(FRAGMENTO DEL COMENTARIO AL LIBRO ‘ALBERTO JIMÉNEZ FRAUD. EPISTOLARIO’; RESIDENCIA Y UNICAJA, MADRID, 2018, POR FLORENCIO FRIERA SUÁREZ, CRONISTA OFICIAL DE SARIEGO, ‘LA NUEVA ESPAÑA’, OVIEDO, 25/05/2019)
Por la Colina de los Chopos pasaron pensionados procedentes de la mayoría de provincias españolas, miembros de familias que podían pagar los estudios en Madrid y vivir en la prestigiosa institución que fue incrementando el número de residentes desde su fundación en 1910. Un buen número de ellos procedían de Asturias. Fueron continuadores de los institucionistas del “grupo de Oviedo”, ganados por Francisco Giner de los Ríos cuando hicieron el doctorado en la Universidad de Madrid: los profesores universitarios Leopoldo Alas, Rafael Altamira, Aniceto Sela, Adolfo Álvarez-Buylla o Adolfo González Posada. En el verano de 1905 Jiménez Fraud se encuentra en Salinas desde donde escribe el 16 de julio a Don Francisco Giner de los Ríos (carta n.º 5): “aquí estamos ya, habiendo encontrado buenos a todos los de esta casa que veranean en la playa”, refiriéndose sin duda a los Sela, Posada o Ávarez Buylla que pasaban el verano en Salinas donde estaba la colonia escolar de la Extensión Universitaria de Oviedo. Recordemos nombres de asturianos que pasaron por la Residencia: los Pedregal de Avilés, los abogados y políticos melquiadistas José Menuel Pedregal Sanchez-Calvo y su hijo Manuel Pedregal González; el también reformista de Cangas de Onís el catedrático Francisco Beceña –asesinado por milicianos al comienzo de la guerra civil; nacieron en Oviedo el escritor y pedagogo Luis Álvarez-Santullano, el músico Eduardo Martínez Torner y su hermano el pedagogo Florentino, el jurista Leopoldo Palacios Morini, el catedrático de Historia del Derecho Ramón Prieto Bances, el librero en Madrid León Sanchez Cuesta, el ingeniero de minas Julio Gavito Carriedo, el pintor Paulino Vicente Rodríguez; de Carreño era el médico y político Carlos Martínez Martínez de Colunga eran los hermanos Grande Covián como el médico Fermín, el ingeniero agrónomo Ricardo y el conocido catedrático y nutricionista Francisco; de Luarca era su amigo Severo Ochoa de Albornoz, que siempre reconocieron la formación recibida en el laboratorio dirigido por Juan Negrín.
Entre los asturianos destaca merece una mención especial José Solís Suárez por ser el que mayor número de cartas cruzadas con Jiménez Fraud contiene en el Epistolario, sobre todo a partir de sus numerosas gestiones para celebrar encuentros de los antiguos residentes, especialmente con motivo de la celebración del cincuentenario de la fundación de la Residencia, en una labor similar a la que hicieron Jesús Bal y Bernardo Giner con los exiliados en México. Recordemos que es la última carta escrita por don Alberto en Ginebra, el 11 de marzo de 1964, un mes antes de su fallecimiento. Natural de Gijón, fue un conocido psiquiatra en la ciudad de León, donde estaba la Fundación Sierra-Pambley, que posibilitó estudiar a muchas personas en la provincia o en Madrid. José Solís mantenía una relación de amistad con don Pedro Caravia: “procuraré que Mr. Bataillon vaya también al círculo de Oviedo que preside el profesor don Pedro Caravia, discípulo de Zubiri y gran amigo de la Residencia y con quien antengo un constante y activo inercambio” (c. nº 1757),
En el Epistolario se publican 9 cartas de Ramón Pérez de Ayala a Alberto Jiménez Fraud escritas entre el 30 de enero de 1937 y el 14 de diciembre de 1939 (cartas 534, 703, 705, 725, 726, 748, 763; telegrama 655 y tarjeta postal 761). Son de carácter familiar escritas con motivo del noviazgo y matrimonio del hijo mayor de Ayala, Juan Pérez de Ayala y Rick, con Carmen Giménez Ramos, hija de Gustavo Jiménez Fraud, el hermano mayor de Alberto al que ya hemos mencionado al principio de este artículo. Estaban inéditas, que sepamos, y aparte de ese carácter familiar no faltan comentarios un tanto cáusticos sobre la situación de España al final de la guerra civil y el comienzo de un nuevo estado: “Como decía el predicador de pueblo en un sermón de Semana Santa: Consumatum est. Pero ahora es cuando comienza Cristo a padecer”. Mejor dicho, el predicador dijo, “todo Cristo”, como dicen los castizos. Al fin y al cabo, para eso hemos nacido” (Biarrtiz, 1 de abril de 1939)”. Y unos meses después le dice el escritor ovetense: “Una nación que se viene abajo estrepitosamente es como un aparador que se viene abajo con todo lo que tiene dentro (y uno, quiéralo o no, a los efectos prácticos está dentro de la nación; si algo se salva, queda hecho añicos” (Biarritz, 1 de abril y 20 de agosto de 1939, respectivamente). La sonrisa “entre buena y mala”, que dijera Valle Inclán, asoma en lo que escribe Pérez de Ayala a Jiménez Fraud sobre Eugenio d’Órs y sobre Manuel Pedregal González.