ocupo del Notariado y de mi pueblo.
En los archivos notariales está la vida como en ninguna otra fuente de la historia. Cada documento es un acto, un acto humano y digo acto en sentido escénico, tragedia o comedia, que no se expresa, pero a veces se intuye y esto también ocurre a veces para el notario. Un notario escritor, Luis Moure Mariño, escribió un libro titulado Fantasías reales almas de un protocolo, dedicado a contar ejemplos de esto.
–¿Qué le supone ocupar un cargo tan prestigioso como cronista oficial de Sepúlveda?
–El título de cronista es tradicional; no está legalmente definido, deja a cada uno libertad para entenderlo a su manera. Es el cargo que más aprecio después de la fe pública: me siento el notario del pasado de mi pueblo. Además de cronista de Sepúlveda también lo soy de la Comunidad de Villa y Tierra. Por ejemplo disfruté mucho con mis libros sobre las cofradías y sobre el hospital y en los archivos eclesiásticos recordé mis tiempos de monaguillo; a este propósito un novelista policiaco, Georges Simenon, escribió un libro titulado Yo sigo siendo un monaguillo.
Mi vinculación con Segovia es muy estrecha; valga esta anécdota de ejemplo: recuerdo a Cándido, el mesonero mayor de Castilla, que desde el acueducto dominaba al mundo desde su mesón. Conmigo era muy afectuoso, recordando los tiempos de mi padre, una hija suya fue mi condiscípula en el Instituto de Segovia. Cándido tuvo la deferencia de venir desde Segovia a mi notaría de Madrid para hacer su adjudicación hereditaria, lo que le agradecí, pero habría preferido no tener que hacerlo.
–Ha redactado diversas obras sobre la Historia del Monacato (como San Benito y los Benedictinos). ¿Qué le atrajo de esta temática?
–Contestar a esta pregunta me es difícil, me la hago yo mismo; acaso tendría que psicoanalizarme. En el bachillerato me sedujeron los grandes abades de Cluny, luego ha sido como la bola de nieve. De mi libro estoy contento por que era necesario ya que cada monasterio benedictino es independiente y por eso han sido poco estudiados en conjunto. En los benedictinos yo veo su inmersión en una tradición secular, la pertenencia a una familia de nobleza espiritual, la vivencia cotidiana en el coro y la liturgia de un mundo bellísimo, una vida sólida y realizada.
–A las obras históricas se suma todo tipo de producción literaria, desde los libros de poesía a los artículos en las revistas científicas. Todo ello le ha llevado a ser miembro de instituciones tan prestigiosas como la Real Academia de la Historia de Madrid, la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y la de Buenas Letras de Barcelona y otras de provincias. ¿Qué han supuesto para usted todos estos reconocimientos?
–Naturalmente me agradan, pero no hay que dejarse llevar del curso de los honores pues se corre el peligro de que, como Casto Barahona decía en la Dirección, de los opositores aprobados no estaba contento ni siquiera el número uno por estimarse no bastante separado del dos. Estoy contento de ser académico de mérito de San Quirce de Segovia, pues ahí puedo aportar algo.
–En su extenso currículo llama la atención su labor investigadora y de docente de Historia del Derecho en la Universidad San Pablo CEU y de Historia Medieval en la Universidad de Salamanca. ¿Cómo compaginó la docencia y la notaría con la investigación?
–La labor docente ha sido lo más fácil; las clases estimulan y además los alumnos hacen sugerencias. En cuanto a compaginarlo con la notaría, no fui perezoso para levantar actas de presencia.
Fuente: https://www.notariado.org/