EL POETA SEGOVIANO Y CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID) PRESENTA HOY EN LA BIBLIOTECA PÚBLICA SU ÚLTIMA OBRA, “CAMPO DE SONETOS EN RAMA”, UN POEMARIO EN EL QUE, SIGUIENDO LAS ESTRICTAS REGLAS DE LA MÉTRICA, REFLEXIONA SOBRE LA NATURALEZA Y EL HOMBRE

Suelen llamar los poetas al soneto —composición que consta de catorce versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos— “la catedral de la poesía”, por ser ejemplo del buen construir con palabras. Pues bien, en esta suerte, la del soneto, Apuleyo Soto es un maestro. El maestro, mejor dicho. Ahora, después de cinco años de esforzado trabajo con la pluma, acaba de publicar “Campo de sonetos en rama” (Ediciones Vitrubio), cuya presentación en la ciudad de Segovia será hoy, en la Biblioteca Pública, a las 19,00 horas.

La obra, por la que este segoviano de Cozuelos de Fuentidueña optará al Premio Nacional de la Crítica, reúne cerca de 60 sonetos “de campo”, esto es, inspirados mientras el autor se dedicaba a labrar una pequeña huerta de hortalizas y frutales en Somosierra. “Al tiempo que paso el rastrillo o el azadón mi cabeza está componiendo”, relata el poeta. Y de ahí salen composiciones dedicadas “a las cosas más sencillas”, como una rosa, el estiércol, el venteo del aire en los álamos, el sigiloso aparecer de un zorro, los astutos estorninos que acuden a robar las cerezas…

¿Y cuál es el motivo de la expresión “sonetos en rama”?. “La canela en rama —explica— es lo mejor, y así quiero yo que sean mis sonetos”. Apuleyo Soto busca y requetebusca en el diccionario, hasta encontrar la palabra exacta, la que encaja como anillo al dedo en un verso. “No conviene publicar una poesía cuando está reciente, en ese momento todavía no tiene su forma definitiva; yo estos sonetos los he corregido cientos de veces, sustituyendo una palabra por otra, reconstruyendo los versos, hasta que me satisfacían plenamente”, prosigue.

Cuando le preguntan si se considera un escritor comprometido con la sociedad, él responde, con sosiego, que su compromiso se basa “en fabricar bien los versos, como una obra de arte afiligranada”. Apuleyo Soto tiene un respeto reverencial por la ahora tan denostada métrica, pero ello no es óbice para que, con cierta frecuencia, abandone la fórmula clásica de los sonetos para, a modo de juego, componer otros, con diez ó nueve sílabas por verso, que “también pueden ser considerados como sonetos”. El caso es juguetear con las palabras hasta alcanzar la belleza literaria. “Cuesta aprender —reconoce—, pero una vez que lo has hecho, los sonetos te salen como churros”.

Apuleyo Soto se dispone hoy a pasar un rato placentero con sus lectores (“que son bastantes”, recalca), en la Biblioteca de Segovia. Y mañana retomará su última aventura, la de recorrer el Cega, observando el caminar del río, las flores y árboles de su ribera, los animales que acuden a beber agua, los serrijones por donde pasa…, una vivencia que acabará quedando plasmada en otro libro. “A mí —señala— me pasa como a Lope, si no escribo no vivo. Toda mi vida es un diario, que no pretendo dejarlo para cuando yo no esté, sino que quiero que me sirva para saber cómo fui, como soy y como quiero ser”.

Fuente: http://www.eladelantado.com/ – Guillermo Herrero