APUNTE PARA LA HISTORIA DE VALCABADO DEL PÁRAMO
Ago 24 2016

CONFERENCIA DE MARTÍN TURRADO VIDAL, HISTORIADOR Y CRONISTA OFICIAL DE VALDETORRES DEL JARAMA (MADRID)

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No resulta demasiado fácil escribir sobre un monasterio del que únicamente se conservan dos documentos prácticamente idénticos.

Sin embargo, a través de ellos se pueden conocer detalles tan nimios como la entrega por unos donantes “usque minima gallina”, hasta la más pequeña de sus gallinas y tan importantes como el estatus económico de dos familias, el nombre del abad, de los donantes y de los testigos.

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La fecha en que se hicieron las donaciones sitúan estos hechos en un momento histórico del que se han perdido con el paso del tiempo la mayor parte de las claves para interpretarlo. Esto obliga como a andar a oscuras por una habitación cuya apariencia inicial será imposible reconstruir del todo. En este caso la única guía para tratar de reconstruir todo un proceso histórico depende de esos dos documentos.

LOS DOCUMENTOS

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Los dos documentos tienen de común ser textos de carácter jurídico. En efecto, se trata de una donación “ínter vivos” en el primero por orden cronológico y de un legado testamentario, en el segundo. Su estructura y su redacción son idénticas. A lo largo de ellos van apareciendo los protagonistas de estos actos: abad, donantes, testigos, reyes reinantes, el escribano que da fe…También una lista de cosas y animales donados o que constituyen el legado testamentario; los motivos y las condiciones que se imponen.

¿Motivos para hacer las donaciones? La primera tiene un fin clarísimo: que los esposos sean atendidos en el monasterio en su vejez, y, la segunda, al tratarse de una disposición testamentaria, que recen por sus almas para abreviar lo más posible su paso por el purga-torio. Los mismos motivos son alegados en ambos documentos: varias frases sacadas de los evangelios en que se alienta a los cristianos a dar y desprenderse de sus posesiones para salvar su alma.

Los datos sobre la localización del monasterio son sumamente imprecisos. No así los que hacen referencia a las fechas: el año 956, si aceptamos la opinión de Quintana, y 967. La primera de ellas corresponde con el último año del reinado del rey Ordoño III, y la segunda, con el segundo año de la segunda etapa del reinado de Sancho I “el Craso”.

Este tipo de monasterio tenía también unas profundas raíces visigóticas y estaba perfectamente regulado en el Codex Regularum, el código de las reglas de forma especial en la Regla Común o de los Abades de San Fructuoso

En él no vivían solamente hombres o mujeres y, esto se aplicaba con mayor razón, en aquellos que, como el de Valcabado, eran dúplices, pues en él según esos documentos conservados había “fratribus et sororibus”, es decir, hermanos y hermanas. Este tipo de monasterio tenía también unas profundas raíces visigóticas y estaba perfectamente regulado en el Codex Regularum, el código de reglas, de forma especial en la Regla Común o de los Abades de San Fructuoso. Vivían las dos comunidades perfectamente separadas en dos edificios independientes, teniendo como único lugar común el coro de la iglesia en que estaban separa-das por un muro.

No era necesario un gran número de personas para fundar un monasterio. Hay motivos para pensar que los repobladores de esta especie de “comunidad de Tierra” eran muy reducidos. El hecho de que durante algunos años, el tiempo necesario para comenzar a roturar tierras y cultivarlas era largo, tuvieran que vivir de la caza, de la pesca y de la ganadería es razón suficiente para explicar el que se establecieran en pequeños núcleos. Partiendo de una población reducida, los monjes y las monjas de este monasterio no podían ser muy numerosos. Tampoco la tradición monástica visigoda exigía un gran número de personas para fundarlo.

Además de los religiosos y religiosas vivía más gente en el monasterio. El primer documento (956) nos habla de Iscam Floridio y de su mujer Domna como “confrater” (la traducción castellana sería cofrade). Esto quería decir que el matrimonio aceptaba la autoridad del abad; contraía unas obligaciones muy parecidas a las de los religiosos que lo habitaban.

Podían vivir juntos, ya que a cambio de los bienes que donaban el abad en nombre del monasterio se obligaba a cuidar de ellos mientras vivieran. El número de estos confrater no debía ser muy elevado, ya que parece que en ambos casos se trata de dos matrimonios sin descendencia directa.

Vivían en sus dependencias, los siervos, es decir, aquellos que trabajaban directamente para el monasterio bien realizando labores agrícolas bien desempeñando diversos oficios. Uno de los oficios más apreciados era el de mellarius, el apicultor: se debe tener en cuenta que la miel fue un ingrediente esencial en la cocina mozárabe.

ECHAR A ANDAR…

La fecha fundacional presenta numerosísimos problemas. Quintana da como fecha aproximada de su fundación el en-torno del año 900. Creemos que hay serias razones para apoyar esta hipótesis.

Coincide esa fecha con la fundación de muchos otros monasterios e iglesias en el Bierzo, en esta comarca y en la Tábara en Zamora según diversos testimonios y la cronología de las iglesias mozárabes establecida por Gómez Moreno y con la segunda gran oleada de refugiados mozárabes ocurrida tras las batallas de Polvoraria y Valdemora (878) como consecuencia de la gran sublevación de los muladíes y mozárabes de Omar Ben Hafsún. Estar a salvo de las aceifas musulmanas consolidó la ocupación del Norte del Duero, sobre todo a partir de la batalla de Simancas y de Alhendega el año 939.

Este territorio del Norte del Duero era un lugar propicio para la acogida de esos refugia-dos mozárabes ya que su población era sumamente escasa a partir del reinado de Alfonso I que trasladó a todos los que pudo al Norte de los Montes Cantábricos. Es lo que se conoce y ha dado lugar al debate sobre “desierto del Duero”.

Las causas de estas migraciones de mozárabes fueron dos, fundamentalmente: su estatus dentro del territorio controlado por los musulmanes y la gran represión que acompañó a las sublevaciones de los mozárabes y muladíes contra el emirato.

Precisamente inmediata-mente después de las batallas de Polvoraria y Vademora (878) se produjeron las dos mayo-res de estas sublevaciones: las de Ibn Marwan, “el gallego”, y Zarabanqui en Mérida y la de Omar Ben Hafsún en el mismo corazón del emirato. La feroz represión que las acompañó – episodios como el del Guadalquivir repleto de cadáveres en una matanza indiscriminada- hizo que muchos mozárabes e incluso muladíes se plantearan huir hacia el Norte. La rebelión de Omar Ben Hafsún duró hasta el año 939, precisamente hasta ese año no hubo batallas importantes al norte del Sistema Central: ese año ocurrieron las de Simancas y Alhendega.

La población huida –muchos pueblos enteros- se fue asentando en terrenos que escogían ellos mismos –la pressura- o que les concedían los reyes o los nobles. Lo normal es que fueran a su aire. Es lo que creemos que ocurrió en Valcabado: los llegados ocuparon las dos márgenes del Órbigo para asegurarse los derechos de la pesca, pero el monasterio no ocupó un locum –un espacio bien delimitado y separado del resto de los habitantes, las donaciones lo demuestran-.

Cada cual ocupó la tierra que creía que podría roturar o con la que podría mantener sus animales, pero tampoco cada vecino ocupó un espacio así: en las donaciones conservadas se puede ver cómo esas posesiones estaban aparceladas y separadas. También se dice en ellas que se donan al monasterio “tierras roturadas (ruptiles) y sin roturar (irruptiles)”. La gran labor de éste consistió en cohesionar a la comunidad de repobladores, dotándolos de una organización administrativa muy primitiva pero muy eficaz. Fe el germen de la vida municipal del pueblo.

Otro hecho, claramente demostrado, es que en el año 956, en que se firmó la primera de las donaciones conservadas, el abad se compromete a cuidar del matrimonio donante mientras ambos esposos vivan. Este compromiso no se hubiera podido producir sin un firme asentamiento económico del monasterio y si el número de monjes o de monjas hubiera sido muy pequeño. Como se ha dicho anteriormente, roturar las tierras, desecar las lagunas o terrenos pantanosos y comenzar a desarrollar la agricultura no se podía hacer si no de esa forma muy lenta por el tipo de herramientas de que disponían. Retrotraer la fundación hasta el año 900 o antes, incluso, no parece exagerado.

Esta cuestión está ligada, como se ha apuntado antes, con la del número de religiosos, es decir, con el tamaño del monasterio. Partiendo de los hechos ciertos de que ese compromiso de cuidar a los familiares no se podía haber asumido si el monasterio hubiera contado con un número muy reducido de miembros y de que no tuvo el suficiente número de ellos para sobrevivir a la crisis ocurrida en la diócesis de Astorga, se puede deducir que fue de los monasterios “medianos”: es decir que tuvo entre 20 y 40 religiosos y religiosas en total.

El número de 200 que se está manejando me parece excesivo, dado que en el catastro de Enseñada –ocho siglos después- se había alcanzado ese número de habitantes en el pueblo y a duras penas. Me parece excesivo ese número también porque el Monasterio de San Dictino de Astorga en su pleno esplendor no alcanzó esa cifra. A la mencionada crisis sobrevivieron únicamente los monasterios mayores, porque pudieron hacer frente mejor y de forma más eficaz a los facinerosos que intentaron asolarlos.

LA LOCALIZACIÓN

Hay un documento de 17 de noviembre de 1158 por el que la infanta Doña Sancha hace donación al obispo de Astorga, Fernando, de toda su heredad de Valcabado. En él se dice lo siguiente:

“…Valcabado que está en territorio astorgano y en el Páramo, cerca del río Órbigo, por sus términos antiguos y por los que tiene y debe tener ahora, a saber: Por una parte, Moscas; por la segunda, Roperuelos; por la tercera, Bustillo; por la cuarta, Mestajas; por la quinta, Quintana; y por la sexta, Torres” .

Queda así definido el ámbito supra local de este monasterio y aclarada la importancia para la fundación de los pueblos de las cuatro baselicas mencionadas al comienzo del primer documento. Al mismo tiempo, nos indican cómo esos repobladores pioneros se establecieron en las dos márgenes del río: San Juan de Torres y Quintana del Marco.

El “iuxta flumini Urbico”, cerca del Río Órbigo no ayuda demasiado a localizar ni el pueblo ni el monasterio. Pero nos lleva a reflexionar brevemente sobre el origen del topónimo del pueblo. Valcabado, esto es evidente, está en un llano, y el desnivel se produce por la existencia de dos plataformas pluviales causadas por la erosión del Órbigo.

La existencia de topónimos mozárabes en el término del pueblo confirma la posible existencia de estos como repobladores. Si esto fue así, cuan-do se asentaron tuvieron que ir bautizando el territorio.

Estos nombres de lugares empiezan por el del propio pueblo, Valcabado, Dobes, Ferrera,… y el resto de esos topónimos tienen raíz latina en su inmensa mayo-ría, como puede deducirse del artículo de José Valín y de Fran-cisco López en la revista Hacendera. Ese predominio de raíces latinas y árabes nos llevan de nuevos a esos primeros repobladores, que no debe olvidarse en toda esta cuestión hablaban un latín un poco especial, pero latín al fin y al cabo.

El sufijo Val- es muy ambiguo. La tentación inmediata es derivarlo de vallis, latín, que daría val abreviado. Pero existe, en este caso una evidencia, que hace dudar de ello: el terreno nombrado no se corresponde a un valle. Encontramos que ese sufijo se usa de forma muy frecuente para designar cursos de agua –el Valderaduey, por ejemplo y tan cercano el Valduerna- . Muchos filólogos consultados hacen derivar este término del árabe wadi, río, pero que además sirve para de-signar cualquier curso de agua del tamaño que sea: acequias, canales, regueros.

Sin embargo cavato, puede hacer alusión a un cauce de agua hecho artificialmente mediante excavación, como pudo el ser algún canal destinado a desecar alguna zona pantanosa o lagunas existentes derivadas de las crecidas del Órbigo: derivaría del latín. Según me han dicho, todavía hay memoria en el pueblo de la desecación de la última de esas lagunas.

Y LA AVENTURA SE ACABÓ

No sabemos a ciencia cierta qué pasó para que el monasterio se fuera abandonado por la comunidad que lo habitaba. El reino de León atravesó un período de grandes turbulencias después de las correrías de Almanzor y por la subida al trono de príncipes menores, muy jóvenes, que su corta edad incapacitaba no sólo para reorganizar sus territorios, sino también para imponerse frente a su poderoso vecino.

La diócesis de Astorga atravesó un período muy turbulento de su historia a raíz de unos hechos que comenzaron en los años 1027-1028, es decir, entre la muerte de Alfonso V en el sitio de Viseo en Portugal y la subida al trono de su sucesor Bermudo III. No fueron unos sucesos de corta duración, porque se prolongaron durante todo el reinado de este segundo rey y el de Fernando I, es decir hasta el año 1065, es decir 38 años. Justamente el documento que nombra a Valcabado simplemente, como pueblo, data del año 1070, es decir, posterior los acontecimientos. Por otra parte, estos monasterios familiares y dúplices su-frieron grandes crisis por-que dependían del núcleo fundacional y pocas veces le sobrevivieron.

La crisis de la diócesis as-torgana en la primera mitad del siglo XI fue promovida por un bando que gobernó de hecho en la diócesis de Astorga. Estuvo encabeza-do por Ecta Rapinatiz y sus hijos Flagino y Rapinato en la parte leonesa, y por Ero Salidiz en la de Zamora. Enfrente los obispos que se van sucediendo.

Estos que son presenta-dos como expoliadores de los bienes de la Iglesia –y que no cabe duda que lo fueron por su comporta-miento violento-, llegaron hasta a matar al obispo Jimeno- terminaron por hacerle un bien a la Iglesia de Astorga. Los monasterios tenían una gran autonomía financiera y de todo tipo frente al obispado.

Una de las funciones que des-empeñaban eran la de recaudar los diezmos dentro de su jurisdicción y se que-daban con la casi totalidad de ese impuesto. Suprimiendo los monasterios y convirtiendo las baselicas en parroquias, los diezmos iban a parar al obispado. Justamente esto es lo que ocurrió en Valcabado, terminado por ser el obispo además su señor feudal .

El caso fue que, en medio de todos estos incidentes, el monasterio desapareció, pero permaneció el núcleo de población que se había formado alrededor de él.

El reino de León atravesó un período de grandes turbulencias después de las correrías de Almanzor y por la subida al trono de príncipes menores

CONCLUSIONES

Los mozárabes emigrados llegaron al Reino de León con una mentalidad muy distinta de los habitantes de la zona y del propio reino. Ellos habían sufrido la pérdida del poder político y unas cruentas persecuciones por mantenerse en las creencias de sus antepasados. Habían sido tratados como ciudadanos de segunda en su propia patria: ellos mantuvieron mucho más firme la creencia de que Hispania era una y había que redimirla de unos invasores extranjeros. Al huir, no solamente se llevaron sus gana-dos y las pertenencias que pudieron acarrear.

Se llevaron también sus libros y sus ideas. Esto fue así hasta el punto de que hay autores que, basados en estos hechos, afirman que la idea de Reconquista no es operativa hasta mediados del siglo XI: es decir justamente cuando muchos de estos monasterios des-aparecieron y cuya primera consecuencia fue la conquista del Reino de Toledo en el año 1085.
¿Cuáles eran las señas de identidad de los mozárabes emigrados?

La primera –también en importancia- fue, sin duda alguna, el sentimiento de vinculación con la Hispania anterior a los musulmanes en un cuádruple aspecto: político, por cuanto se consideraban continuadores del Estado visigodo del Reino de Tole-do; religioso, por cuanto el elemento que les mantuvo unidos frente a otras religiones fue el cristianismo; cultural, porque se creyeron continuadores de la cultura grecorromana sintetizada en alguna forma en “Las Etimilogías” de San Isidoro; y jurídico, porque su código de leyes siguieron siendo las del Fuero Juzgo, logrando que a mediados del siglo XI estuviera plenamente vigente en los reinos cristianos.

La segunda resultó vital para el de-venir de la reconquista. Se debe a ellos también, como consecuencia de lo expuesto la voluntad de restaurar a su integridad el viejo reino de Toledo. Es muy posible y probable que sin esta mentalidad de los mozárabes la reconquista se hubiera frenado en el Sistema Central. Hay autores que afirman con un cierto sentido que la Reconquista como idea política de expansión de los reinos del Norte no se generalizó hasta el siglo XI: justamente fue el siglo en el que la ideología mozárabe había impregnado a los reinos del norte, como principal fruto de las sucesivas oleadas de emigración.

Estos monasterios de repoblación constituyeron un importantísimo estímulo para la creación de núcleos de población y tuvieron un papel muy importante en la recuperación o reconstrucción de antiguos enclaves. Como dice Gómez Moreno: “Es de creer que en los monasterios viese el gran rey un medio de colonización eficaz, educando al pueblo, rompiendo tierras eriales y organizando trabajo, ya que por allí la barrera del Duero no exigía pues-tos militares contra la morisma tan imperiosamente como en la región oriental castellana” .

Hay autores que afirman con un cierto sentido que la Reconquista como idea política de expansión de los reinos del Norte no se generalizó hasta el siglo XI.

(Texto de la conferencia de Martín Turrado Vidal impartida en Valcabado del Páramo. León. Entresacada de la Revista “Hacendera, número 5. 2016” Que coordina Roberto Carro Fernández)

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