APUNTES DE FERIA (II): LA FUENSANTA FALLERA MAYOR
Sep 10 2017

POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

A los murcianos, porque lo aprendieron solos, nadie les enseñó lo mucho que costaba el agua. Incluso cuando les costaba la vida, que era a menudo por las terribles avenidas del Segura y el Guadalentín. Y en esa escuela de riadas a traición, además, supieron que ayudar a quienes las padecen es una prioridad. Como aprendieron, por ejemplo, cuando la de Santa Teresa asoló la vega el 15 de octubre de 1879 y medio mundo se movilizó. Y como hizo Murcia cuando, también en el día de la santa de Ávila, un Turia hecho muerte azotó Valencia los días 13 y 14 de octubre de 1957.

Hace seis décadas

Las cifras de la tragedia son terribles. Hasta cinco metros de altura alcanzó el agua en algunas calles de la ciudad. Se registraron caudales de 3.700 metros cúbicos por segundo. Ochenta y una personas perdieron la vida.

Los murcianos conocieron la noticia en la edición de ‘La Verdad’ del 15 de octubre, cuando en la portada se publicó que había «violentos temporales de agua en Levante» y que Valencia estaba «inundada y aislada». En aquella primera oleada –pues habría una segunda más letal– las aguas alcanzaron, según el rotativo, medio metro en pleno corazón de la capital hermana.

En Murcia, entretanto, las precipitaciones se notaron en los desbordamientos de los ríos Mula y Argos, afluentes del Segura, que también casi se desborda, y algunas ramblas, como las del Albujón, el Judío, Tinajón o Algeciras.

Si aquella ola de lodo y fango sepultó una urbe, otra oleada de solidaridad sacudió el país. Desde incontables lugares comenzó a llegar la ayuda y todos los diarios se apresuraron a anunciar que el dictador Franco «ha adoptado a Valencia» y ordenaría construir 1.580 viviendas en la capital y otro millar en los pueblos afectados.

Apenas dos semanas después, ante el apoyo prestado por Murcia, los valencianos decidieron encargar un manto para la Fuensanta. Ya se habían recaudado entonces más de 4,5 millones de pesetas de la época a través de una campaña en Radio Juventud. Así lo publicó ‘La Verdad’ a comienzos de noviembre.

El regalo de Valencia a la Virgen de la Fuensanta fue el llamado terno: un manto, el vestido de la Morenica y la túnica del Niño. Fue bordado, de forma magistral, en oro sobre raso de seda azul celeste, evidenciando la tradicional técnica del bordado valenciano en estilo neobarroco.

Sobre la tela pueden admirarse los escudos de las dos capitales y en la espalda figura una paloma, símbolo del Espíritu Santo. Otro de los detalles es un ramo de azucenas en el delantal. Sin embargo, lo espectacular de esta pieza son las incontables piedras preciosas que la adornan y que, en su totalidad, fueron donadas por los valencianos, quienes reconocieron así que Murcia fue la más destacada ciudad que les ayudó en tan aciagos instantes.

Un curioso título

Pero lo que casi nadie recuerda es que la Morenica fue nombraba Fallera Mayor Perpetua. El acto se celebró el 3 de diciembre de aquel año en el santuario del monte. «El templo estaba atestado de fieles y hubo que abrir las puertas para que la multitud pudiera seguir el acto desde el atrio», publicó ‘La Verdad’. Pero, ¿cómo se llegó a ese extremo? Una emisora local, Radio Juventud de Murcia, impulsó la llamada Gran Subasta, un programa destinado a conseguir ayuda para los damnificados. Lo curioso es que, a las pocas horas, toda la prensa española se hizo eco de esta idea. Y la secundaron.

El autor de aquella iniciativa fue el periodista Adolfo Fernández Aguilar. Un día antes de que la segunda gran riada se llevara Valencia por delante, le advirtió a su jefe, Luis Álvarez, de que había que «empezar a moverse». Esa frase sería el inicio de uno de los mayores movimientos solidarios que ha vivido España en su historia.

Las anécdotas de aquella experiencia son interminables. El arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, por ejemplo, donó su anillo y bastón arzobispal diciendo: «Valencia ha quedado sumida en la miseria y en la tristeza. Yo no puedo lucir algo que valga. Ya tengo un anillo de baratija que me regalaron en la bendición de un abad». Por el anillo se pagó más de un millón de pesetas.

En otro momento, cuando el periodista pidió a los murcianos que donaran flores para la Virgen de los Desamparados en memoria de las víctimas, en tres horas se colmó un camión entero. Eso, sin contar que el edificio de la radio se llenó de animales de todo tipo, también para ser subastados y recaudar fondos. Incluso un dromedario. Y hasta un puro de Winston Churchill.

La lista de artistas que participaron, aparte de Carmen Sevilla, una de las que más se volcó, es interminable: Paquita Rico, Conchita Bautista, Estrellita Castro, Vicente Parra, Pepe Nieto, Toni Leblanc, Paco Rabal, Pepe Isbert, José Luis Ozores, Manolo Morán y Manolo Caracol, con su familia al completo. A ellos se añadieron actuaciones de renombre. Es el caso de los fandangos que cantó Juanito Valderrama o ‘Los Angelitos Negros’, cantados desde Madrid por Antonio Machín.

El manto del Pilar

La solidaridad de Murcia no solo se centró en las muchas iniciativas que surgieron en esta ciudad. Incluso en aquellas que se propusieron en Valencia tuvieron un gran protagonismo los murcianos. De hecho, de esta tierra eran los empresarios que adquirieron la partitura original del ‘Himno de Valencia’, obra del maestro Serrano, y que fue subastada en la capital del Turia.

Menuda se armó durante la subasta del manto del Pilar, pues Murcia pujaba por la pieza igual que la capital aragonesa. Y nadie cedía. Incluso hubo que llegar a un acuerdo: Zaragoza pagaría una peseta más y los murcianos se abstendrían. Así fue. De lo que no se abstuvieron fue de ayudar a Valencia como ninguna otra ciudad española.

Fuente: http://blogs.laverdad.es/

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