POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
¿Recuerdan aquellos famosos «payasos de la Tele», Gaby, Fofó y Miliki, que con sus originales y sencillas -al par que «pegadizas»- canciones eran el eje central de la diversión infantil?
«¿Cómo están ustedes?», preguntaban al iniciar su actuación.
«¡Bieeeen!», respondía el ejército de niños y niñas.
Tras repetir esa pregunta-saludo varias veces, continuaban con su «canción del día», siempre distinta, siempre coreada con voces y gestos.
Una de ellas tenía como finalidad aprender los días de la semana y, a la vez, recordar algunas de las labores domésticas. Por ejemplo:
«LUNES, antes de almorzar
una niña fue a jugar;
pero no pudo jugar
porque tenía que coser.
ASÍ COSÍA, ASÍ, ASÍ (gestos de dar puntadas a una tela)
ASÍ COSÍA, ASÍ, ASÍ,
ASÍ COSÍA, que yo la vi»
El martes lavaba, el miércoles planchaba, el jueves barría… etc.
El «coser a mano» fue tarea muy antigua, muy fatigosa y muy valorada por lo que suponía su influencia en la moda del vestido y del calzado.
Y como la humanidad, fiel cumplidora de las leyes de tendencia a la máxima entropía (desorden) y a la mínima energía, pues se planteó el problema de diseñar una máquina que con menos trabajo y mayor eficacia pudiera facilitar la labor de las abnegadas y siempre simpáticas modistillas.
En 1755 un ingeniero alemán, Fredrick Wiesenthal, diseño una
aguja adaptable a una futura máquina de costura, máquina que fue ideada en 1790 por Thomas Saint.
Pero la cosa no fue a más y se mantuvo «el coser a mano».
Pero, ¡ay amigos!, las exigencias de la «Revolución Industrial» obligaron a mucho y ese «mucho» se llamó EFICACIA Y RENTABILIDAD.
En 1850 Orson Phelps, en Boston (USA) construye y patenta la primera máquina de coser, que es perfeccionada poco después por Isaac Merrit Singer.
Este «monstruo del ingenio» patenta su invento en 1851 y a la voz de mando de «¡Tira p’alante!» crea su propia empresa con mercados americanos y europeos.
Había que promocionar el producto y era preciso enseñar a las amas de casa a manejarlo.
Y esto solamente era posible mediante el «boca a boca» (explicación magistral) y una práctica real y continuada; que por algo decimos en Colunga que «cortando cojones aprendió el capador».
Enseñanzas impartidas en ciudades, villas, pueblos…que iban a ser futuros clientes y usuarios.
Aquí tenemos una foto del colungués Milio el Retratista (Emilio Alonso) dando testimonio en 1927 del curso que la firma SINGER, a través de su representante Sr. Loy, promocionó en el concejo de Colunga.
Las señoras colunguesas, adelantándose a los payasos de la Tele, también cantaban: Así cosemos, así, así…