POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Era un día 17 del mes de mayo de 1911, Día en el que cayó una gran tormenta de granizo, en Ulea, acompañada de un ensordecedor atronamiento y gran profusión de rayos y centellas.
Al estar este pueblo, cobijado bajo la montaña, era conveniente qué, en los lugares donde se guardaban materiales explosivos para trabajar en canteras, yeseras y caleras fueran protegidos de la eventual caída de rayos, durante las tormentas meteorológicas; ya que, en sus proximidades, habitaban gran número de uleanos y corrían grave riesgo de ser alcanzados en una hipotética explosión del material detonador almacenado en dicha caseta, al impactar algún rayo, durante dichas tormentas.
Ante esa disyuntiva, Francisco Javier González Ribera, trasladó un informe del Gobernador Juan Antonio de Omedal, para que, el regidor Sebastián de Rueda y Benavides y Almeida, ordenara el traslado de la covacha, con material explosivo, instalada junto a la calera y yesera, en el paraje del Corralón (junto a las piqueras de esparto y albardín).
Esta advertencia se le hizo para evitar que ocurriera un desastre natural y se cobrara la vida de algunos uleanos; al impactar algún rayo con el material almacenado en dicha caseta, actuando como un verdadero polvorín.
Afortunadamente, Sebastián de Rueda (cariñosamente llamado señor de Ulea), tomó buena nota de dicha advertencia y, ante la dificultad de ubicar dicho depósito de material explosivo, en los aledaños del pueblo, asumió la responsabilidad de construir un depósito extramuros del casco urbano de la población; en la parte mas alejada de su finca del Tinajón, con el fin de evitar problemas a la población autóctona y, a cuantos pasaban temporadas de reposo en dicha Tercia del Tinajón.
Los canteros, barreneros, caleros y yeseros, solamente tuvieron que pagar el importe de la construcción de la caseta-almacén ya qué, el terreno fue donado graciosamente por el Alcalde y señor de Ulea.