POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Se acaba de inaugurar una nueva exposición en la sala de la Casa del Concejo, nuestra Casa de la Cultura que registra una actividad permanente, es mucha la cultura pasa por sus muros. Se trata de un proyecto de la Fundación Villalar, realizado por Juan Gil Segovia y Clara Arribas Cerezo sobre nuestro pintor José Antonio Arribas y que titulan «Devolver la memoria». Pues sí, así es, como se dijo en la apertura, no es una exposición al uso, porque lo que pretende es profundizar en su vida, redescubrirla, en la obra y legado de José Antonio Arribas.
Arribas fue un artista multidisciplinar y yo diría que poco disciplinado por su espíritu libre, buscador y rebelde. También cultivó la poesía y la escritura, a veces mordaz, como su carácter recio y discordante. Un carácter que imprimió también a sus múltiples actividades culturales, como bien se manifestó en la ciudad los años que aquí vivió.
Constante investigador, cultivó muy diversas formas pictóricas, de sus pinturas rojas recibe muchos halagos, pero a mí personalmente la época que más me gusta del artista es su serie «desastres iconográficos» y también lo que denominábamos bodegones de desván.
La exposición está enclavada en el concepto de «la arqueología del ser», pero yo quería recordar del tiempo en que conviví con él, muy cerca, cuando fundamos la Asociación de Cultura «El Terral», junto a los escombros del hundimiento-derribo de Santa María. Fue una época muy dura para nuestro patrimonio.
Nuestra preocupación por el patrimonio artístico y monumental eclesiástico, especialmente rico, creó vivencias compartidas y formamos parte de la Comisión Parroquial de Patrimonio que después nombramos «Consejo de Fábrica», su nombre histórico, con mucha actividad de inventariado, de limpieza, restauración y recuperación de pinturas y esculturas, con varias exposiciones de los resultados conseguidos. Recordemos que, en el incipiente turismo de hace algunas décadas, la discreta entrada cobrada como colaboración para la recuperación, nos proporcionó unos fondos que se dedicaban íntegramente a la recuperación del patrimonio histórico artístico eclesiástico. Hoy no nos dejan cobrar… esto es un frenó porque, como en todo, la economía siempre es necesaria.
De entonces guardo un recuerdo especial, en una obra del interior de la iglesia de Santo Domingo, él limpió el retablo mayor, por elección propia, otros discretamente otras cosas. Pero como su obra era mucho mayor, yo le ayude en las partes bajas del retablo. Fueron momentos de mucha sintonía y de compartir vivencias.
Yo le conocí desde niño, era amigo de mi hermano y yo estaba mucho con ellos. Por eso, en confianza y cuando se enfadaba, me llamaba «niño» cosa que no me disgustaba en absoluto, era una licencia dada, y me lo siguió llamando hasta el final.
Compartimos muchas actividades, la revista El Terral, el grupo de teatro Castilla, recuerdo las importantes Bienales de Pintura, las conferencias con artistas y poetas de renombre, tanto en el Instituto Juan II, como en Sa Miguel o La Alhóndiga, antes de ser biblioteca. Y algunas experiencias más compartidas, con su cara y su cuz, porque, a veces discrepábamos en aspectos del patrimonio… éramos amigos temperamentales, una pareja querida y reñida…