POR ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (LAS PALMAS).
Entre las ciencias afines a la Historia del Arte está la Iconografía y la Sociología. Una y otra sirven al historiador para desentrañar los posibles secretos ocultos en las más diversas obras salidas del talento y de las manos del ser humano. Así, cuando observamos una estela mesopotámica, un altorrelieve egipcio, una escultura de bulto redondo grecorromana, un trabajo de orfebrería visigótico, un pantocrátor románico, una vidriera gótica multicolor y, así sucesivamente…
Se analiza en un primer lugar, lo formal, buscando las claves en su mero aspecto material, haciendo hincapié de que y cómo está hecha. Después, avanzando en la investigación procuramos averiguar todo aquello que se esconde tras el significado. Es decir: quién lo mandó hacer, quién lo hizo, por qué lo hizo… Completando todo ello con el último gran interrogante, para quién o para quienes estaba destinada la obra en cuestión.
Tanto la iconografía, materia ésta altamente complicada en su estudio, como la no menos enrevesada sociología, nos permite acercarnos a la verdad de la obra, dejándonos poco margen para el equívoco.
El Dr. D. Domingo Martínez de la Peña y González, quien fuera profesor de la Universidad de San Fernando La Laguna y su homóloga la Dra. Doña María del Carmen Fraga, nos insistían muchísimo en que aplicáramos dichas disciplinas a la hora de indagar en una obra artística, fuera ésta arquitectónica, escultórica, pictórica, etc.
Así las cosas, vamos hoy a analizar un periodo que comenzaremos en torno a 1850 y concluiremos cien años más tarde en 1950. Como podrán comprender ambas fechas son totalmente aleatorias, pues antes de y después de, existen ejemplos para el presente artículo, que hemos dado en titular Aproximación a la imagen del poder en las Canarias Orientales. También confesaremos que con un poco más de esfuerzo por nuestra parte, podríamos haber incluido algunos ejemplos de la hermana Provincia de las Islas Occidentales, capítulo éste que prometemos entregar en un futuro más o menos inmediato.
Desde que el ser humano comenzara a desarrollar su parte espiritual y creativa, no fue ajeno al intrínseco deseo de dejar constancia de su paso por la Tierra. Es cierto que, al principio muy al principio, dedicó todos sus esfuerzos creadores a representar divinidades, tanto zoomorfas como antropomorfas y tuvo que avanzar mucho, mucho tiempo para que se atreviese a plasmar sobre la dura roca imágenes de mujeres y hombres en diferentes actitudes, tales como cazando o bailando. No menos importante, por íntimo, fue cuando ese mismo ser posó su mano sobre la pared de una profunda cueva o un simple abrigo y lanzando algunos pigmentos de color ocre, rojizos o blancos, dejó marcada para la posteridad dicha extremidad, como queriendo afirmar aquí estuve, ésta es mi huella, soy un ser humano, un privilegiado de la Naturaleza, mis manos son las únicas que pueden hacer y deshacer cosas, no hay animal alguno sobra la Tierra que pueda parecérseme en comportamiento y sentimientos.
Tomando como base las sociedades avanzadas del Neolítico y la Protohistoria y, el marco geográfico de Mesopotamia (actual territorio de Irak) tendremos un mapa de los primeros asentamientos humanos en forma de aldeas, que al crecer y desarrollarse crearon las grandes ciudades que tanto hemos admirado y en cuyos campos, bañados incansablemente por los ríos Tigris y Éufrates, daban hasta dos y tres cosechas al año. Esa sociedad de la abundancia, pronto se tuvo que dotar de gobiernos y leyes, apareciendo por ingenio humano la escritura denominada cuneiforme.
La famosa Ley del Talión, aquella que consagra la máxima de Ojo y ojo y diente por diente, debía ser administrada por jueces, que entendiesen no solo la letra de la ley, sino su espíritu, ya que sus juicios deberían ser siempre ponderados y por tanto lo más justos posibles. En las estelas o grandes bloques de piedra, como la famosa de Asurbanipal, no solo se escribieron los diferentes casos que se solían presentar a juicio y su resolución inmediata, sino que en la parte superior, el Rey o Príncipe en actitud de Majestad, sentado sobre su trono, recibía de el mismo Sol, representación visible del Ser Supremo, la potestad de dictar leyes y hacerlas cumplir. De tal forma y manera que, colocadas las estelas en lugares públicos, bien a la entrada de las urbes o en plazas de mercado.
Todos los ciudadanos, aunque la mayoría de ellos que no supieran leer ni escribir, reconocían en ellas la voluntad absoluta que sobre todos ellos tenía el gobernante del lugar, por lo tanto la imagen del poder era efectiva. Solo la representación gráfica de aquel que por designación divina era superior al resto de los mortales, era suficiente para advertir, a propios y extraños, que la sociedad se regía por leyes y que sobre éstas solo a la voluntad real en algunos casos se podía recurrir. Así, gobernadores, príncipes y reyes se elevaban sobre todos los demás y dejaban patente su autoridad. Las estelas, por tanto, eran un buen sistema propagandístico. Como lo fueron los Zigurats o templos escalonados de estas tierras.
Los asirios y los hititas pueblos de la Alta Mesopotamia y la Península de Anatolia imitaron, como más tarde lo hicieron los medos y los persas, ese carácter propagandístico del Arte. Las esculturas, en donde se mezclaban los cuerpos de animales y hombres, no fueron otra cosa que elementos coercitivos o amedrentadores del pueblo llano. Fue Egipto, la gran civilización del Nilo la que más afianzó la propaganda política a través de todas y cada una de las Artes, destacando entre todos sus soberanos al gran Ramsés II, siempre obsesionado por dejar constancia de su arrolladora personalidad, de sus triunfos como magnánimo gobernante y más que excelente militar. Pongamos como ejemplo el famoso templo de Abu-Simbel en el que se representa a través de cuatro enormes esculturas talladas sobre la propia piedra. Pero también, las ciento de veces que borró los cartuchos, en donde se ponían los nombres de los faraones que le habían precedido, sustituyéndolos por el suyo de tal forma y manera que se apropiaba de los méritos y virtudes de todos ellos.
En su tumba los escribas, pintores y escultores dejaron constancia de la célebre batalla de Qadesh, que hoy sabemos de su resultado en tablas. Ya que la victoria definitiva no fue alcanzada ni por los egipcios, ni por sus enemigos. En cambio, Ramsés se hizo representar como el gran triunfador, aquel que arrolló con sus cientos de carros a todos sus contrincantes, trayendo a miles de éstos como esclavos a las fértiles tierras de Egipto. Los egiptólogos recientemente han confirmado que tales hechos, en realidad, nunca existieron. Pero el gran Ramsés como Napoleón Bonaparte, como Lenin o Mao, invirtió tiempo y dinero en crear su propia Historia, haciendo de sus relatos vitales sonrojadas hagiografías.
Nuestros lectores pueden leer la famosa obra de César, titulada La Guerra de Las Galias. En ella verán como el general romano, al que algunos falsamente llaman hasta el día de hoy emperador, nunca lo fue; deja constancia de su genio militar en tierras de la actual Francia. El romano era consciente del valor de una de las Artes más notables, la Literatura. No digamos nada por evidentes el trabajo de los Cronistas medievales y renacentistas, ya que muchos de ellos sin pudor aparente, se entregaron a adular a sus señores, fueran éstos de la baja y alta nobleza cuando no reyes, emperadores o papas.
Vengámonos ahora a las Islas Orientales superiores del Archipiélago Canario. A saber: la Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote e intentemos aproximarnos a aquellas claves, que iconográfica y sociológicamente hacen visible el poder, con sus tintes sociales, religiosos, políticos, económicos, etcétera.
En Las Palmas de Gran Canaria la Plaza de Santa Ana, en algún momento rebautizada con el nombre de Plaza Mayor o de la Constitución, es un centro palpable del poder institucional, tanto a nivel eclesiástico como civil. No en vano en sus extremos Este y Oeste, dos grandes edificios se erigen enfrentando sus nobles fachadas: una es la de la Santa Iglesia Basílica Catedral de Canarias, más conocida por Catedral de Santa Ana y la otra el de Las Casas Consistoriales o del Ayuntamiento de la Ciudad-Capital. Otros edificios adornan el perímetro de la principal plaza, nos referimos al sobrio Palacio Episcopal, en donde el Prelado de la Diócesis Canariensis o de Canarias, vive y labora junto a su Curia. No muy lejos de ese lugar se eleva una fachada con elementos del siglo XVI (renacimiento) y del siglo XVIII-XIX (neoclásico) es el llamado popularmente Palacio del Regente o del Presidente de la Real Audiencia de Canarias.
En contraposición a ambos edificios encontramos otros tantos de indudable importancia en donde las más nobles familias tuvieron su hogar y ostentaron su poder socio-económico y cultural sobre el resto de la población. Hoy esos domésticos hogares son sede de algunos organismos oficiales y religiosos, tales como: el Archivo Histórico Provincial, el Archivo Histórico Diocesano y el Colegio Oficial de Farmacéuticos de la Provincia de Las Palmas. Como ejemplo sírvanos el más que notable lema que adorna uno de los escudos más nobles de la Isla: el de la familia Manrique de Lara, que reza: Que nos no venimos de reyes que reyes vienen de nos. En otro orden de cosas y en el propio distrito de Vegueta, reconozcamos en los numerosos balcones de la Casa-Palacio de los Señores Conde de la Vega Grande de Guadalupe, en la calle doctor Chil esquina calle de Los Reyes, una manifiesta presencia del poder aristocrático que envuelve a una de las familias más antiguas de la nueva sociedad canaria, nacida a partir de la conquista castellana y del linaje que dejara en Telde don Cristóbal García del Castillo.
Dejando atrás muchísimas mansiones vegueteras como la Casa-Palacio del Marquesado de Arucas entre otras. Vayamos al Barrio de Triana y allí, junto al Guiniguada, en uno de los márgenes de la Plaza de Hurtado de Mendoza o de Las Ranas, encontramos bellísimos edificios con fachadas de indudable valor arquitectónico. Nosotros, por no dilatar el presente estudio, nombraremos el que hoy ocupa la Biblioteca Pública Insular, antigua sede bancaria y, pasando a la no menos famosa Plaza de Cairasco de Figueroa y pasando por La Alameda-Plaza de Colón, extasiémonos con la bella imagen de uno de los edificios más encantadores de la ciudad el llamado Casino, aunque su verdadero nombre es El Gabinete Literario. En él se muestra el esplendor de una sociedad, las palmeña, que camina presurosa hacia la capitalidad indiscutible de la Isla y del Archipiélago todo. Las magníficas trazas arquitectónicas con ciertos aires afrancesados sirven de perenne propaganda de las clases más altas de la sociedad grancanaria.
En su interior, las diferentes estancias, siguen incidiendo en ese diálogo permanente entre obra y espectador. La primera le dice al segundo: mira que importante soy. Así, en el llamado Salón Dorado, se quiere imitar la propia Galería de los Espejos de Versalles y de otros tantos palacios parisinos, vieneses o madrileños. También en el Salón Rojo la omnipresencia de los grandes próceres como Fernando de León y Castillo, don Cristóbal Castillo Olivares, don Gregorio Chil y Naranjo y tantos otros, desde sus retratos enmarcados, miran al espectador con desdén y cierta arrogancia de aquellos que se saben cápita de todos los demás.
En la cercana y antigua Plaza del Convento de San Francisco un monumento a Colón, realizado en blanco mármol de Carrara, grita a los cuatro vientos el Non Plus Ultra y, la imagen del Almirante de la Mar oceana es elevada sobre el viandante, a través de un pódium, en donde ciertos elementos vegetales le atribuyen honor y gloria perpetua, al mismo tiempo que obliga a reseñar la estancia de Colón en la ciudad de Las Palmas en sus viajes descubridores. En la Calle Mayor de Triana, que como diría nuestro gran poeta Tomás Morales es la arteria Aorta de la ciudad, existe un gran edificio del más puro estilo Adams o si prefieren neoclásico inglés, mandado edificar por don Tomás Miller. Propaganda latente y hasta ahora presente del poder económico de comerciante y, por ende, de toda la colonia inglesa afincada en este Archipiélago.
Otros templos del poder, levantados en diferentes épocas, entre la segunda mitad del XIX y la primera mitad del XX, saludan al viandante con cierta soberbia. Nos referimos a la antigua sede del Gobierno Militar, en el archiconocido Parque de Cervantes hoy de San Telmo. La sede del Almirantazgo, en la calle León y Castillo, en frente mismo de la famosísima Plaza de la Feria (Plaza del Ingeniero León y Castillo). Lugar éste también elegido para la sede de la Delegación del Gobierno Central. En los años treinta, en el llamado Camino Nuevo hoy Bravo Murillo se levantó en el más estilo racionalista sede definitiva del Cabildo Insular de Gran Canaria, obra del arquitecto Miguel Martín-Fernández de la Torre.
Numerosas esculturas hacen de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria una verdadera galería de arte al aire libre: pintores, poetas, cronistas, políticos, que destacaron o no en vida son recordados en monumentos de diferentes calibres. Pero aquí sólo vamos a nombrar la obra de Mariano Benlliure, que representa al gran patricio don Fernando de León y Castillo (Telde 1842-Biarritz 1918) en una escena parlamentaria. Desde lo alto del Parque Doramas, junto al Paseo de Chil, el teldense universal divisa la gran obra de su hermano y suya: el extraordinario y siempre vanguardista Puerto de la Luz en la Bahía de Las Isletas. Aquel mismo que fuera cantado por Tomás Morales, diciendo de él: Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico…
Galdós, realmente ha sido un privilegiado pues hasta tres monumentos le recuerdan en su ciudad natal. Uno en la Plaza de Don Benito en pleno corazón del Barrio de Schamann, y dos en el distrito central de Las Palmas de Gran Canaria. En la anteriormente mentada Plaza de la Feria se colocó en 1969 una escultura representándolo ya anciano, obra de excelente calidad plástica, cuyo autor es Pablo Serrano (1908-1985). A un tiro de piedra del primer teatro capitalino, una copia de la célebre escultura que Victorio Macho (1887-1966) realizó para el viejo Puerto de Las Palmas, nos muestra a un Galdós con torso descubierto y cubierto la parte baja de su cuerpo con un bellísimo lienzo (el original deteriorado por el salitre marino, pero debidamente conservado, se encuentra en el interior de la Casa-Museo del autor de los Episodios Nacionales, en la Calle Cano).
En otro orden de cosas, una visita al Museo Diocesano de Arte Sacro, en el Patio de los Naranjos de la Catedral de Canarias, nos sorprenderá con una galería de retratos en donde los protagonistas son los diferentes Obispos, que en el tiempo han sido de esta Diócesis. La nobleza de las diferentes imágenes, así como el tamaño de las mismas hacen que el espectador tome conciencia del poder de la Iglesia Católica en la vida de los habitantes de esta y demás islas del Archipiélago. Similar galería de retratos existe en el Cabildo de Gran Canaria. Ésta está formada por las imágenes los diferentes presidentes de la institución insular y también la de algún que otro secretario general.
Destaquemos aquí al menos dos cuadros que magníficamente representan a la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo y Lorena con su hijo el Rey Don Alfonso XIII, que forma parte junto con otras imágenes del poder de las colecciones del Excelentísimo Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. En las sedes de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, destacaremos un magnífico lienzo en donde se representa a su Majestad Católica el Rey Don Carlos III, aunque es una copia, fue hecha con destreza digna de elogio.
En otros lugares de la Isla existen muchísimas muestras de ese poder. En la Real Ciudad de Santiago de los Caballeros de Gáldar tenemos un monumento pétreo, obra del escultor Juan Borges que representa al siempre recordado Fernando de Guanarteme, último Rey de Gran Canaria. En Telde los bustos de don Gregorio Chil y Naranjo y Fernando de León y Castillo, gritan a sus observadores la grandeza del poder intelectual de ambos hijos de la ciudad. El uno destacado médico, antropólogo y arqueólogo, además de fundador de la Sociedad Científica El Museo Canario y, el otro abogado, diputado, senador, ministro de gobernación y ultramar, además de embajador de España en París y encima Marqués del Muni.
Somos conscientes que el tema tratado da para una estudio superior y pormenorizado, que es lo que vamos a concluir en unos cuantos meses. Pero debemos convenir que ya nos hemos alargado en demasía para una publicación en medios digitales. Tiempo y lugar habrá para que, en forma de libro, o en larga conferencia, ahondar en los cientos de ejemplos en donde se muestran los diferentes poderes a través del Arte. Aquellos que echen en falta los ejemplos majoreros y conejeros, decirles que en breve los tendrán en otro artículo de similares características.
FUENTE: https://www.teldeactualidad.com/articulo/geografia/2021/07/14/324.html