POR JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ).
El 19 de septiembre de 1309, se cumplirán 715 años del fallecimiento, en la sierra de Gaucín (Málaga), de Alonso Pérez de Guzmán «El Bueno», primer señor solariego de Chiclana de la Frontera. Una efemérides que nos transporta al lugar en donde se halla sepultado: en Sevilla la Vieja, la actual Santiponce. Allí, una torre destaca en la lejanía cuando se circula por la autovía en dirección a Mérida. Es la torre de la iglesia del monasterio de san Isidoro del Campo, donde se encuentran los sepulcros de Alonso Pérez de Guzmán «El Bueno» (1256-1309) y su esposa María Alonso Coronel (1267-1330).
El origen del monasterio se remonta a finales del siglo XI, cuando el joven rey Fernando IV otorgó a favor de Alonso Pérez de Guzmán «El Bueno», el 27 de octubre de 1298, un privilegio rodado para que tomase para sí y su linaje la jurisdicción de Santiponce. En ella podría fundar un monasterio y ser a la vez lugar de enterramiento con capilla funeraria para él y su esposa. Unos años después, el 15 de mayo de 1303, y del mismo modo, Chiclana de la Frontera también era donada al héroe de Tarifa por el monarca.
Así, Alonso Pérez de Guzmán mandó construir, en el 1301, un monasterio en el mismo lugar donde se alzaba una vieja ermita mozárabe que según la leyenda –que se recoge en la carta de donación- fue el sitio del primer enterramiento de san Isidoro –obispo de Sevilla– antes de su traslado a León en 1063. También, siglos más tarde, 1547, allí fue enterrado Hernán Cortés antes del trasladado de sus restos a México.
En la misma carta de donación fechada en Sevilla el mismo año del inicio de las obras, se especificaba que la comunidad religiosa que ocuparía el monasterio iba a ser la cisterciense. En 1431 Enrique Pérez de Guzmán la reemplazó por la Congregación de la Observancia de san Jerónimo –ermitaños-, una de las ramas general de los Jerónimos a los que se les acabó llamando «los isidros». Durante ese período fue cuando Casiodoro de Reina tradujo al español por primera vez la Biblia, la denominada «Biblia del Oso» editada en 1569. Tras su extinción como congregación fueron sustituidos, con el beneplácito del rey de España Felipe II –martillo de herejes en España y en media Europa— por la Orden de san Jerónimo, su rama principal. Ellos permanecerán hasta 1835 tras la desamortización de Mendizábal. Posteriormente, el monasterio pasaría por un considerable número de vicisitudes hasta su retorno en 1956, pero en 1978 fue desalojado por su pequeña comunidad, que marcharía al monasterio de Yuste.
Visitamos el monasterio iniciando el recorrido por la portada principal del Patio de los Naranjos accediéndose a través de una de las iglesias unidas entre sí. El hecho de que sean dos capillas –las iglesias gemelas–, se debe particularmente a una cláusula del testamento de Alonso Pérez de Guzmán en el que estipulaba y prohibía que no se diese enterramiento en la capilla ningún otro descendiente o familiar, excepto a él y a su esposa. Así, junto al retablo mayor de la iglesia primigenia mandada construir por el primero de los Guzmanes destacan las dos estatuas orantes de ambos esposos; una frente a la otra. Ambas tallas realizadas en madera policromada por el escultor sevillano Martínez Montañés. En el retablo mayor, obra maestra de la escuela escultórica sevillana del siglo de Oro destaca, además de san Isidoro, un san Jerónimo penitente y un Crucificado de Montañés.
Años más tarde, el segundo hijo de «El Bueno», Juan Alonso Pérez de Guzmán –segundo señor solariego de Chiclana- mandó construir una iglesia de igual forma para su enterramiento y el de su esposa, Urruca Osorio de Lara. Ambas iglesias corresponden a la parte más destacada del conjunto arquitectónico y escultórico. A continuación y atravesando la primera capilla se halla el Patio de los Evangelistas –con excelentes pinturas murales¬¬–. Frente a él en sentido opuesto, la sacristía y la sala capitular. El Patio de los Muertos, de planta rectangular está situado al sur de las dos iglesias. En el frente norte de la galería alta surge la espadaña de la capilla donde están enterrados Guzmán «El Bueno» y María Coronel. También es interesante el Claustro de los Muertos con pinturas murales. Y terminamos el recorrido en la parte oeste del Patio de los Evangelistas en el que hallamos el refectorio con un magnífico mural de la «Última Cena».
El resto del monasterio no es visitable todavía por continuar en proceso de rehabilitación. No obstante, la visita merece la pena, pues son diversas las sensaciones y emociones que provocan en el viajero, el contemplar la riqueza arquitectónica, pictórica, histórica y documental de este monasterio andaluz. El mismo que, un día, fue el cisterciense más al sur de Europa.
Publicado hoy en El Periódico de Chiclana, pp. 20-21.
Bibliografía:
-RESPALDIZA LAMA, P. J. (1996): «El monasterio cisterciense de San Isidoro del Campo». Laboratorio de Arte, 9-1996. En http://dx.doi.org/10.12795/LA. 1996.i09.03 Editorial Universidad de Sevilla.
FUENTE: https://www.facebook.com/photo/?fbid=3814753098781083&set=a.2850714261851643