POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
No falla; si dijera que no me gustan las lentejas, o las setas, se admite, pero digo que no me gusta el arroz con leche y de inmediato replican: “No has probado el de mi madre”, o “Antes de hablar, prueba éste que yo hago”. Hay comidas que me gustan más que otras; prefiero, por ejemplo, calamares en su tinta a crestas de gallo en la suya, o sesos de mono crudos antes que ojos de iguana, soy más de jabalí que de cocodrilo, pero le entro a todo, a todo excepto al arroz con leche. Como el arroz de cualquier manera, con grillos, con algas o con lamprea, en cambio no me gusta el arroz con leche, hágalo la madre de quien lo haga. Bueno, pues verás hoy en La Manjoya, en Casa Álvaro, donde iré a comer el Desarme, cuando llegue el postre y diga que no me gusta el arroz con leche. Sé que lo hacen riquísimo, muchas cocineras lo hacen riquísimo, pero es que tampoco me gusta el arroz con leche riquísimo.
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