POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT. PERIODISTA, CRONISTA OFICIAL DE LEGANES (MADRID), HISTORIADOR Y VICEPRESIDENTE DE LA REAL ASOCIACIÓN DE CRONISTAS OFICIALES DE ESPAÑA (RAECO)
Un melonar en el paseo de Galdo /La Alameda/?.
Nos cuenta el juez, periodista y escritor don Enrique García Asensio en su libro sobre “la historia de Huércal” que el Ayuntamiento en una sesión plenaria del 4 de febrero de 1888 acordaba llevar cumplir el compromiso que tenia la localidad con el ex alcalde de Madrid y benefactor de la riada del 15 de octubre de 1879 de Santa Teresa, Don Manuel María de Galdo para construir un largo Paseo con mucha arboleda desde el final del pueblo hasta el nuevo depósito de aguas, que él había financiado con la colaboración del ingeniero Baldo como miembro de la Junta Nacional de Socorros.
Los concejales decidieron que sería un largo Paseo donde se plantarían árboles, con tres avenidas, una central y dos laterales plantadas de múltiples árboles de distintas especies.
Se pidió a los vecinos para alisar los terrenos que en esa zona a las afueras del casco urbano podían depositar escombros procedentes de las obras de reparación de sus casas tras el paso de la tremenda riada de Santa Teresa de 1879, para proceder de las tierras y alcanzar la rasante calculada.
Hasta aquí todo fue muy bien. Son los datos oficiales que tenemos del nacimiento del Paseo de Galdo/La Alameda/, pero me produce curiosidad la siguiente noticia sobre Paseo, escrita en la prensa de esos años “El Horizonte” y es que, entre las acequias de los árboles se quiso plantar por decisión del mismo consistorio, un polémico “melonar” que se hizo famoso por los comentarios y cuchicheos de los vecinos del pueblo porque “algún cándido concejal cálculo que daría de si la venta de melones para obtener los recursos necesarios de la terminación de las obras del citado paseo, e incluso cubrir el déficit municipal”.
Creía ese edil que vendiendo muchos melones y a buen precio podrían seguir sufragando las obras de construcción del Paseo, y hasta el déficit del Ayuntamiento. Se acordaba una subasta para adjudicar la plantación y venta de melones y sandias bajo el tipo de 250 pesetas, que según García Asensio “dio menor resultado del que se esperaba, ósea un resultado nulo”.
El alcalde era don Pedro Mena Navarro, que tuvo que echar mano de un profesional pariente lejano mío, Don Miguel Fernández Molina, ayudante de Obras Públicas y “acomodado propietario” que concluyó esas obras del nuevo y flamante Paseo de Galdo. Sin que se llegase a producir la “masiva” y “enriquecedora” venta de melones.
Pero la cuestión y los corrillos no concluyeron aquí, dado que el proyecto de plantar un melonar en el nuevo Paseo y que además sirviera para pagar las obras fue durante tiempo motivo de burla y chanza de algunos otros vecinos.
En el periódico “El Horizonte” aparecen escritos esos días quejándose de tan peregrina idea y anuncios ridiculizando el proyecto del melonar.
Y en el anuncio se decía: MELONAR. Remedio eficaz para saldar el déficit en los presupuestos municipales. Recomendamos a aquellos ayuntamientos que cierren con déficit sus presupuestos municipales. Imiten al de Huércal-Overa y siembren de melones los paseos públicos, y con toda seguridad tendrán grandes ingresos. Nuestro ayuntamiento ha pedido privilegio de invención”. Añadiendo esta coplilla.
Es un Melón Don Faustino
De tan grande calidad
Que contagió al municipio
Volviéndolo melonar.
Estas críticas a través del periódico local “El Horizonte” fueron fundamentales para que el melonar del Paseo de Galdo solo fuera, eso una idea, sin resultado positivo alguno y tema de burlas durante muchos años.
Alonso García un niño de siete años de Huércal, secuestrado y cautivo de los moriscos en 1571.
Hay noticias escritas de la existencia de numerosas incursiones de tropas árabes o moriscas en las costas del Levante español, avanzadillas desde el mar que llegaban hasta el mismo Huércal Overa, que durante el siglo XVI vio como eran secuestrados varios de sus vecinos.
El más destacado ejemplo de esto que se cuenta es elde un niño de apenas siete años, llamado como su padre Alonso (de nombre) García Hidalgo que vivía en nuestra localidad, emigrado desde su pueblo Mula (Murcia) a Almería para conseguir una mejor vida.
La expulsión de España de los moriscos y por tanto el abandono de sus tierras y posesiones trajo como consecuencia que muchas aldeas quedaran despobladas, las tierras de esas familias sin sembrar, sus prados, huertos y bancales quedaron sin rastro de vida.
Parte de esas tierras aparecían a mediados del siglo XVI secas y abandonadas. La Corona y el propio rey Felipe II quiso poner fin a esta situación y promovió una serie de beneficios para que otros colonos y agricultores, se trasladaran desde las tierras murcianas o castellanas hasta Almería, entregándoles tierras, y facilitándoles su asentamiento para llenar esos terrenos vacios, dejados por los musulmanes almerienses.
Desde 1571 fecha de la expulsión morisca llegan al fértil Valle del Almanzora nuevas familias, miles de labradores y ganaderos, nuevas gentes como la familia del niño Alonso García.
Sabemos de la existencia del niño que fue secuestrado y cautivo porque en un documento notarial de 1571, su padre denuncia la situación y deja constancia escrita que esta cautivo desde hace cuatro años.
Este documento notarial informa que Alonso (padre) es un nuevo poblador cristiano llegado desde Mula y que se compromete a pagar los gastos derivados de la consecución de la libertad de su hijo. Encargando la tarea de liberación al clérigo trinitario Diego Marín, que se dedica a liberar cautivos a cambio de dinero”. (Como pasó con el caso del mismo Miguel de Cervantes).
El documento está avalado por las firmas de varios testigos del hecho como son: Luis Ortiz, Francisco Vázquez “El mozo”, naturales de la villa de Huércal y por Miguel López de Perona, nuevo poblador.
Sucesivos rastreos en archivos no ofrecen más detalles de la situación angustiosa que debió vivir este niño campesino, y su familia o si se llegó a hacer el intercambio. Es un ejemplo de otros muchos casos que acontecieron pero que no pasaron a los documentos notariales pero que, sin duda, produjeron crisis y nerviosismo entre las familias de campesinos que sabían sufrían esta incertidumbre de no saber, si de día o de noche llegarían piratas moriscos hasta la misma puertas de sus casas o tierras, llegados en rápidas y silenciosas embarcaciones para adentrándose en tierra firme arrebatarles propiedades, y secuestrar a varios miembros de la familia para venderlos en Oran o Túnez.
Es muy probable que tras cuatro años de secuestro, el chiquillo hubiera dejado de existir. Porque al mismo tiempo que su padre redactaba ese documento, dada la vida de pobreza y escasez que se sufría en el norte de África, no se llegaría a un feliz acuerdo.
Los antiguos puentes d San Isidro y Overa.
Nunca tuve tanta manía a un puente como el de San Isidro, un puente antiguo que a diario utilizan cientos de vehículos para entrar en nuestra localidad.
Pero no es manía porque si, sino porque es un puente aciago para la historia de mi familia. Su existencia y situación supusieron un mazazo importante, al sufrir mi padre Vicente Alonso y mi tío Juan Resalt (hijo) un gravísimo accidente de circulación, conduciendo una simple bicicleta en los años 50 del pasado siglo, que les produjo heridas gravísimas a los dos y consecuentemente la dispersión de la familia en diversos puntos de la geografía española.
Siempre que vuelvo a Huércal, veo con nostalgia ese puente y surge en mi la rabia por aquel accidente, pero siempre me he preguntado como fue construido y porque pese a los años y años de existencia que tiene, y pese a los avatares y intensas riadas que ha sufrido sigue en pie, con su mole impresionante, resistiendo.
El Alcalde de Huércal-Overa, Domingo Fernández, y el Secretario de Estado e Infraestructuras, Transporte y Vivienda, Julio Gómez Pomar, llegaban el pasado año a un acuerdo de colaboración para “jubilar2; el puente de San Isidro, modernizar las vías de entrada a Huércal y convertirlo en un lugar de paso “a pie” y como parte de un carril bici.
Tras esa reunión mantenida en el Ministerio de Fomento, en la que estuvo presente el concejal de Obras y Servicios, Alonso Mena, y el director técnico del Ayuntamiento, José Diego García. Se decidía “jubilarle” para poner solución a esta importante entrada a nuestra localidad desde la Carretera Nacional y en conexión con el Puerto Lumbreras o Pulpí y San Juan de los Terreros, que ya se venía reclamando desde hace muchos años.
La cercanía al Hospital de la Inmaculada, la urbanización la Atalaya, el barrio Amanecer y los barrios cercanos como San Isidro hacían necesarias estas obras.
El puente de San Isidro es, según las estadísticas, uno de los puntos negros de circulación de las carreteras de entrada a Huércal-Overa. En él se produce un continuo número de siniestros que provoca la necesidad de solucionar esta situación.
No he podido datar exactamente el año de nacimiento de este puente, pero por los datos podría acercarse al 1875, época en la que se construye también el conocido Puente Parias al otro extremo de la ciudad.
El periodo histórico de nuestro pueblo desde 1860 hasta1877, es de lento ydificil crecimiento. Ese progreso repercutió con la creación en 1872 del Centro de Educación Secundaria “Purísima Concepción” y la construcción entre 1875 y 1880 de la carretera nacional que uniría el Puerto Lumbreras en Murcia con Almería capital sería decisiva para la modernización del pueblo. La conocida carretera nacional 340, que sustituyo los simples caminos de tierra que nos unían con el resto de otras poblaciones, nos abrió a otros mercados ciudades y aldeas.
Esa coyuntura hizo que Huércal-Overa experimentara el crecimiento demográfico más importante de la época contemporánea, pasando el pueblo a tener en los siguientes 17 años más de 2500 habitantes (15.185 en 1877). Por lo que ese puente de San Isidro, podría datarse su construcción aproximadamente a finales del Siglo XIX.
El puente de hierro de Francia.
Un día comiendo en un conocido restaurante del barrio de San Isidro, pude contemplar una antigua foto de la construcción en el siglo XIX del Puente de hierro de Santa Bárbara en Overa, y alguien me comentó que fue destruido hacia octubre de 1973 por una de esas enormes riadas que sufrimos periódicamente en nuestra tierra, varias veces en cada siglo. Pero además el interlocutor añadía (sin conocimiento de causa) que había quedado en la memoria que ese mismo puente había ¿sido diseñado y construido en Francia, ni más ni menos que en el taller de Gustave Eifell, o como mucho por alguno de sus socios o colaboradores?.
De esta asombrosa noticia, no confirmada sobre el ingeniero más famoso de Francia, no existe constancia escrita alguna, ni creo en certeza absoluta de su autoría por tradición oral, aunque sí sabemos que Eifell tuvo una directa y personal relación con personalidades y empresarios de esta tierra; y llegó a viajar hasta los famosos baños de Archena en Murcia para curarse de unas dolencias. Eifell nos dejó, pequeños y excepcionales regalos, técnicos y arquitectónicos que hoy se pueden disfrutar como es la Casa Paris de Ulea (Murcia) o el conocido como Cable Inglés que es un cargadero de mineral situado en Almería-capital construido por la sociedad inglesa «The Alquife Mines and Railway Company Limited», ejemplo de la arquitectura del hierro. Su construcción concluyó en 1904, y unía la estación con el puerto.
Ese puente de hierro de Santa Bárbara de Overa, ahora solo es un vestigio roto y olvidado cerca de la carretera nacional. Pero su construcción férrea y su casi indestructibilidad (como el Titánic) quedan repartidas en fotos de libros y familiares que dan fe de su imponte diseño.
Los avances tecnológicos de esa parte de nuestra historia llegan al pueblo con la construcción en 1882 del depósito de aguas de Manuel María de Galdo para el abastecimiento de las fuentes y de algunas viviendas, y con la tardía inauguración del ferrocarril en 1891, de la empresa inglesa “The Great Southern of Spain Railway Company” del que ya hablamos el año pasado en estas misma páginas, principalmente construido para dar salida a las toneladas de hierro que se extraía en las minas de Serón-Becares.
Mi tatarabuela materna Doña Gala Fernández, la Restauración Borbónica, los Ballesta y el edificio del Ayuntamiento (antigua Audiencia de lo Criminal).
Se han celebrado recientemente este año en el salón de plenos del Ayuntamiento una serie de actos conmemorativos del 125 aniversario del llamado “cese de la Audiencia de lo Criminal de Huércal-Overa” (1885-1892) y se ha editado un libro sobre “La Audiencia de lo Criminal de Huércal Overa y el juicio de Nieva”, editado por el Instituto de Estudios Almerienses.
E incluso se ha hablado esos días de la relevancia histórico-urbanística, arquitectónica y judicial que supuso ese edificio que fue sede de la Audiencia judicial comarcal y que ahora conocemos como el Ayuntamiento.
Esta sede de la Audiencia de lo Criminal mandado construir por el ministro Antonio Cánovas del Castillo fue para nuestra localidad todo un hito histórico, al decidirse desde el mismo Gobierno implantar en nuestro pueblo una sede judicial-comarcal con mas de50 personas trabajando en ella, entre abogados, fiscales, jueces y peritos donde se concentraban todas las actividades jurídicas, judiciales y administrativas de los juzgados.
Dos expertos Pedro Gómez Ballesta y Miguel Beltrán López contaron el día 5 de mayo “la relevancia histórica, urbanística y arquitectónica del edificio donde tuvo su sede la Audiencia, actual ubicación del Ayuntamiento” terminado de construir en 1885, época de la que vengo contando algunos detalles.
Esta Audiencia estuvo funcionando, a todo ritmo, casi 10 años entre 1885 y 1892, y se creó gracias a una importante reforma que se produjo en la administración de Justicia penal realizada en esta zona del país desde los años 80 del siglo XIX.
Extendía su jurisdicción a 41 municipios de los partidos judiciales de Cuevas de Almanzora y Vera, que representaban en esa época casi el cincuenta por ciento de la población de la provincia de Almería.
Y lo más importante, se construyó ese gran edificio en el siglo XIX primero como sede judicial para decidir pleitos de toda clase para posteriormente convertirse en sede central del Ayuntamiento.
La historia de la construcción de este emblemático edificio, está relacionada con la figura política y empresarial de una gran señora de esa época de la Restauración Borbónica, llamada Doña Gala Fernández Sánchez, que era la líder de los conservadores huercalenses, y con sus hijos José, Cristóbal y Vicente Ballesta Fernández, llegaron a alcaldía huercalense en distintas épocas entre 1897 y 1922. Los vecinos les conocían como “Los Ballesta” hijos de Doña Gala.
Gala Fernández, fue sin duda la primera mujer que destacó en política de nuestro pueblo, en los años 80 del siglo XIX. Era la jefa del Partido Conservador de Huércal y dueña de un buen número de negocios prósperos junto s du esposo. En esos años 20 del siglo pasado, la “belle apoque”, la dinámica política de nuestro municipio se había configurado en torno a dos destacadas y adineradas familias como son los Ballesta (hijos de doña Gala) y los Mena.
Los Ballesta, Vicente, José y Cristóbal disfrutaron además de su pertenencia a sociedades y empresas, además de tierras y ganados que les resultaron por sus lazos políticos muy positivos. Ellos mantuvieron con su influencia política, tras desaparecer doña Gala en el año 1911, el poder altérnate con los Mena.
Así nos lo cuentan María Dolores Jiménez Martínez y Pedro Martínez Gómez, hablando de esa etapa histórica de la Restauración y los clientelismos políticos o el caciquismo local.
Doña Gala, a propósito de la construcción del edificio del Ayuntamiento (antes Audiencia de lo Criminal) como hemos contado, llegó a suscribir con los responsables de su construcción y el Ministerio de de Gracia y Justicia, un préstamo personal de 50.000 pesetas para construir ese edificio de la Audiencia, cobrando entre 7 al 10 por ciento de intereses.
En el capítulo 13 del libro “Historia de Huércal Overa” 1884-1931 de mis amigos Antonio Rubio Simón y José Luis Cuadrado, se habla de la delicada situación política municipal y estatal entre los años finales del siglo XIX y principios del XX.
Sabemos de lo efímero del puesto de cada uno de los altos cargos del Ayuntamiento, incluido el propio alcalde, por aquello de las alternancias políticas de canovistas, conservadores, mauristas, liberales, sagastistas, santos lirios y demás. Doña Gala que viajaba a menudo a la capital para recibir órdenes del Partido y debatir cuestiones especiales, tenía cierta amistad con los diputados (conservadores) José Belver Oña (Diputado y Presidente de las Cortes. Magistrado del Tribunal Supremo, conservador primero maurista y uno de los fundadores de las Sociedades económicas del Pais) y del diputado y renombrado escritor, José Martínez Ruiz “Azorín”.
El espacioso y popular domicilio de estas familias era el lugar propicio para las grandes reuniones de la clase alta, empresarios y políticos, con el pretexto de la celebración de bailes, tertulias, estreno de obras de teatro, o música. Entre los asistentes se decidía el futuro del pueblo.
Las familias de Los Ballesta y Ambrosio Mena coparon además de la actividad política, la actividad empresarial de primer nivel dado que conocemos sus intereses en la construcción del ferrocarril, los negocios de alto interés, la judicatura, la abogacía, la banca y la electricidad.
En 1902 Ambrosio Mena y Mena, es socio y gerente junto con mi bisabuelo José Ballesta Fernández de la empresa, sociedad anónima “Hidroeléctrica Huercalense” S.A. que pusieron en marcha con una capital de 25.000 pesetas, y que quedó constituida en Madrid por ambos el día 4 de diciembre de 1905.
Según Fernando Martínez López en su libro “La barbería de los Almeida” describe a propósito de los movimientos políticos en diversas localidades almerienses, que el poder económico y político de estas familias de Doña Gala Fernández, Ambrosio Mena, e incluso Pedro Sánchez Rubio o Juan Fernández, personajes acaudalados del pueblo, era inmenso.
El monumento al cura Valera y el alcalde Rogelio Fajardo Biel.
Saltamos de un siglo a otro. Corría el año 1947 cuando el Pleno del Ayuntamiento huercalense propone a petición del alcalde Rogelio Fajardo Biel y acuerda, levantar un monumento a Don Salvador Valera Parra frente a la iglesia de la Asunción en plena plaza al Cura Valera. Encargo municipal que recibe un año después el empresario y marmolista Antonio Bolinches.
Ya a mediados del año 1950, se inaugura oficialmente esa estatua que todos conocemos ‘levantada por suscripción popular bajo la iniciativa e íntima colaboración de la Falange y la Corporación municipal, siendo jefe local del Movimiento, el maestro onubense y alcalde presidente del Ayuntamiento Rogelio Fajardo’ Biel, tal y como reza la inscripción esculpida en el lateral derecho del pedestal sobre el que se asienta la estatua de nuestro cura más querido Don Salvador Valera Parra. El que fuera el mejor párroco y pastor de almas de nuestro pueblo, se muestra sentado en una gran silla y mantiene en su mano, como en la fotografía que le hicieran en Casa Resalt, un pequeño breviario y una mirada amable.
Años más tarde el monumento, que se encontraba en serio deterioro debido al paso del tiempo por estar a la intemperie y a sus 65 años de existencia ya cumplidos, ha sido restaurado en 2014 gracias al actual Ayuntamiento que preside Domingo Fernández por María de la Barca Domech Villanueva que ha conseguido devolver el monumento a su estado original y su antiguo esplendor.
Salvador Valera Parra, nuestro cura Valera, como popularmente se le conoce, nació en la villa de Huércal-Overa el 27 de Febrero de 1816, muriendo el 15 de Marzo de 1889 también en Huércal-Overa. Desde 1954 la figura del Cura Valera se encuentra en proceso de beatificación en el Vaticano. Hemos celebrado el pasado año 2016, el segundo centenario de su nacimiento. Y tengo el honor de haber participado en esos actos.
Pero quien fue este alcalde, Fajardo Biel?.
Sabemos por los libros que se han escrito sobre la situación política de los años 30 y 40 del pasado siglo durante el régimen político de Franco, que Don Rogelio Fajardo llegó a Huércal como maestro. Provenía del Frente de Juventudes y se iniciaba en su vida política en la Falange onubense donde estaba ligado a la OJ (Organización de Juventudes).
Su llegada a Huércal-Overa y a Almería se debe no solo a su dedicación profesional como maestro nacional, sino también a su actividad política por estar ligado a ese Frente de Juventudes. Fajardo fue delegado local desde enero a septiembre de 1941, y nombrado ese mismo año, delegado general local de la FET y de las JONS.
Nombrado poco más tarde alcalde, desempeña el más alto cargo municipal hasta los años 50, para ser más tarde elegido, según los datos obtenidos en el Archivo del Congreso de los Diputados en Madrid, procurador en Cortes representante de nuestro pueblo entre 1954 y 1955, sustituyendo a Miguel Olmedo Medina.
Según el acta del pleno de las Cortes el día 16 de abril de 1954, bajo la presidencia de Esteban de Bilbao Eguia, prestan juramento como procuradores en Cortes, Carlos Arias Navarro (mas tarde alcalde de Madrid y primer Presidente del Gobierno del Rey Juan Carlos I, precediendo a Adolfo Suárez), Juan Cabrera Felipe, José Félix de Lequerica (Alcalde de Bilbao entre 1938-39, Embajador de España en Francia y Estados Unidos, Ministro de Exteriores con Franco, y Vicepresidente de las Cortes) y el propio Rogelio Fajardo Biel.
Con los años el ex alcalde huercalense volvía a su profesión de maestro en diversos institutos y colegios de la provincia de Almería.
Don Jaime Ruiz “el Balsicas”, un labrador de 96 años se hizo famoso en 1956 por casarse en segundas nupcias con Ana Martínez de 80 años.
He podido leer en el periódico “La Voz de Almería” esta noticia, cuando menos curiosa. “El novio que se casó con 96 años”. Labrando aun el campo y sin ningún remilgo, Jaime Ruiz “el Balsicas” pidió en 1956 en matrimonio a su vecina Ana (Anica) Martínez de 80 años, y su gesta corrió de boca en boca.
Viudo desde hacia lustros de su primera mujer y labrador de la cortijada de los Oribes de Huércal, se atrevió un día a garabatear en un papel, una sencilla y formal propuesta de matrimonio de menos de 140 caracteres a Anita, con un tweet moderno, que decía así: “Anica, si no quieres estarte sola para siempre, arréglate conmigo”.
La pretendida, era su vecina de siempre, Ana Martínez Fernández tenía ya 80 años, era encajera de bolillos y su marido se había marchado hacía muchos años a Oran, del que no se sabía si estaba vivo o muerto.
Hacía años que Jaime la “rondaba” por la fuente del pueblo, en la ermita, hasta por el molino y los bancales pero ella no le hacía mucho caso porque no se podía casar y nadie le comunicó que era viuda.
Fue el cura de Huércal y Arcipreste Don Antonio Tormo el que permitió esta unión. El día de la boda un domingo de septiembre de 1956, el nonagenario novio con sus biznietos, nietos e hijos detrás estaba nervioso, se puso guapo con brillantina en las sienes y su chaqueta nueva de pana y alpaca, llenado sus bolsillos de peladillas para regalárselas a la novia.
No fueron muchos a la boda de la aldea, los suficientes para confirmar aquel otoñal matrimonio. Y tras el ‘si quiero’, la bendición del cura, las bendiciones familiares, los besos y abrazos de todos, parabienes y deseos de mucha y larga felicidad, los novios se fueron agarrados de la mano a “convidarse” con unos traguitos de vino de Jumilla, y algunas almendras de Palaces a la cercana taberna de Diego el Rubio.
Fueron, seguramente, los esponsales con más añadas de la Historia de Huércal Overa y seguramente de la provincia y toda Andalucía, que se tenga constancia. Tanto que una edición del diario ABC en noviembre de ese año 56, se hacía eco de la noticia sacada de un vergel de 50 cortijos perdido en lo más ancho de la provincia de Almería.
Según este artículo que he encontrado de la “Voz de Armería” de Manuel León “Los Oribes no tenían cura propio, ni barbería, ni esquilmo de ultramarinos en los años 50, pero sí tenían maestra, en ese tiempo era la señorita Carmen Acién, que por Navidad enseñaba villancicos a los niños. Aún se veía al lado de las casas, la hondonada de Albojaira que había sido un lago y que se secó por los efectos del terremoto de 1863 que asoló la zona de Huércal Overa y Cuevas de Almanzora cuando el tío Jaime era aún un niño.
Pasó el domingo del casamiento y el Balsicas y la tía Anica volvieron a lo suyo, como si tal cosa, sin pensar en nuevos hijos que concebir, ni calenturas amorosas que apaciguar ya a sus años, pero haciéndose compañía, calentándose en la misma lumbre y alimentándose del mismo plato y puchero.
Jaime Ruiz Asensio siguió, a pesar de su edad y del fuerte reúma que sufría, labrando todas las mañanas con la bielda las tahúllas de tierra que tenía en suerte, cosechando los sabrosos tomates de huerta, cogiendo higos cumbos para casa, alimentando los animales del corral y desperfollando el panizo por las tardes en la era comunal de Los Oribes, que era entonces un frondoso anejo a diez kilómetros de Huércal-Overa, en la margen derecha del río Almanzora, con solo dos calles: la de Adelante y la de Atrás.
Anica, tostada como el café, se movía con la ligereza de una ardilla: lavaba en la fuente con el agua cristalina de La Loma, llenaba las cantareras, picaba esparto mojado con la maza y colgaba ristras de pimientos rojos para que se secaran al sol sobre el postigo encalado del cortijo. Vigilaba también Anica como una cancerbera la tranca de madera de la puerta, para que nadie interrumpiera la siesta de su hombre, y se sentaba en círculo con las vecinas a hacer encaje de bolillo que luego venderían los lunes en el mercado de Huércal-Overa y para charlar de todo.
Sin luz eléctrica, cuando anochecía en la vega, se apañaban para seguir tejiendo los encajes con el quinqué, haciendo repiquetear con laboriosidad los palillos como si no hubiese un mañana. Tejían primorosos arabescos sobre la tela, bruñían filigranas de seda y de hilo para juegos de cama y para ajuares de novias que lucirían en el altar. Los encajes de esas mujeres huercalenses llegaron a rivalizar con los mejores de España, con miriñaques a los que pusieron nombres como la Marquesona, la Princesita o el Pavo Real, que vendían a Pepe el de Lola a unas 18 pesetas el juego.
Por su parte, el único gusto que se permitía el tío Jaime en esa rústica vida, era ir de vez en cuando, al romper el día, con su gorra calada, sus esparteñas y su petaca de tabaco, a cazar perdices en el puesto. Y cuando tenía que hacer algún ‘mandao’, aparejaba la caballería y el carro, dejaba atrás el Camino del Pelotar, saludaba al tío Frasco del del Cortijo de Las Esteras o coincidía en la senda con el taxi de Perico y atravesaba sobre la jumenta el lecho del río hasta el pueblo del santo cura Valera.
Allí, se convidaba con algunos parientes que se dedicaban al trato del ganado y compraba los encargos de su mujer en el comercio de Alfonso el Chatico. Era entonces alcalde de Huércal Overa, el abogado Antero Enciso ‘el niño Antero’ que acababa de relevar al maestro Rogelio Fajardo Biel.
No llegaron a ver los ojos centenarios del tío Jaime la tremenda riada del 73, que cayó como una mortaja sobre su tierra querida, arrasando la huerta que tanto labró, la miaja de naranjos que cosechó como un capricho, el puente de Santa Bárbara que tanto cruzó; ni vio más tarde aún cuando las aguas del pantano encenagaron el esqueleto de la ermita donde se casó y el chasis de los 50 cortijos de esa aldea casi de barro y cañabrava como la del universal mito colombiano. Porque Los Oribes quedó sepultado bajo la ciénaga, como otro puñado de cortijadas.
Se fue sin ver todo eso un día que desconocemos, Jaime el Balsicas, labriego con porte de personaje salido de los versos de Sotomayor, ejemplo de don Juan casi centenario, que no quiso renunciar al amor, a pesar de ser caballo viejo, ni a cortejar a una moza de más de ochenta años que alivió el invierno de su vida.