POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)
«Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!… A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año…»
EL 18 de marzo de 1314 murió en la hoguera Jacques de Moley último Gran Maestre de los Templarios, por orden del rey de Francia Felipe IV el Hermoso. Tenía 70 años, un cuerpo magullado por la tortura y probablemente también sufría de agotamiento mental como consecuencia de 7 años de prisión en la peores e inimaginables condiciones.
La orden de los Caballeros Templarios fue capturada en la noche del viernes 13 de octubre de 1307 por la Santa Inquisición y todos fueron arrestados en París. Esa misma noche, se efectuó una enorme masacre, en donde se asesinó a casi todos los templarios incinerándolos en la hoguera o decapitándolos. Solo unos pocos lograron escapar y luego contar la historia. Desde entonces, el viernes 13 se ha considerado un día terrible, de miedo y mala suerte.
La persecución de los templarios terminó con la inmolación de su último Gran Maestre, quien lanzó una amenaza profética, antes de ser quemado vivo, el 18 de marzo de 1314, luego de mucho tiempo de encarcelamiento y torturas. El rey había ordenado mantener preso al Maestre, junto con otros mandatarios del Temple, en las mazmorras de su palacio en París durante los siete largos años que duró el proceso. El papa ya había ordenado la disolución del Temple, algunos caballeros habían sido quemados, otros renunciaron a sus privilegios y vivían recluidos en conventos, de manera que toda resistencia había sido sofocada. El asunto estaba zanjado y solo faltaba decidir qué hacer con los dirigentes de la Orden.
La mañana del 18 de marzo, un tribunal inquisitorial convocó a De Molay y sus compañeros en la plaza de la catedral para comunicarles la sentencia de cadena perpetua, bastante favorable para los reos. Sin embargo, el Gran maestre, para asombro del tribunal, tomó la palabra para defender su inocencia. Los inquisidores quisieron ocultar lo ocurrido, pero el rey fue informado rápidamente y ordenó la ejecución por tratarse de herejes relapsos, recalcitrantes en su error, que debían ser ajusticiados.
Si la condena había sido pública, la ejecución fue casi secreta, sin testigos, a la hora de vísperas, después de la puesta de sol, en un pequeño islote sobre el Sena cercano a la isla de la Cité, para evitar tumultos. Un testigo de los hechos describe la escena: Al ver la hoguera dispuesta, Gran Maestre se quitó las vestiduras y quedó allí en pie, en camisa… cuando le iban a atar dijo: dejadme unir las manos para rezar… Dios sabe que mi muerte es injusta y dentro de poco muchos males caerán sobre los que nos han condenado. Dios vengará nuestra muerte… Murió con tanta dulzura que todo el mundo quedó asombrado.
Las últimas palabras del Gran Maestre fueron premonitorias, el papa y el rey murieron poco después, y ahí nació la leyenda de la maldición del último templario.
~ Jorge Zeledon-Pacheco☩ Non Nobis Domine, Non Nobis, Sed Nomini Tuo Da Gloriam ☩FUENTE: https://www.facebook.com/josemariasuarezgallego