POR JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ)
Si bien las primeras ferias en España aparecen en el periodo final del reinado de Alfonso VIII de Castilla (1158-1214) y sus sucesores, es con Alfonso X el Sabio (1221-1284) cuando toman importancia económica. Los siguientes monarcas de Castilla que reinaron entre los años, 1252 y 1309, hicieron aumentar su número en pueblos y villorrios, pues las ferias constituyeron un elemento vital en el proceso repoblador durante la conquista. Se extendieron por toda Castilla, Extremadura, Murcia y en la Andalucía conquistada por los castellanos. Precisamente en Andalucía se iban a crear, por su situación geopolítica de la guerra contra el emirato o reino nazarí de Granada (1232-1492), en dos periodos distintos; uno antes y otro después de la toma de la capital granadina. Sin embargo, con el descubrimiento de América –encuentro entre dos mundos– , y la entrada de sus productos en el valle del Guadalquivir, las ferias van a desaparecer en el sur y no volverán a establecerse hasta dos lustros después del fin de nuestro imperio colonial americano, en la segunda década del siglo XIX (1812-1828).
Muy cercano a este contexto histórico, y tras la muerte de Fernando VII (1784-1833), su hija, la reina Isabel II (1830-1904) otorga a la villa de Chiclana de la Frontera, por real orden de 13 de agosto de 1835, una feria de ganadería, industria y comercio con la facultad de celebrarla “todos los años, que debe durar desde el 14 al 20 de junio, ambos inclusive”. En 1836, el periódico madrileño El Eco del Comercio, publicaba sobre nuestra feria un artículo en el que además, añadía: “La feria puede producir estos resultados de utilidad recíproca; elementos que no se encuentran reunidos en otras, pues que inmediata á cinco ciudades populosas, donde está anidado el lujo mas exquisito y donde se aprecian los felices resultados de las artes, los especuladores encontrarían acomodo ventajoso aun para los sobrantes de la misma feria, y retornos en paños, lienzos y sedas de varias provincias de España, azúcares y otros productos coloniales con conocido beneficio”.
Mucho sol ha lucido desde entonces en nuestro cielo, y los tiempos han ido metamorfoseando la feria en muchas de sus partes; en otras solo ha cambiado la forma de algunos de sus componentes. Por ejemplo: desconocemos qué tipo de música sonaba en las primeras veladas, seguro que popular, tradicional de la época. Años más tarde, marchas e himnos interpretados por bandas de música militares –características a finales del siglo XIX–. Nunca hubo de faltar la música, elemento principal de toda fiesta en todas las épocas de la historia y en todas las culturas. Un atractivo más, era la iluminación de la velada a la veneciana, típica de la moda llegada de Italia durante aquel siglo. Y no olvidemos los fuegos artificiales, que se habían popularizados en toda Europa en la década de los años treinta. Tres elementos que perduran hasta nuestros días. Pero lo que en verdad primaba, sobre todo, eran las transacciones económicas; aquellas que se cerraban con un apretón de manos.
Actualmente, la feria, dentro del ciclo festivo local, es un complejo cultural de múltiples y variables formas sensitivas. Porque, desaparecida la feria de ganado, son días de solaz en torno a la festividad de San Antonio; días que impregnan el ambiente de arrolladora alegría. Porque cuando llega junio, incluso nuestra naturaleza se ha transformado, llenando Chiclana de colores, invitándonos a unas jornadas en las que tienen cabida la familia nuclear, el grupo de amigos, los comprovincianos y turistas que se acercan a nuestra población. Nadie o muy pocos podrán negar que cerca de doscientos años (188) después, feria ha sido y es un referente en el ámbito de sociabilidad, ocio y diversión de la Bahía de Cádiz y su más amplio entorno.
El periódico El Guadalete, en 1884, finalizaba su crónica de la feria diciendo: “La feria de San Antonio de Chiclana ha estado este año muy concurrida. Las cucañas, las carreras de cintas verificadas por las mañanas, los tres toros de cuerda, corridos en medio del día, y el paseo y fuegos artificiales de la noche, así como las carreras en el hipódromo del real de la feria, en todo ello se ha visto tanta animación que allí no se recuerda haber habido nunca igual. Los carruajes de San Fernando iban totalmente llenos de gente, y de los demás pueblos comarcanos han asistido también muchas familias”.
Ahora, a pesar de las tradiciones perdidas de aquel siglo, algo natural por el paso del tiempo, y del cambio sociocultural en el último tercio del siglo XX, nuestra feria continúa distinguiéndose por diversos motivos, y siempre con novedades. Está en alza, está de moda… y nos congratulamos por ello, porque es un elemento más de identidad de Chiclana desde su lejana, histórica y primitiva feria de ganado en El carrascal, y la velada en la Alameda de la Vera del río.
Publicado hoy en El Periódico de Chiclana, pp. 18-19
Bibliografía:
-BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA. Hemeroteca Digital. Eco del Comercio, nº 775. Madrid, lunes 13 de junio de 1836.
-BIBLIOTECA VIRTUAL PRENSA HISTÓRICA. El Guadalete: periódico político y literario. Año XXX Número 8667. 21 de junio de 1884.
-LADERO QUESADA, M. A. (1994): Las ferias de Castilla, siglo XII al XV. Comités Español de Ciencias Históricas. Imprenta Tarravilla. Madrid.
FOTO: Velada en la Alameda del Río. Años sesenta. [Gentileza establecimiento Eloy Aguilar].