NO CABÍA PENSAR EN FERIA TRADICIONAL SIN PORTADA, POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Los murcianos del siglo XIX, en lo que a arcos ornamentales se refiere, andaban ya curados de espanto. Unos, porque no concebían la Feria sin la tradicional portada. Y los más, ante las críticas que el descuido en su confección causó algunos años.
Las crónicas, por poner un ejemplo, citan el que se levantó con motivo de su llegada a la capital del nuevo obispo Diego Mariano Alguacil Rodríguez, allá por el año 1877. Bien conocía la urbe el prelado, pues había sido párroco en ella. Fue recibido en El Carmen ante 24 postes coronados de gallardetes con los nombres de otros tantos obispos históricos de la Diócesis.
Cuenta el diario ‘La Paz de Murcia’, en su edición del 7 de febrero de aquel año, que junto al Puente Viejo, se erigió un arco de seis metros de anchura por diez de altura con la inscripción ‘Al antiguo párroco de Sta. María la Mayor de Murcia, sus feligreses’. En el segundo cuerpo de la estructura colocaron tres pedestales que simulaban el mármol, teniendo en el centro una estatua de la Fe, flanqueada por las inevitables banderas. El mismo año, con motivo de la Feria, también se levantó un arco de entrada que sería citado en una composición poética publicada en ‘La Paz’: «Con unas avellanicas, en mi bolsillo de atrás, pasé por bajo del arco a la Feria principal».
La instalación de la Feria en el último tercio del XIX se realizaba en La Glorieta, frente al Ayuntamiento. Aunque no todos estaban de acuerdo. El concejal Rufino Marín Baldo proponía sin éxito en 1882 trasladarla al jardín de Floridablanca. O, de quedarse frente a las Casas Consistoriales, eliminar la histórica verja para dar ensanche a las celebraciones.
El arco de la Feria se ubicaba hasta entonces a la entrada de la calle del Arenal, aunque estudiaron trasladarlo «hacia el paseo de Garay». Finalmente, se situó donde siempre, «en la cuesta del Puente», como refirió ‘El Diario’, lo que provocó las críticas de ‘La Paz’.
El arco de aquellos años era de quita y pon. Una vez acabadas las fiestas, junto a las casetas, se guardaba en un almacén. Su recuperación anual anunciaba en la ciudad la proximidad de la Feria, como advertía un lector en ‘El Diario’ al destacar que había contemplado la salida de «gallardetes, escudos y qué sé yo cuántas cosas más». Pero el almacenamiento deterioraba el conjunto, como también se denunciaba en 1885 en ‘La Paz’: «Hay que hacer que se sustituya el vetusto y desvencijado arco de entrada, ya que no se le hizo cumplir el compromiso al difunto arrendatario». La nota evidencia que la estructura era por entonces otro símbolo de las fiestas.
Nada se hizo. De hecho, en 1889, el mismo periódico publicaba que «está en un estado de deplorable deterioro el material del arco de entrada a la feria. El estado de yesca en que se encuentra impone no demorar el gasto o suprimirlo». Aquel año se sustituyó por unos gallardetes.
Las innovaciones, entretanto, se abrían hueco. En 1866, el Ayuntamiento decidió «iluminar a la veneciana» la Feria con «arcos de luces de gas en el arco de entrada», además de «en las entradas de Levante y Poniente», según los diarios.
Es posible que los gallardetes aguantarán varios años, tanto como la desidia municipal en sustituirlos. En 1895 parece retornar de nuevo el arco, en esta ocasión de flores y a la entrada del real de la Feria. «En muchas de nuestras fiestas deberían ser adorno casi exclusivo las flores, por ser el país de ellas, y por tener como tenemos hortelanos tan maestros en la confección de esa clase de trabajos que llaman la atención en Madrid, hasta el punto de reputárseles como los mejores floricultores de España», anunciaba ‘El Diario’.
De catorce metros
Aquel arco, como el que años después recibía a los murcianos en la Feria del antiguo parque Ruiz Hidalgo, junto al Puente Nuevo, es digno de pasar a la historia. El de 1895 tenía columnas de 11 metros de alto, coronadas por jarrones. Estaban unidas por palmas hasta alcanzar los 14 metros y rematado el conjunto por el escudo de Murcia. Fue adornado con un foco «de 2.000 bujías de fuerza y 64 lámparas incandescentes», narró el diario ‘Las Provincias’.
El diseño corrió a cargo del reputado arquitecto Pedro Celdrán. No sería mala idea, ahora que el alcalde Ballesta recuperó la tradición en 2016, encargárselo en sucesivas ediciones a arquitectos de renombre.
Antonio Botías
Fuente: https://www.laverdad.es/murcia/ciudad-murcia/aquellos-arcos-engalanaron-20180902010912-ntvo.html