POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En la segunda mitad del siglo XVIII, en los alrededores de la Rambla del Tinajón, se suscitó un interés inusitado por parte de estamentos civiles y, sobre todo, de la comunidad religiosa de los Franciscanos.
Poco a poco, protegidos por el Cardenal Belluga se fueron instalando en dichos terrenos de la conocida tercia del tinajón; entrando en conflicto con la Congregación de San Felipe Neri. Ambas instituciones, durante más de un siglo, construyeron balsas en el cauce de dicha rambla, así como muros y partidores en dicho paraje; en los terrenos aledaños a los lugares de Las Minas ubicadas entre la Tercia del Tinajón y Cuesta Blanca.
D. Juan del Junco, franciscano, era el secretario del Santo Oficio de la Inquisición y además, se encargaba de las finanzas de dichas comunidades religiosas. Se dedicaba a vender, comprar y arrendar las tierras del paraje del Tinajón.
Los vecinos labradores que tenían haciendas colindantes con dicha rambla, siempre estaban de pleitos con ambas Congregaciones religiosas ya que cuando se producía una tormenta pertinaz y caía mucha agua, se inundaban sus tierras, al haber desviado el cauce natural de dicha rambla, por orden de Juan del Junco, con el fin de regar sus heredades.
Para tal menester, los religiosos habían construido tomas de agua y mojones colindantes, sobre terrenos que eran propiedad de los labradores, haciendo caso omiso a los edictos de las autoridades de la Villa de Ulea y, por supuesto, a los hacendados colindantes; a quienes les ocasionaban serios perjuicios.
A instancias del alcalde del pueblo, se acuerda que una representación de Caballeros Comisarios visiten al Gobernador del Concejo, con el fin de obtener una providencia que reconduzca los acontecimiento en la Rambla del Tinajón, advirtiendo a dichas congregaciones religiosas que procuren respetar los predios ajenos y dejen de hacer daños irreparables de forma continua y malintencionada, a los vecinos de dicha jurisdicción.