POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE)
Hemos de reconocer, tal como otras veces he dicho, que la riqueza de nuestro idioma radica en parte en los muchos sinónimos que nos ofrece. Está claro que cuando hablamos sobre apócrifamente», es decir con fundamentos falsos o inciertos, generalmente ponemos nuestro punto de mira en la repercusión que ha tenido en referencia a los Evangelios Canónicos en contra los Evangelios Apócrifos, en los que su narración es fabulosa o fingida.
Recuerdo que hace años un fraile me decía que le gustaba predicar citando aspectos o situaciones que aparecían en aquellos evangelios que no se encontraban dentro de los Canónicos, por la razón de que, para un nivel poco culto le hacía más comprensible su prédica. Lo cierto era que se inspiraba en algunos como los de la «Infancia de Jesús, según Santo Tomás», o según el Armenio o el Árabe. A veces recurría al de la Natividad de María o a la Historia Copta de José el Carpintero. En concreto echaba mano para acompañar a los Evangelios Canónicos con obras de autores que no estaban incluidos en el canon.
Hablaba de sinónimos, y son muchos los que podemos encontrar sobre la palabra apócrifo que van desde inventado, ilegítimo y espurio, hasta ficticio o falsificado. Así, cuando hemos oído decir «eres más falso que un duro sevillano», justificado por la fabricación de esta moneda con una aleación de plata de menor valor que aquella con la que se acuñaban los verdaderos, podríamos pensar que ese duro sevillano era también apócrifo. De igual manera que al ver una obra de arte real junto a otra falsa, podríamos pensar que esta última es apócrifa.
Pero, también esto nos llevaría a lo que se denominó como «falsos cronicones» surgidos en los siglos XVI y XVII. Es decir, a aquellas obras historiográficas traducidas de otras antiguas con las que se intentaba justificar la existencia de la devoción cristiana en España.
Sin embargo, existen otras obras históricas próximas a nosotros, atribuidas a autores como a mosén Jaime Febrer, del que nos dice Justo García Soriano, que era un poeta valenciano supuestamente que floreció a finales del siglo XIII. «Pero la crítica ha impugnado la autenticidad» de sus Trovas al considerarlas como falsas, siendo fraguadas en los siglos XV o XVI, o con posteridad. Estas Trovas, según Manuel de Montolíu, en 1918, procederían del último tercio del siglo XVII, siendo publicadas en Valencia, en 1796. De esta obra, titulada «Trovas de Mossen Jaime Febrer que tratan de los conquistadores de Velencia», se efectuó una edición en Palma, en la Imprenta de Pedro José Gelabert, en 1848, que fue anotada por José María Bover de la Real Academia de la Historia y académico de honor de la de San Carlos de Valencia y, posteriormente se editó en facsímil, en 1979 por las Librerías París-Valencia.
Además de 22 Trovas referidas a la Casa Real, se incluyen 554 más dedicadas a los caballeros que fueron a la conquista de Valencia. En 39 de ellas se hace referencia a Orihuela, indicando en algunas de las mismas a aquellos personajes que se avecindaron en esta tierra como Alfonso de Aldana que lo califica como gobernador (sic), Jaime Briones que se acomodó aquí «por la baratía de los víveres, arraigó allí su casa, quedándose gustoso», Juan de Caro, Alfonso de Carrillo que «tenía muchas posesiones en Orihuela», Martín de Enclapes que «el rey D. Jaime le dejó avecindado y rico», García Garay que el Monarca «le dio muchos bienes», Enrique de Lucerga «premiado con casas y tierras», Alfonso de Meca que «se le encargó la custodia del castillo», Sancho de la Torre que «quedó bien acomodado con casas y tierras en la ciudad», Sancho Valenzuela que residía en ella y Alfonso de Yepes «que quedó bien heredado en Orihuela».
Además de los caballeros citados anteriores con apellidos como Meca y de la Torre, hay otros que nos resultan cercanos como Roca, Rossell, Urumbella (Orumbella) y Desprats (Desprades) cuyas armas las encontramos en el ático de reja de la antigua capilla de Santa Catalina (ahora del Sagrado Corazón de Jesús) y en el retablo de la mártir.
Por último, la número 55 de estas Trovas que el citado Justo García Soriano las califica como apócrifas, está dedicada Pedro Armengol, siendo la referencia escrita más antigua sobre la hazaña de La Armengola, que nuestro paisano la relata transcribiéndola al castellano de la siguiente forma: «Sabiendo doña Armengola que todos los sarracenos querían entregarse al Rey de Granada, matando a los (cristianos) que estaban dentro de la villa, ella se abalanzó con furia española, matando a los traidores y libertó a Orihuela».