POR JOSÉ ANTONIO MELGARES GUERRERO, CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA Y DE CARAVACA
Tenido por sus colegas como el maestro indiscutible de todos ellos, Antonio Ros Fuentes inició su vida profesional de la mano de su padre, prosiguiendo en el oficio su hijo Juan Antonio quien, en la tercera generación, mantiene la línea ininterrumpida de actividad platera en Caravaca conocida y documentada al menos desde el S. XVI.
Su padre, del mismo nombre, era platero y relojero en Cartagena, donde aprendió el oficio en la joyería de Francisco del Cerro. Cuando se unió a Ángeles, su mujer, establecieron el domicilio familiar en La Puentecilla, junto a la entonces casa de prostitución de La Amparo, abriendo taller en la Plaza del Arco, junto a la entonces barbería de Matías Rocamora. La Guerra Civil le llevó por diversos sitios, falleciendo en Santoña (Cantabria).
Antonio, que había nacido en 1927, ha sobrevivido al resto de sus hermanos: Andrés, Pascual y Maruja, y se inició en el oficio trabajando como herrero y herrador de animales en Benizar, con su tío Tomás, dueño de una fragua en aquella pedanía moratallera. Posteriormente se colocó, como aprendiz, en la barbería caravaqueña de Barumbo, y luego en la fragua que Ramón Barreras tenía en el Puente Uribe, donde se especializó en hacer almaracespara la industria alpargatera local, marcando las piezas que salían de sus manos con la letra B.
Su inclinación a la joyería se puso de manifiesto en la citada fragua de Barreras, donde comenzó a hacer sortijas con las denominadas pesetas de Negrín en plata, y con las monedas de 50 Ctmos de níquel, piezas que le quitaban de las manos sus clientes.
El primer taller en propiedad lo abrió en El Egido, donde comenzó a trabajar la joyería, diseñando sus propios modelos con gran aceptación popular.
Se libró de hacer el servicio militar por ser hijo de viuda y se puso novio a los 18 años con María Fernández Pérez, de Cehegín, con quien contrajo matrimonio en 1954, estableciendo el domicilio familiar en el Camino del Huerto, en casa alquilada a Pedro Firlaque, donde vino al mundo su hijo mayor: Juan Antonio, haciéndolo los demás (Mª. Ángeles, Manoli, José Andrés y Mari Carmen) en el nº 3 de la C. Larga, residencia posterior de la familia.
Con el tiempo formó sociedad laboral con Cristóbal Navarro Reinón, José López Godínez y José María el Chavo, abriendo taller de joyería en la C. del Pilar, junto a la vieja posada de María Martínez, que luego trasladaron a la C. Canalica (Sor Evarista), contratando como contable a Ramón el Chavo. La sociedad no duró mucho estableciéndose, de nuevo en solitario, en la C. Larga y luego en la C. Nueva, frente al taller de costura de Jesús el Sastre, donde tuvo como aprendices al Ñoño, a su propio hijo Juan Antonio y a Rafael Orrico Cebrián, quien luego se independizó y siguió por su cuenta en el oficio.
Simultáneamente al trabajo en el taller y gracias a la ayuda de su mujer, María, se quedaron con la joyería de Miguel Salazar (Miguel el Crucero), en la C. Mayor esquina a Pilar; atendiendo al público María mientras él trabajaba en el taller fabricando cruces y joyas para los establecimientos del ramo, principalmente para Antonio Asturiano, Inocencio López-Egea y Casimiro Domaica.
Su espíritu inquieto le llevó a aceptar ofertas que frecuentemente le hacían desde fuera por sus buenas manos. Estuvo un tiempo en Mallorca y en Holanda. Luego en Nueva York (en los primeros años setenta), donde trabajó para mister Cuchi haciendo sortijas con escudos de Armas. Finalmente también estuvo en Gavá (Barcelona) y en todas partes dejó amigos, alguno de los cuales como el geólogo holandés Robert, vino a visitarlo posteriormente.
La materia prima siempre le fue facilitada por los Asturianos de Caravaca, afincados en Barcelona, quienes eran mayoristas en importación, enviándole el oro en láminas o planchas a las que él les daba la correspondiente ley, marcando siempre sus creaciones con el cuño ROS cuyo punzón él mismo se fabricó.
Entre sus múltiples trabajos hay que mencionar los obsequios que la Cofradía de la Cruz hizo a los entonces Príncipes de España en 1974, en el transcurso de su primera visita a Caravaca, siendo Hermano Mayor Juan Marín Fuentes y Alcalde Mariano Rigabert Girón. El obsequio que se llevó, también por la Cofradía, al Papa Juan Pablo II en 1980. A SS. MM. los Reyes de España por encargo del Ayuntamiento, a las infantas Elena y Cristina con motivo de sus respectivas bodas y al príncipe Felipe en vísperas de su matrimonio, todo por encargo, también, de la Cofradía de la Cruz. El Portacruz de diario de la Stma. Cruz, en plata bañada en oro, y muchas de las coronas de reyes y reinas cristianas de nuestras fiestas patronales.
Su vinculación a la Stma. Cruz ha sido constante, habiéndosele encargado la reparación del Relicario cuantas veces lo ha precisado a lo largo de mucos años. Ello motivó que la Junta Representativa de la Cofradía que presidió como Hermano Mayor Andrés López Augüy le agradeciera públicamente su trabajo en el Cabildo Ordinario de la misma, en junio de 1990.
En tiempos del alcalde Antonio García Martínez-Reina dirigió una escuela taller donde se formaron quienes más tarde abrieron la empresa LACEDEMÓN, a los que enseñó a crear modelos como los que él mismo creó en una época en la que la joyería estaba en mantillas y ante la que se abría un mundo por descubrir. Sin temor a equivocarme he de afirmar que gran parte de los productos que ofrece actualmente el mercado de la platería en Caravaca fueron diseñados por Antonio Ros, cuya cabeza nunca ha estado en reposo, enviando a sus manos, y a las de otros, modelos que paulatinamente fueron saliendo a la luz y hoy los ofrece el comercio dedicado al souvenir turístico.
También ha pintado en sus ratos libres, cuadros que conserva la familia y los amigos. Ha tocado la guitarra y ha participado, siempre como actor cómico, en compañías de aficionados, sobre todo en zarzuelas, de carácter benéfico.
A pesar de su febril actividad creativa, ha tenido tiempo para practicar el deporte de la caza, desplazándose de un lugar a otro con una moto Lambretta de su propiedad, y para cultivar la amistad con los amigos de siempre: Rafael Orrico, Simón el Chavo, Andrés Herrera, Litrán el fotógrafo, Manolico el de la Caja, José Antonio Ruzafa, Luís Puerta, Alfonso el de Teléfonos, Gilel sastre, Paco Celdrán y Bernardo el Practicante entre otros, con quienes se reunía habitualmente a correr las estaciones en el Círculo Mercantil, en el Mata, la taberna de Tirantes y la Peña Molowny.
Antonio Ros se jubiló a los 65 años en 1992, aunque su cabeza y sus manos no dejaron de trabajar hasta 2010. En la actualidad, con muchos años a la espalda, sigue haciendo uso del buen humor y la jovialidad que siempre le caracterizaron.
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