POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Las ordenanzas municipales de 1895, establecen que la persona que advirtiera o notara fuego, fuera o no vecino de la casa en que ocurriera, debía dar aviso a un sereno o agente municipal para que éste lo hiciera a la iglesia, debiendo tocar el campanero toque de alarma hasta que cesara el peligro.
En cualquier hora de la noche en que ocurriera el incendio, los serenos lo debían de avisar con voz fuerte e inteligible el punto donde sucedía, debiendo los vecinos franquear todos los pozos inmediatos y los aguadores estaban obligados a acudir inmediatamente con la cuba llena, para verterla en el fuego, volviendo por más que se necesitaran, llenándolas en los puntos más cercanos. La autoridad debía de mantener el orden y dictar las disposiciones en la operación
De grave se puede calificar el incendio de una farmacia ocurrido en enero de 1885, salvándose sus dueños, que se vieron en la necesidad de atravesar por entre las llamas. Aun de mayor importancia fue el declarado, el 31 de marzo de 1887 en el establecimiento de ultramarinos situado en la calle de Riego, número 38, que quedó totalmente destruido. El 1 de junio de ese mismo año, por la noche, se declaró un incendio en el establecimiento de licores de Antonio Lorquí, ocasionando algunos desperfectos en el local.
A mediados de septiembre de 1889, por la noche, se declaró un fuego en el teatro, al haberse caído un quinqué del escenario y arder inmediatamente el petróleo. Al momento acudieron varias personas y lograron sofocar las llamas, ante el susto y la confusión entre la numerosa concurrencia de espectadores.
El jueves 12 de diciembre de 1890, a las siete y cuarto de la noche, ocurrió una explosión en el molino de sal de Manuel Ballester, derrumbándose el edificio y los contiguos, ocasionando grandes desperfectos en los edificios cercanos. El vecindario se precipitó a las puertas de sus casas y una blanquecina columna de humo indicó el lugar de la catástrofe. El pueblo entero corrió hacia el lugar, encontrándose con un cuadro verdaderamente desolador. Despreciando el peligro que amenazaban algunas paredes próximas a derrumbarse, se arrojaron a remover las ruinas logrando extraer a un niño de nueve años vivo y sin contusión alguna; pero desde aquel momento todo lo que se extrajo fueron cadáveres horriblemente destrozados entre los que estaba a una niña; un niño de pecho, tres mujeres y un hombre.
Hasta las dos de la madrugada se habían extraído de las ruinas los cadáveres de cuatro operarios, de tres mujeres y el de un niño, habiendo varias personas heridas. Milagrosamente se logró sacar con vida de los escombros, en donde quedaron enterrados, un matrimonio y dos niños.
A las dos de del mediodía del 14 de diciembre, fueron trasladados desde el Hospital de Caridad al cementerio parte de los restos de las víctimas que ocasionó el siniestro. El carro fúnebre llevaba dos grandes cajones y una caja, en los que se encerraban seis cabezas y fragmentos de cuerpos. A pesar de lo lluvioso y desapacible de la tarde, numerosas personas acompañó al cortejo fúnebre hasta su última morada. Algunos de los heridos quedaron graves.
En mayo de 1909 se incendió en la tahona propiedad de Eusebio Gilabert, y a comienzos de abril de 1912, otro gran incendio se declaró en el establecimiento de sombrerería de Enrique Cánovas, destruyendo por completo el edificio y todos los géneros.
En la madrugada del 29 de septiembre de 1915, el fuego destruyó la casa y el obrador de la panadería de Francisco Jiménez, amenazando a toda la manzana. Fueron muy importantes las pérdidas materiales, aunque no ocurrieron desgracias personales; y en la madrugada del 1 de abril de 1916, otro incendio destruyó la tienda de tejidos de Manuel Carcaño Moreno. Las pérdidas ascendieron a cuarenta mil pesetas.
El 10 de mayo de 1961, sobre las 4 de la madrugada se declaró un incendio en la toldilla de popa del buque sueco ‘Skagerack’, atracado en el muelle de poniente. La guardia civil, el personal de servicio a bordo y el de vigilancia en el muelle lograron extraer aún con vida a dos marineros y el cadáver de Knut Johansen.
El 2 de septiembre de 1972, por la noche, se movilizaron una buena parte de los parques de bomberos de Alicante y Elche, además de alguna sección de apagafuegos de Guardamar y Orihuela. El motivo fue fuego producido en el buque chipriota ‘Ypermachos’ atracado en el puerto de la sal. Hubo mucho humo y llamas pero afortunadamente no hubieron víctimas.
El martes 24 de septiembre de 1974, a las ocho y treinta y cinco minutos de la tarde, ardió un quinto piso del Edificio Centro, en la esquina de las calles Azorín y Fotógrafos Darblade. Mucho humo y fuego salía por una de las ventanas; Julio Mateo Freixa, en funciones de alcalde, dirigió las operaciones de extinción. Guardia civil, policía municipal y voluntarios sofocaron el incendio a base de cubos y mangas de plástico. Acudió la cuba del Ayuntamiento y una particular. Los bomberos de Orihuela llegaron en treinta minutos y veinticinco los de Elche, cuando ya se había extinguido el incendio a base de arcaicos procedimientos. Resultó el piso y el mobiliario bastante dañado, no habiendo desgracias personales.
En junio de 1983, se inauguró el primer Parque de Bomberos de Torrevieja, paradójicamente y de forma provisional en el edificio que había acogido una antigua Fábrica de Cerillas, destinada, en 1928, a Casa Cuartel de la Guardia Civil.
Se puso en funcionamiento con trece bomberos contratados provisionalmente por el Ayuntamiento hasta la realización de oposiciones convocadas por el Consorcio para el Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento de la Vega Baja de la Diputación Provincial. En la inauguración se efectuó una simulación de incendio en la zona del puerto, teniendo los novatos bomberos que desarrollar sus aprendizajes ante la expectación de un numeroso público.
Fuente: http://www.laverdad.es/